Por: Txema Mañeru.
No cabe duda de que Elan Mehler es uno de los pianistas más brillantes del nuevo milenio. Por eso tiene toda la lógica del mundo que quisiera hacer un disco de “Solo Piano”, como bien se indica en la contraportada. Se han hecho auténticas joyas con este instrumento (normalmente acompañándose de la voz) en estilos como el pop, el soul o el blues. Pero donde se han realizados más proyectos de este tipo ha sido en la música clásica y en el jazz. Algunos de ellos, con excelentes resultados. Nos vienen fácilmente a la mente discos de Erik Satie o Chopin en clásica y, sobre todo, algunos de Keith Jarrett dentro del jazz. Yo no me cansó jamás, ni dejo de emocionarme, al escuchar su “The Koln Concert”.
Quizás por ello también he quedado prendado de este tierno “Trouble In Mind” (Sunnyside Records / Karonte). Desde que Elan comenzara en solitario hace casi dos décadas, ha grabado más de una decena de álbumes como líder. Discos en los que le han acompañado figuras del calibre de Bill Frisell, por encima de las demás, pero también Dave Douglas, Becca Stevens, Tony Scherr o Francisco Mela. Hace casi una década creó el sello Newvelle Records junto a Jean-Christophe Morrisseau. por el que han pasado ilustres como John Patitucci, Jack DeJohnette (Chick Corea), Lionel Loueke, Skuli Sverrisson o el genial contrabajista Rufus Reid, compañero de sello y de cuyo nuevo disco te hablaremos próximamente.
A pesar de ser de Boston es un gran amante de los sonidos de Nueva Orleans, por eso creó un proyecto hace cuatro años en la compañía de leyendas como Irma Thomas, Ellis Marsalis, Little Freddie King o John Cleary. También ha producido recientemente un tributo a uno de sus pianistas de cabecera como es Frank Kimbrough. Tras involucrarse a tope con la música y los músicos de Nueva Orleans, se decidió a grabar este disco en solitario allí, y para ello eligió una antigua iglesia en la que ha logrado un gran e íntimo sonido, una buena y desnuda producción en la que ha participado Ben Chace.
La música es básicamente jazz, pero hay algunos buenos destellos clásicos y hasta algún toque folk. Combina temas propios con versiones de algunos de los más grandes. Tratándose del piano tenía que estar bien representado Duke Ellington , y lo está hasta con tres destacados clásicos con su firma. Así comienza con la clásica balada de Ellington, "In A Sentimental Mood". Melancolía y romanticismo con aromas a garito nocturno aunque haya sido grabado en una iglesia reconvertida a cultos paganos musicales. Improvisa con maestría en su propia composición "Esplanade Blues", en la que juega con ambos manos haciendo sonar su instrumento casi como si fueran dos tocados a la vez. Aquí tenemos hasta algunos aromas swing. Sigue con el clásico de Charles Mingus, "Alice’s Wonderland", sonando otra vez noctámbulo, humeante, romántico y hasta con destellos blues. "Justice And Honor" es otro lento apasionado y deliciosamente romántico compuesto por Bill Frisell, pero al que le da ciertos aromas clásicos a lo Chopin y algún toque folk. "There At The Heart" es otro tema propio con sonidos que se abren a la esperanza. No en vano es una composición dedicada a su hija.
Los guiños al "Makin Whoopee", de Ella Fitzgerald, que se pueden encontrar en el buen tema titular, hacen de nuevo pasar a su piana por varios instrumentos. "In My Solitude" es un buen regreso a Duke Ellington también a cámara lenta. Me encanta su propia composición, "I Should Have Prayed For Rain", repleta de toneladas de tristeza, melancolía y hasta momentos en los que parece escucharse la lluvia. No podía faltar el "My Funny Valentine" de Rodgers y Hart, que, por ejemplo, tan bien remodeló Chet Baker. Al igual que aquella versión, esta interpretación desprende amor real. La reconstrucción casi por completo de la hermosa "Come Sunday", de Ellington, llega justo antes de acabar con su catártico tema propio, "Scheme For Thought". Punto final a un disco que puede llegar a encandilar casi a cualquiera, pero que especialmente te cautivará si te gusta el piano.