Texto y fotografías: J.J. Caballero.
Suenan como si un combo de New Orleans hubiera decidido hacer suyas algunas canciones de Neil Young, Creedence Clearwater Revival o Deep Purple. Por estilo, actitud y convicciones musicales, y abogando por la devoción a los sonidos originales de esos y otros referentes, el caso de los gaditanos Agapornis es casi digno de estudio. Con más de una década de recorrido por escenarios variopintos en los que han fogueado una propuesta convencida de su valía, original en su raíz y arriesgada en su planteamiento, esta numerosa banda llegaba a la sala Ambigú Axerquía de Córdoba en plenitud de facultades y con su flamante nueva colección de canciones, titulada “Start over”, en la que profundizan en su devoción por los sonidos negros y amplían una onda expansiva que los sitúa en la primera línea de fuego en lo que a la escena funky soul-nacional se refiere. Una pena que a estas alturas no se prodiguen más por la geografía nacional e incluso internacional, quizá por una clara vocación amateur o tal vez por los riesgos económicos y logísticos que supone movilizar a nueve personas con la incertidumbre que todo ello representa. Sea como fuere, este proyecto merece la pena ser disfrutado en directo, y a ello se dedican con una entrega y unos resultados dignos de admiración.
Es sin duda un placer comprobar cómo temas dispersos en su discografía como “Walkerman”, “No connection” o “Don’t call me”, este último incorporando una especie de intro que suena improvisada para la ocasión, encajan a la perfección con otros como “Enough”, “I was caught by you”, “So hard” o “How many grays do you already have?”, títulos más asentados y directos, aunque todos ellos caminan empastados por la alternancia de riffs de guitarras, una base rítmica profunda y vibrante y unos teclados secundados por el trío de metales conformado por saxo, trompeta y trombón y la voz omnipresente de Desi Tey, bañada en la garganta de diosas del calibre de Betty Davis, Gladys Knight o la mismísima Etta James. Diosas que iluminan el Olimpo de una época dorada en la que soñar con la eternidad salía mucho más rentable.
Con dichos mimbres, elaborar un buen cesto sólo es cuestión de tiempo y trabajo. Ambos les han dado la razón a estos músicos intensos y llenos de talento, y lo único que podemos esperar a partir de ahora es que sepan transmitir su pasión allá donde los lleve el destino. Si se pierden en el limbo incierto de tantas bandas que pudieron ser y no fueron, no será porque no se esforzaron en demostrar que lo suyo es auténtico como la lluvia que acaba de colmar nuestro porvenir. Unos Agapornis de esta especie nunca podrían ser pájaros de mal agüero.