El ciclo vital de una canción no es esencialmente muy diferente al de una planta. Ambas necesitan inexcusablemente de una semilla para su posterior desarrollo, pero igualmente trascendental resulta un contexto y la predisposición idónea para que su floración óptima tenga lugar, alcanzando así una expresión plena que pueda ser admirada por todo aquel que lo desee. Una analogía botánico que de alguna manera sirve para enunciar la genealogía del nuevo disco de Los Deltonos, “Evolución”, que encuentra su origen en composiciones que datan de finales del siglo pasado ideadas para ese proyecto de anglosajón y sucinto nombre, Hank, paréntesis melódico con que la banda cántabra sofocaba unos revueltos años noventa afrontados con un espíritu de corrosiva electricidad.
Replanteados en la actualidad para sus últimas grabaciones de nuevo bajo el organigrama de trío, dicho formato resulta especialmente propicio para un cancionero que se desliga de su filiación alrededor del blues-rock musculoso y “grasiento” para encontrar cobijo entre unos brazos, no exentos de nervio y fibra, que se deslizan sobre armonías de raíz “powerpopera”. Un cambio de escenario que si así se puede considerar a la hora de remontarse a las referencias que han dado a luz a este repertorio, no lo es tanto por su condición como continuador de esa actitud envalentonada y rejuvenecida por la que parece estar bendecido el grupo en su presente, lo que se traduce en que poco, o nada, hay en este episodio de nostalgia o de pretender encontrar nuevos estímulos que alienten la pasión de un combo que precisamente tiene superávit en dichas categorías.
Retomando la curiosa naturaleza de la que están hechas las canciones, más allá de que las escogidas para este trabajo contengan un verbo universal que se desliza por el siempre escarpado suelo en el que se dirimen las relaciones personales, hay en el concepto de fondo del disco, ya perfectamente perceptible desde su título, una mirada a los retos que nos propone ese ejercicio de adaptación a los nuevos tiempos. Un llamativo hilo conductor -o cuanto menos denominador común- teniendo en cuenta el periplo al que han sido sometidos los temas, rescatados de décadas atrás con el fin de ser presentados en el momento actual. Como si fueran poseedores de una capacidad premonitoria para saber cuándo iban a ser exhibidos, parecen haber cobijado en secreto esos interrogantes para ser planteados en pleno 2024.
Descartando por completo en el ánima del disco cualquier atisbo o resonancia de añoranza respecto a tiempos pretéritos, sin embargo sí se puede interpretar como un homenaje al contexto histórico en el que surgieron las composiciones originales la “resurrección” de aquella formación que ilustraba el personaje de Hank. Por eso la presencia de Iñaki García y Bernie Bustillo, junto al propio Hendrik, en un par de momentos significa, una deducción quizás sólo espoleada por el previo conocimiento de ese intercambio de músicos, tender un puente más fidedigno con la puesta en escena de aquel siglo pasado, haciendo de “Nos gusta aquí” y “Adolescencia” -atinada sátira donde intuimos el espíritu de Peter Pan aplastado por las piedras en que se transforma la realidad- los dos instantes que asumen con más verosimilitud, obtenido de fijar su mirada en, por ejemplo, The Lemonheads, el primigenio sonido del proyecto.
Pero lejos de resurrecciones o ensoñaciones, este nuevo disco de Los Deltonos es precisamente eso, un artefacto que refleja la identidad -aunque sea amasada con diferentes ritmos- actual de la formación cántabra. Y eso se nota ya de desde la inaugural “A su tiempo”, en la que sus arpegios menos inyectados de distorsión son la puerta de entrada a un estribillo impetuoso y pegadizo, cualidades que no pretenden ocultar aquellos nombres que han posibilitado a lo largo de los años alumbrar este repertorio, y entre los que citar a Teenage Fanclub o Big Star parece de obligado cumplimiento. Una canción que en su papel de abertura parece alcanzar también su condición de declaración de intenciones, porque escuchar alguno de sus versos como “cada cosa es a su tiempo, parece un buen momento”, transmite la sensación de haber sido diseñados con la intención de ser interpretados muchos años después de su gestación. Unas constantes sonoras de un género, el powerpop, que quedan expuesta con su característica luminosa melancolía impulsada por riffs racheados en “Solo un cable”, una estructura de la que también se sirve "Las buenas intenciones", un medio tiempo decidido a hacer brotar de su corazón eléctrico una línea melódica, un arte de hacer cohabitar miel y espinas del que son expertos Buffalo Tom o The Posies.
Un paisaje que si en las mencionadas piezas fluctúa y comparte delicadeza y arranques ruidosos, existirá otro que abiertamente se decanta por desatar la tormenta, un terreno que despliega con insultante naturalidad la banda. Trepidantes envites que hacen temblar los amplificadores en “Como yo”, embebido formalmente de espíritu noventero a lomos de Dinosaur Jr. para celebrar una hermandad de la incertidumbre, y que sublimará incluso el tema titular, de ademanes casi “grungeros” en su alternancia de velocidades, o un “Ya quisieras” presentada como desmelenada coda final, empujada con arranques dignos de The Plimsouls, a ese segmento de canciones que formalizan el sentido más crudo del álbum.
Alabar a una banda veterana como Los Deltonos por su determinada vocación de mantenerse firme en pie sería ya lógico, pero su defensa todavía se vuelve mucho más fácil con álbumes como éste, que no hace sino sumarse a una última etapa especialmente inspirada. Puede parecer paradójico que un disco llamado “Evolución” se nutra del pasado, pero sin embargo su naturaleza es la contrario, siendo el resultado de una excelente adaptación de aquel paréntesis que supuso el proyecto de Hank hasta ser fagocitado por la idiosincrasia actual que enarbola el conjunto cántabro. Acostumbrados como estábamos recientemente a verles llevar al límite su pulsión "bluesroquera", Hendrik y sus huestes deciden abrazar en este episodio un acervo melódico con el ímpetu y la furia de quienes se sienten exultantes por haber obtenido el secreto de convertir cada época que atraviesan en un rabioso nuevo presente.