Si en al ámbito estrictamente musical el rock -asumiendo que su significado hace mención a la pegada y rudeza- necesita del roll -entendida como la flexibilidad y la ductilidad- para confabularse en una precisa ecuación, dicha máxima no sólo la aplica al entorno instrumental el catalán Xarim Aresté, sino que su expresión lírica asume esa doble actitud, haciendo que sus canciones funcionen a la perfección como artefactos melódicos para al mismo tiempo contener todo un subtexto espiritual y trascendente.
Unas características que en su nuevo disco, "Un idioma nou", adoptan eje esencial a la hora de exportar un catálogo de canciones exentas de cualquier cercado estilístico, recorriendo de forma libre por escenarios donde hay presencia de pop, rock, blues, soul y mucho jazz, siendo este género el que parece ejercer de idioma vehicular a lo largo de unas composiciones que con sutilidad se cuelan en nuestra propia identidad para interrogarnos sobre nuestras forma de vida y comunicación.
Hablar con Xarim Aresté significa hacerlo, más allá de con un excelente guitarrista y compositor, con una voz que busca la paz interior entre ese constante ajetreo que nos impone una sociedad que ni nos deja escuchar la música con la calma necesaria ni mucho menos sentirla con la profundidad que se merece. Por eso, siempre es un deber, casi moral, ponernos frente a cada una de sus nuevas referencias.
Para muchas personas dedicados al mundo creativo la pandemia ha
cambiado la percepción de su labor. Teniendo en cuenta que
tu música es especialmente espiritual y ligada a la naturaleza, ¿has sentido que todo
aquella época ha dejado huella en tu manera de formular estas canciones?
Xarim Aresté: Estar apartado de los escenarios durante tanto tiempo despertó en mí un respeto renacido respecto a la idea de proyectar vibraciones en público. Nunca antes había sido tan consciente
de lo que en realidad significa eso. Y desde ese punto de vista cambió mi manera de entender la escritura. Me di cuenta
de que no era momento de reaccionar si no de accionar. Y también, de repente, me vi apenas sin
repertorio.
Además, hace poco tiempo abandonaste Barcelona para trasladarte a un enclave más
apartado, como Flix, que además es tu lugar de origen ¿de qué manera ha influido ese
cambio de paisaje en tu música?
Xarim Aresté: La verdad es que no sabría decirlo exactamente... Creo que, de algún modo, hacer música implica desligarse del
espacio y del tiempo para transformarlo en otra cosa. Al fin y al cabo la música es un
paisaje interno. Y en esa unión uno deja atrás quien cree ser e incluso dónde cree estar.
Siento que lo que más afecta a mi música son los músicos con los que esté tocando,
definitivamente. Allí sí que hay un diálogo diferencial.
Musical y anímicamente es un álbum muy variado, ¿hay ciertos sentimientos que te
incitan a ser plasmados a través de un determinado tipo de forma musical o no hay una
correlación directa?
Xarim Aresté: Los juegos en ese sentido son definitivos. Una canción de amor se puede fácilmente convertir en una
canción de muerte dependiendo de por dónde esté transitando el oyente. Pero en este
disco he utilizado texturas cercanas -supongo que- al jazz para los toques más
humorísticos y delirantes. Aunque también podría decir lo mismo de los temas más
oscuros. De lo que sí me doy cuenta es que la poesía sirve para decir la verdad, una cosa que es imposible. Ahí está la proeza del arte.
Has grabado el disco prácticamente en directo y sin llevar las canciones demasiado
panificadas, incluso ocultando su naturaleza a tus músicos hasta el momento mismo de
ser grabadas. Supongo que para llevar a cabo ese ejercicio se necesita mucha confianza
en la banda que te acompaña...
Xarim Aresté: Estos músicos son unos auténticos samuráis. Lo mío con ellos, más que confianza, es veneración. El
hecho de no darnos tiempo para construir, ni tan solo proyectar, nada de antemano, hace
que nuestra cabeza en seguida se salga de la ecuación. Porque la tensión que surge respecto a ese
abismo, hace que pase a ser el instinto el que rija la respuesta. Y ese es un principio de
libertad precisamente porque en ese momento no existe el autojuicio.
El resultado final, al poneros juntos a llevar adelante las canciones, ¿ha llegado a
terrenos que no te esperabas o ibas decidido a dejarte sorprender sin ninguna idea previa?
Xarim Aresté: Más que ideas previas, había sospechas… Me curé en salud y grabamos algunas
canciones más de las necesarias porque no estaba seguro de si funcionarían un número suficientes de ellas. Y así fue, de hecho. “Les regnes”, por ejemplo, la grabamos primero a sexteto, pero luego sentí que nos había quedado a un paso demasiado rápido, y tomé la decisión de regrabarla yo solo con la
guitarra acústica en el último momento.
¿Alguno de esos caminos inesperados que han alcanzado las canciones te ha llevado a
lugares sonoros a los que te ha costado adaptarte y conseguir llevarlos a buen puerto?
Xarim Aresté: En el estudio, por muy claras que tengas las cosas, nunca se sabe qué va a pasar. La que
pensabas que sería tu canción favorita acaba saliendo del disco; aquella que menos
importancia le diste en un primer momento se acaba convirtiendo en la insignia del disco… Siempre es una
bofetada tras de otra, en ese sentido. Pero en verdad no tuvimos mayores complicaciones. Las
canciones de este disco son todas muy asequibles. En dos o tres tomas lo teníamos listo.
Teniendo en cuenta la importancia que tienen tus textos en las canciones, ¿has
mantenido esa formula, más basada en la espontaneidad y casi improvisación?
Xarim Aresté: En las letras hay dos fases: primero vomitas y después friegas. Vomitar es fácil. Las
arcadas son movimientos involuntarios, por lo general. Fregar ya es más jodido. Para mi, en verdad, es lo mismo en cuanto que se trata de establecer una conexión en primer término. Tiras la caña y
con paciencia, el mar te provee. Antes, todo eso pescado me lo comía en crudo y no siempre fue digestible.
Pero con el tiempo estoy aprendiendo a diferenciar y a usar el horno.
Buena parte de los músicos que te acompañan se mueven en el ámbito del jazz, cosa que
queda muy patente en temas como “La cosa más simple” o “Nassos de paper”, ¿contar
con ese tipo de instrumentistas te lleva a pensar las canciones en relación a sus cualdiades?
Xarim Aresté: Siempre necesité que las canciones tuvieran la suficiente apertura como para poder ser
interpretadas desde diferentes ángulos. Ya sea tanto en lo lírico y en lo musical. La música está para
liberarnos, al fin y al cabo. Aunque no siempre lo consigo. Tengo canciones que me gustan
pero que no puedo tocar en directo porque no he sabido romper el corsé que puse en ellas.
Pero si, cuando nos cruzamos con el jazz, los chicos están como pez en el agua.
“Lo galatxo” es un tema instrumental que suena a blues ubicado en suelo africano.
Dicho género, el blues, siempre ha parecido una de las columnas vertebrales de tu
música, ¿incluso en un álbum tan variado como éste ha estado muy presente en tu forma
de componer?
Xarim Aresté: Me tendría que esforzar mucho para sacudirme todo el blues de encima. Son demasiadas
horas ahí dentro metido. Durante un tiempo lo estuve evitando todo lo que pude. Pero
poco a poco me voy desacomplejando. Le tengo mucho respeto al blues como para
mirarlo directo a los ojos. Pero claro, es mi escuela. Se me escapa y no me doy ni cuenta.
Incluso hay momentos como “Diamants” que su cadencia parece acercarse a la música
popular o al folklore más cercano a nuestras fronteras, ¿parte de esa variedad existente en
el disco consiste también en desligarse algo de esa “dictadura” anglosajona del rock and
roll?
Xarim Aresté: Siento que parto del rock pero que no me dirijo hacia el rock. Creo que hace ya tiempo
que no lo hago. Tengo otros proyectos en los que puedo alejarme aun más de esta
“dictadura” a la que te refieres. Pero esta banda está enfocada al directo. Y en el directo si
me gusta usar esa energía del rock and roll. Sigo creyendo que el sonido de una buena
guitarra eléctrica en la cara, puede ser una experiencia religiosa.
Hay ritmos, como en “Des d'aquí veig ca teu” que juegan con un sonido cabaretero, a lo
Kinks o Randy Newman, que acompaña a una narrativa irónica o tragicómica, ¿en
ocasiones el humor es el mejor vehículo para llegar a lugares que de otra manera sería
más complicado?
Xarim Aresté: Dicen que reír implica por necesidad haber entendido algo antes. No lo sé... para mi hacer
música es algo muy divertido. Sería raro que esa sensación no se viera manifestado en ningún momento. A
veces me da por llorar, otras por gritar de rabia y otras por reír. Pero supongo que todo
sale de la misma fuente. La gracia es un arte exquisito, sea como sea.
Tu nuevo disco habla de un “nuevo idioma” que más parece la reconstrucción del
lenguaje universal entre humanos cada vez más codificado por la tecnología,
¿Necesitamos reaprender a comunicarnos?
Xarim Aresté: No sabemos mucho sobre la comunicación entre humanos porque no se trata ésta de una
experiencia esotérica. A nuestra ciencia no le interesa lo que pasa dentro, en esa dimensión, porque ahí no llega el sistema lógico. El mundo interno, es translógico,
simbólico. Es por eso que el arte me parece una herramienta definitiva, porque construye
puentes entre el mundo interno y el externo. El arte es el idioma del alma.
León Felipe escribió que “el miedo del hombre...ha inventado todos los cuentos”. Algo
parecido se desprende de tu tema “La barca”, donde pareces señalar a esa necesidad de
olvidar las mentiras que nos contamos a nosotros mismos de cara a intentar llegar a ser lo
que verdaderamente queremos...
Xarim Aresté: Creo que no se puede uno anclar al presente si no es desde una cierta perplejidad. La
vida es más grande que cualquier definición de la propia vida. Es como que la casa entera no
puede caber dentro de la cajita del armario del recibidor.
El barquero de mi canción es libre, porque justamente se ha liberado de sus propias
conclusiones y definiciones. En la música esto se ve muy claro. O estás dentro de la
canción o estás fuera. Y eso es muy frecuente también en la vida. A menudo tenemos más
prisa que ella. O vamos tarde. Pero el compás es el compás y si escuchas bien, lo oyes.
En esa reconstrucción o cambio al que se hace mención en muchos momentos del disco
no excluyes el dolor, ¿elegir ser dueño de nuestro destino, en la medida de lo posible,
inevitablemente conlleva espacios de sufrimiento?
Xarim Aresté: El dolor es inevitable en esta vida. Como la belleza. El sufrimiento sí que se puede evitar.
Porque sufrir significa no dar movimiento a una emoción. Y una emoción es justo eso, lo
dice la palabra misma, es algo que se mueve y que nos mueve. Pero a veces hay
emociones a las que no les sabemos dar salida. Y ahí es donde empieza el sufrimiento. En
esta vida venimos a pasar por todos los colores, por todas las notas, todas las formas y todas las octavas. Y sí. Hay que romper cosas para crear cosas. Una buena manera de
expandir el espacio de cualquier habitación, es quitándole cosas de dentro.
El disco está cantado íntegramente en catalán. A los músicos siempre se os pregunta por
esa disyuntiva entre castellano e inglés, pero, ¿tienes las sensación de que utilizar otras
lenguas sigue delimitando la repercusión o el interés del público?
Xarim Aresté: No creo. Si así fuera, mi música suscitaría el interés de los catalanes. Y no es el caso… De hecho siento que muchos catalanes se acercan a mi música pesar de que canto en catalán.
También escribes poesía, pintas.. ¿Sientes que cada disciplina tiene su propio código o
lenguaje o todos comparten el mismo?
Xarim Aresté: Veo un solo lenguaje, sí. Una sola dialéctica entre luz y oscuridad. Brillo y contraste.
Raíces y ramas.
Al final es el idioma de la poesía. Porque para conseguir que cualquier cosa sea arte, solo
hace falta meterle algo de poesía. Fíjate en Gaudí. La diferencia entre un edificio de
Gaudí y cualquier otro, es solo eso. La poesía.
Tu música busca, y encuentra, una reflexión humanista y espiritual, ¿En ocasiones te es
difícil sentirte integrado actualmente en un negocio como el de la música donde tantas
veces es visto como un mero ocio intrascendente?
Xarim Aresté: El negocio de la alimentación va desde el payés de mi pueblo hasta The Coca-Cola
Company. Me siento integrado en mi corro de la patata. Y la verdad es que no estoy
haciendo nada para salir de él. Tampoco voy a luchar contra ningún relámpago. Esto lo
hago porque me nace hacerlo. El fracaso sería no hacerlo. Una vez hecho, es un triunfo lo mire por donde lo mire. Porque es difícil crear cosas, de hecho la mayoría de las veces
es imposible. Así que no espero otro fruto más que poder seguir haciéndolo. Hay gente
que se mete en la música para comprarse una casa o abrir un restaurante. Me parece
perfecto. Yo nunca le pedí nada a la música. Al contrario. Siento que le debo.