Depedro: "Un Lugar Perfecto"


Por: Javier Capapé.

Después de ocho discos de lo más variado, desde el brillo panamericano a las revisiones en forma de duetos, los discos infantiles, la cercanía al pop o un directo explosivo, Jairo Zavala nos presenta un noveno alto en el camino que respira novedad dentro de los cánones más reconocibles del madrileño.

El venezolano Gustavo Guerrero (el diablo de las maderas ardientes) produce un disco conciso, como marcan los tiempos, pero al que apenas le sobra nada para reconocer los aires que siempre han definido la música de Depedro, aunque buscando aquí más accesibilidad y cercanía. Con ciertas métricas y matices diferentes, que vuelven a mirar a los lazos que nos unen al continente americano (se nota que la experiencia con Calexico sigue estando presente), pero sin olvidarse de buscar también en la raíz más cercana, esa que ha estado unida siempre a la tradición del cantante folk, sobretodo por la forma en la que encara las canciones y las acerca más al oyente, con mensajes claros y los elementos necesarios para hacer fácil lo complejo. 

Un disco con la esperanza como santo y seña, que define sus letras cargadas de pasión por el camino en lugar de por el fin. Depedro disfruta más del intento que de las metas, del aprendizaje que de la lección cumplida. Ese ha sido siempre su estilo y lo conserva con más fundamento si cabe en este "Lugar perfecto", que lejos de pretender ser eso, gusta más de adentrarse en recovecos e imperfecciones que consiguen definir las coordenadas de este artista. 

El álbum se abre con el que fue el primer adelanto del mismo hace ya casi medio año. La canción que le da título es precisamente una reflexión sobre buscar ese lugar ansiado cuando empezamos a entender que una relación se pierde. Buscar en lo cotidiano lo relevante, que al final es lo perfecto. Una bossa eléctrica que se emparenta con los primeros compases que dio Jairo Zavala con su debut hace ya más de quince años. Con "La Gloria" volvemos a encontrarnos con "El Pasajero" en una cumbia errante de luminoso estribillo. "La siembra", como si de unas semillas crecientes se tratase, se desliza entre cuerdas y percusiones mientras crece resaltando el costumbrismo y lo terrenal para realzar lo mágico. 

"Habilidad" es muy Drexler, de ese que "amaba la trama más que el desenlace", casi como un hermano en este camino que va de la canción de autor al pop. Los mimbres acústicos rezuman ese pop en cada fraseo para desembocar en un estribillo que aboga por encumbrar los errores como aprendizaje diario. La siguiente, "Coreografía", que cierra la primera parte del disco, se viste de rítmica soul acelerada que transmite una energía necesaria en un disco algo más pausado de la cuenta dentro de los cánones del madrileño, aunque no pierde sus toques acústicos. Mención especial merece esa guitarra que traza un elevado solo al final del tema. 

El que fuera el último avance del disco abre la cara B. "Ojalá el amor nos salve" es como una proclama con la esperanza como bandera que se mueve con pulso fresco y cautivador. Su mensaje optimista engancha sin sonar impostado porque Jairo siempre consigue que suene real su discurso. Sigue su línea más pop a pesar de estar apoyada en la raíz latina, aunque para representar el viaje multicultural del disco tenemos "Niño con piel de cuero", donde suena desde un laúd a un bombo legüero e incluso una guitarra eléctrica, que casi es la única vez que se deja entrever en el disco, dando al conjunto un aire transfronterizo desde latinoamérica a África (hay cierto aire a Youssou N'Dour por momentos), donde casi todos los elementos de la música de Depedro se dan cabida, clara muestra de su amplio espectro. Su letra muestra igualmente ese espíritu abierto y multicultural que le define. 

La guitarra arpegiada es la absoluta protagonista de "Fábula de la diferencia", que luce más básica, con los elementos justos, iniciándose en la línea del cantautor clásico que va incorporado elementos como el violín, el contrabajo o el piano sutil sin perder ese tono pausado, reclamando las diferencias más como una solución que como un problema. Las cuerdas de O Kwarteto sostienen "Lo que va pasando" en una línea continuista con la anterior, pero más sugerente en su estribillo y con una melodía más accesible, signo de que es una de las canciones emblema del lote, con protagonismo en las relaciones humanas que nos sujetan mientras la vida, como reza su título, va pasando. Y el viaje termina con "Niebla", de nuevo una canción desnuda que muestra ese momento en el que nuestras vidas y recuerdos se difuminan. 

El menos es más le sienta muy bien a estas canciones, que dejan muchos elementos accesorios fuera para acercarnos más a las melodías puras y a las letras. Puede que Depedro sea más directo esta vez, más cercano a la canción de autor, aunque sin perder su tono mestizo. Ser más directo permite reconocerle, pero a la vez encontrar algo nuevo en él, sobre todo en la segunda parte del disco. 

Definitivamente este es un disco para viajar, pero no tanto en busca de ese "lugar perfecto" si no para deleitarse en el placer del viaje, cual nómada que se sabe más afortunado por lo recorrido que por la meta a alcanzar. Y es que en el camino está el verdadero disfrute del trayecto, muchas veces más que en el propio destino. Eso es lo que nos quiere transmitir Jairo de una forma clara, con las relaciones humanas como trasfondo de sus letras y con la mirada puesta en lo que nos brinda la tierra en forma de mestizaje con su música. Abran bien sus oídos y no se cansen de buscar ese "lugar perfecto" porque en estas diez canciones está solo el principio.