Por: J.J. Caballero.
Las propuestas marginales, no sólo a nivel discográfico sino de audiencia potencial, siempre nos llegan de una forma que pocas otras ofertas consiguen hacerlo. Desde Valencia, con un bagaje grupal que abarca una amplia gama de bandas de dudosa fama e influencia mediática, surgen los miembros de una nueva comuna sonora llamada Virgen De La Periferia, formada y reformada a los dictados de una cultura local llena de leyendas de crímenes oscuros, caminos olvidados y abismos folclóricos que el escritor y músico David Pascual (Mr. Perfumme) conoce y reconoce en sus letras. Después de que la multinacional energética metiera sus zarpas en las razones que los llevaron originalmente a llamarse Texacco (lo de la doble “c” como elemente diferenciador parece que tampoco les hacía demasiada gracia), decidieron evitar problemas y rebautizarse con un nombre mucho más acorde a sus pretensiones.Junto al citado Pascual, un grupo de acólitos entregados a un slowcore de distorsión controlada y canciones como puñales. No podría ser otro que el enorme Pablo Und Destruktion, un afiliado a la causa desde incluso antes de que existiera, el que les procurara la edición en su sello La Synthesis. Un DIY de connotaciones bien conscientes de sí mismas. Siete temas despachados con urgencia y altas dosis de suciedad natural, como la de las historias que cuentan.
Confiar la (mínima) línea melódica de una canción a unos teclados inquietantes es casi tan osado como titularla “Cardo es la madrugada”, pero puede que atreverse a componerle una oda a “La bestia de Caja Rural”, bajo parámetros escasamente crematísticos sea una idea aún más descabellada. El rock silvestre, acentuado por la crudeza de un costumbrismo descrito a lo bestia, se resuelve como la seña de identidad del combo, reflejada en la parte más ruda del repertorio de Surfin Bichos, lo intrincado de las producciones de Mick Harvey y las acotaciones proto post punk de Einstürzende Neubauten. Pero también se olfatean señales de indie-folk, tal vez el de un Dominique A a punto de exorcizar sus demonios, o incluso del gypsy rock de Las Grecas, aunque sólo sea por lo concreto del universo que habitan. Éste se revuelca en el polvo fronterizo de “Nadie se opone a la noche” o la noche en el desierto de “Disparar”, sacudiendo almas y extremidades hasta que otros “Caballos desbocados” envuelva de ruido cualquier estrella que contamine la nubosidad constante de su horizonte. Del argumentario popular al diccionario populista, basculando entre la dantesca descripción de la geografía local en “Crimen en Sueca” al rock rural y las nocturnidades nocivas de “Navajera”. Reverb y blues arcaico, huidas hacia adelante con Ennio Morricone en el retrovisor de una moto destartalada. Narraciones truculentas de un poder de atracción peligroso que nos sumerge en un mundo subterráneo y mucho menos oculto de lo que creíamos.
Cualquier asomo de luminosidad sería interpretado como un delito, una perversión inmoral en un manojo de canciones que no pretenden sino devolvernos el reflejo de una España en estado latente, un país que sigue mirando hacia adentro sin memoria y sin el respeto que se merece a sí mismo. El progreso está eternamente a la vuelta de la esquina, pero aquí sólo nos sabemos la teoría. En la práctica, han de ser grupos como Virgen De La Periferia los que nos hagan ser conscientes del estado de las cosas, tocando y cantando algunas de las que siempre nos quisimos olvidar.