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Luis Fercán entre postales


Sala Rock and Blues, Zaragoza. Jueves 21 de marzo de 2024

Texto y fotografías: Javier Capapé.

En estos momentos de prisas y mil imágenes en un click, conviene parar y esperar. Necesitamos darnos el lujo de escuchar el silencio y detenernos por un instante concentrando el foco en lo que nos sostiene. Esta es probablemente la mejor manera de definir hoy un concierto del santiagués Luis Fercán. Pura sutileza de principio a fin. Intensidad desde la delicadeza. Dejando espacio, sintiendo la espera y deteniéndose en cada palabra, en cada acorde velado. 

El formato que presenciamos el pasado jueves en la sala Rock and Blues de Zaragoza nos ofreció a un Luis en solitario, muy discreto y prudente, midiendo cada gesto, sin nada más que un micrófono de ambiente que recogía su voz y su guitarra, sin amplificar. Con esa sencilla sonorización todo podría perderse en el aire, pero el silencio y el respeto destacó en la sala para hacer de este concierto una experiencia trascendente. 

De menos a más, pero siempre destacando la sutileza que desprendía Fercán en cada acorde rasgado con suma delicadeza y en cada fraseo vocal, contenido por momentos y desgarrado en otros. Estos matices más sutiles, como si estuviera acariciando las canciones, se lograron gracias a la sonorización comentada, que sin lugar a dudas es uno de los valores a destacar en esta gira en el caso de que veamos a Luis Fercán en solitario, porque también habrá conciertos con banda y, como es de suponer, en esos tendrá que afrontar el sonido de forma muy diferente. Por eso mismo es un lujo poder verle en este formato, que resalta la interpretación como si estuviese él mismo frente al papel en blanco. 

Esa intimidad por encima de todo, que se convirtió en el espíritu del concierto, se dejó ver desde que interpretase con sumo cuidado "Una señal" al comienzo, mostrando claramente el protagonismo del maravilloso "Postales perdidas" en la velada. "Medias rotas" descargó la culpa en los presentes, permitiendo que la dureza del texto se tornase más ligera. Cuando el dolor es compartido, duele menos, y todos los presentes estábamos dispuestos a compartirlo con un Luis que desprendía honestidad en cada palabra y gesto. "Ella" sonó más sincera que nunca desde la fraternidad que se vivía en la sala, volviendo a encogernos el corazón en su tramo final, y "Dime qué hago" (junto con "Ella" las únicas canciones que rescató de su debut) nos acunó con mucha más delicadeza que en su versión original. 

Hubo también momentos para aclarar los motivos que le llevaron a la composición de canciones como "Temple bar" (una de sus favoritas en su último disco) o "Airecillo", en la que nos sumergió en el ambiente de esa "casa vacía" donde grabó con Nacho Mur un disco que, según él, es el más especial que ha hecho y quizá sea el que mejor aguante el paso del tiempo, con el que se le recordará. Nos habló de esa casa construida por su abuelo en la que quiso grabar para impregnar a las canciones de ese halo tan especial que flota en su interior, como el espíritu que las unifica, y especialmente se detuvo en "Airecillo" porque nos dijo que captaba lo que quería con ese disco perfectamente, el sonido que perseguía con su productor (el mismo que el de "Postales perdidas") y que ha conseguido que le defina, además de declararse enamorado de esta canción, señalando que si tuviera que presentarse solo con una sería con ésta. 

Con "Ahí atrás (miedo en el mar)" hizo referencia al pasado como lugar al que agarrarse como asidero. Más ligera se nos presentó "Color miel", pero rápidamente volvió la intensidad emocional con "Tu recuerdo (verde otoño)" y "Mesa para dos". 

Cuando el tiempo vuela es porque el momento es vivido con gran intensidad. Y eso nos pasó en la noche compartida con Luis Fercán. Al llegar a una de sus canciones más queridas, como es "El Palmar", nos percatamos (y el propio Luis lo confirmó) que esto iba llegando al final. Pero con un ambiente cargado de tanta magia las despedidas son algo que cuesta aceptar. Así pues, Luis nos dijo que no haría bises, que tocaría las últimas tres canciones sin tener que salir y entrar del escenario, y de esa manera encaró "Frío al verte" (su pequeño homenaje estilístico al "Wildflowers" de Tom Petty), "110" (a la que agradeció ser el motivo para continuar en la música tras un momento de crisis en el que iba a abandonar todo y con la que empezó a sentir que la acogida general estaba cambiando) y "Busco" (con esas referencias tan directas al creador en marcha y continua búsqueda). Pero la más especial de estas últimas fue "110", en la que desnudó los motivos de su composición y se decidió cantarla entre el público, sin la distancia del escenario. De tú a tú. 

La noche se cerró de la mejor de las maneras con un Luis agradecido por el respeto del público durante todo el concierto (tanto que a veces costaba corear con él las canciones por no romper esa intimidad), así como por entender el formato en el que valen más los espacios entre notas, la caricia en la entonación o la sutileza en las formas que el desgarro y la potencia marcada. En un músico que se ofrece siempre con crudeza y un cantar aguerrido, el optar por el reposo es ya de por sí un riesgo y a la vez un gran regalo que conmueve al que se atreve a soñar entre sus canciones, a sentirse tan tocado como vivo. Como él mismo comentó, manda postales a aquellos que se lo piden en sus conciertos a modo de guiño hacia este disco y mostrándose de esta forma más cerca de su público. Valga esta crónica como nuestra postal de retorno, porque nosotros quedamos colmados con sus generosos envíos.