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La décima musa. “Los versos sáficos” de Christina Rosenvinge


Por: Guillermo García Domingo.

Fotografía de la portada: Pablo Zamora.

“Alguien nos recordará/lo afirmo/incluso en otro tiempo” proclamó Safo, poeta de la Grecia Arcaica. Han transcurrido 2600 años aproximadamente desde que escribiera semejante vaticinio en el fragmento 147, incluido en el libro “Poemas y testimonios” de Safo, anotado y traducido por Aurora Luque. La poeta de Almería es la diosa a la que Christina Rosenvinge ha invocado para que le ayude a ofrecer una nueva vida a Safo. Según los pitagóricos y los seguidores de Platón, las almas transmigran de un cuerpo a otro. Los poemas inmortales de Safo se han encarnado, entonces, en la voz de Christina y en su guitarra, en lugar de la antigua lira.

El presente disco que es objeto de nuestra crítica es la última expresión de la recuperación de Safo que ha llevado a cabo la cantautora madrileña, que dio comienzo con su actuación en el Festival de Teatro Clásico de Mérida. No podía haber un escenario mejor para convocar a Safo, de quien Platón, que no confiaba demasiado en los poetas, dijo que era la décima musa.

Los poemas de Safo son canciones, de modo que el proyecto de Christina Rosenvinge no puede ser más pertinente. Como nos recuerda Aurora Luque: “La casa de Safo era la casa de las Musas. Ella es cantora, poeta, intérprete, maestra de coro. Y, por supuesto, voz absolutamente segura del valor de su canto”. 

La liviandad de las canciones reunidas en el disco es engañosa. En apariencia son “ligeras como el aire”, que es el título de la primera canción, que deja entreabierta una ventana a través de la cual entra la brisa marina y la voz de mirlo de Rosenvinge, que está muy bien acompañada de un piano de notas dulces. Las palabras pronunciadas, los fonemas, y la música misma, no son más que vibraciones, ondas que el aire propaga. Sin embargo, qué poderosas pueden llegar a ser. Solamente los necios subestiman la belleza (“Kalón” es la palabra griega para referirse a ella). La que traslucen estas nueve creaciones de Christina Rosenvinge de Madrid y Safo de Lesbos. Los poemas de Safo, fragmentados, “rotos”, escritos en juncos desplegados, pues fueron transcritos en quebradizos papiros, conservan la misma influencia que ejercían cuando fueron compuestos.

Tanto es así que los “versos sáficos” rivalizaron en la mentalidad grecorromana con la épica homérica. Así aparece reflejado en la última canción, fascinante y electrónica, “Contra la épica (la estrofa sáfica)”. Rosenvinge se hace eco del poema que Aurora Luque titula, en su antología publicada por la editorial Acantilado, “Lo que uno ama”, cuya primera estrofa (la que patentó Safo, está formada por tres endecasílabos y un pentasílabo) empieza así: “Dicen unos que una tropa de jinetes, otros la infantería/ y otros que una escuadra de navíos, sobre la tierra/ oscura es lo más bello; mas yo digo/ que es lo que uno ama”. El auténtico don de los dioses es la ternura, como apuntó Nacho Vegas, que hace unos años fue compañero musical de la cantautora. La fuerza bruta y ciega, por el contrario, es una maldición.

Safo es muy probable que actuara como corego o maestra de un coro de jóvenes dedicadas a la música, “siguiendo la tarea del bello Orfeo”. El coro de Christina Rosenvinge está formado por Amaia Miranda en la guitarra, Irene Novoa en bajo, teclados y coros, Xerach Peñate en la batería, y la pianista Lucía Rey. El único miembro masculino del elenco es el coproductor Dany Richter. María Arnal se suma al “coro” en la “Canción de boda”, uno de tantos epitalamios que Safo creó. Canciones que propician un casamiento ardiente y satisfactorio. Esta tonada mediterránea invita a que bailemos en un banquete nupcial muy lejano.

El “Himno de Afrodita” representa un conjuro que solicita la intervención de la diosa del amor; qué no haríamos para obtener la correspondencia del amor. Eros, la pasión amorosa, se hace presente en todas las canciones, no solamente en la “Canción de la pasión”, que actualiza uno de los fragmentos más celebrados de la poética sáfica, en el que la de Lesbos reunió todas las sensaciones que el deseo por alguien provoca cuando sobreviene sin avisar. 

“Fragmentos” es una suerte de “spoken word”, similar a los que hiciera otra Safo, esta vez contemporánea, llamada Patti Smith, cuando se dio a conocer en Nueva York. En el tema “Hoy duermo sola” la artista madrileña ha fundido un poema dedicado a la vejez femenina con otro dedicado a Titono y completado en 2004 gracias al hallazgo de un papiro desconocido hasta el momento. Christina Rosenvinge disfruta de una voz propia, y una “habitación propia”, así que quién que mejor que ella para entender lo que Safo pretendía. Esta pieza es un medio tiempo delicioso con más de una intención. Titono es un personaje de la mitología griega que representa a aquellos hombres que no quieren admitir el paso del tiempo y que, por culpa de su obstinación inútil por vivir para siempre (pero no joven), fue convertido en un insignificante grillo, “¡cri, cri!”, lo que provoca la hilaridad de la cantante madrileña, quien en este tema y también en “Pajarita” hace suya la sátira yámbica, que tampoco le fue ajena a Safo. 

“La manzana” es interpretado por una voz femenina desdoblada en dos, delicadísima que nos persuade con la adaptación de un fragmento, apenas una insinuación, extraordinaria, de la poeta de Mitilene, el de la manzana supuestamente olvidada en lo alto del árbol, aunque, en realidad, lo que ocurre es “que no la pudieron alcanzar”. Dice Anne Carson a propósito de este poema abierto que “es una fotografía pequeña y perfecta del dilema erótico”. ¿Nos dará permiso la poeta canadiense para sustituir “canción” por “fotografía”?

Estos tres temas mencionados arriba (sin contar “Ligera como el aire”) son aquellos en los que mejor se manifiesta el buen criterio musical que han demostrado Rosenvinge y Richter al despojar a las canciones de arreglos innecesarios. La contención instrumental con el que han vestido a las canciones de Safo, propicia que se transparente de veras su valor intrínseco, enfatizándolo. Lo que es bello se basta a sí mismo. Demasiadas canciones prometedoras se echan a perder cuando se asfixian bajo el peso insoportable de unos arreglos grandilocuentes, épicos, en el peor sentido. 

Safo tuvo que sufrir el exilio por la intransigencia del tirano que gobernaba su “polis”, Varios siglos después, la Antigüedad languidecía, otra mujer, Hipatia de Alejandría fue víctima mortal de una intransigencia similar. En “Ágora”, la película de Alejandro Amenábar sobre la matemática, uno de los antiguos discípulos de Hipatia, Sinesio, el obispo, le pregunta de manera capciosa a Orestes, el prefecto y también discípulo de la maestra alejandrina: “¿A cuántas mujeres escuchas y admiras?” Ya que Orestes no se atrevió a contestar, lo hago yo: admiro a muchas mujeres, y una de las que más admiro es Christina Rosenvinge.