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Pedro Learreta: “Slavery Records”


Por: Javier González.

Al caminar por el centro de cualquier gran ciudad europea a uno le da la sensación que muchas van perdiendo su particular encanto, sumidas en una tendente homogeneización que solamente rompen unos pocos negocios cargados de romanticismo cuyas propuestas parece inamovibles, sobreviviendo ajenos a los cantos de sirena de la gentrificación y el turismo de masas que todo lo compra en este nefasto siglo XXI donde el capitalismo salvaje ha ganado la partida. 

De entre tales sitios, por deformación profesional, uno tiende a fijarse por encima de cualquier otros en las tiendas de discos. Ay, esas viejas catedrales  que tantos buenos momentos han brindado desde nuestra adolescencia a la madurez sin atisbo de traición. Lugares escasamente cool para el visitante objetivo, donde jamás ha pisado un interiorista, los cuales no han sufrido reforma alguna desde el momento en que abrieron sus puertas. Dueñas de un aroma característico, casi tan familiar como un guiso materno, aquel que desprenden los vinilos antiguos que encierran mil y una historias en su haber. Esperando en calma ser dotados de vida en una nueva casa donde la tirria por el streaming solo sea equiparable al aprecio por el particular sonido de una aguja al posarse sobre el acetato. 

Pocos sitios hay más evocadores que dichos lugares para sacar a pasear nuestro yo más sincero, una sensación que uno se encuentra al abrir las páginas de “Slavery Records” -Liburuak-, la primera novela de Pedro Learreta, buen aficionado a la música que se ha lanzado a la aventura de escribir una novela pensada por y para amantes de la música. 

“Slavery Records” es la historia de una tienda ubicada en San Francisco, reducto que los aficionados de paladar fino deben conocer, pues encierra todos los condimentos para que el comprador se dé un garbeo con objeto de conocer a Susan, propietaria del negocio, y a su impresionante colección de historias, personajes, vivencias y, como no, al exquisito catálogo musical que guarda en su almacén. 

Las páginas se devoran a toda velocidad, casi a ritmo torrencial, en el marco de un leguaje sencillo y directo, cayendo enganchados irremediablemente ante un universo con el que es fácil sentirse identificado. 

Las pasiones y filias por ciertas bandas y solistas, las historias vividas como fan que roban una sonrisa de complicidad, el contacto con músicos venidos a menos y los oscuros pasajes vitales de los protagonistas, todo sale a relucir en el marco de un relato capaz de conectar los sentimientos de muchas personas que un día caímos por igual presas de dicha afición. 

Es innegable el influjo de “Alta Fidelidad” y por extensión de Nick Hornby en “Slavery Records”, el propio Pedro no solo no lo oculta, es más, lo muestra abiertamente y con orgullo, sabedor de que la referencia no le hace perderse en un intento de copia, pues firma una producción aparentemente liviana y accesible, capaz de encerrar quiebros y caminos sinuosos que plantean una reflexión más profunda que va más allá de las noches de drogas, alcohol, sexo y limusinas, una realidad menos amable con la que tiene que lidiar la mayoría de gente que roza el ambiente del pop y el rock a sabiendas que el picar piedra es más real que las luces del estrellato. 

No pretendemos profundizar más en la trama, pues de hacerlo podríamos caer en un “spoiler” innecesario; desde aquí felicitamos a Pedro por su labor y nos ponemos tras la pista que deja para próximas entregas. 

Y a usted, querido lector, le recomendamos un acercamiento desenfadado a “Slavery Records”, avisando que en el trayecto se encontrarán con algunos caramelos envenenados y que a la finalización del periplo, más allá de una profunda revisión a algunos discos clásicos que veladamente se nos invita a rescatar, tocará dar una pensada a esto del mal llamado “Rock and Roll way of life”.