"La Estrella Azul", el camino interior de Mauricio Aznar


Por: Javier Capapé 

No busquéis un relato sobre las grandezas del rock and roll en "La Estrella Azul". Tampoco un ensayo sobre los bajos fondos asociados a las estrellas de la música. El primer largometraje de Javier Macipe es el perfecto retrato de una búsqueda. No es un biopic al uso, sino el reflejo de un episodio clave en la vida de Mauricio Aznar, el músico aragonés que lideró Más Birras y Almagato antes de su precipitada muerte en el año 2000. "La Estrella Azul" es un relato que se mueve entre el formato documental y la ficción para adentrarnos en el valor del oficio del músico en búsqueda de aquello que le mueve para crear. La historia de Mauricio representa la realidad de la gran mayoría de los músicos. Esos que, sin obtener el reconocimiento que tantos ansían, no se detienen en ese viaje que, aunque tenga pocas glorias, está repleto de vivencias, las que se convierten en canción y nos dan sentido.

Mauricio Aznar fue un músico tan amado como maldito. En su ciudad natal somos muchos los que sabíamos de su carisma y nos dejamos seducir en algún momento de su carrera por su talento. En mi caso, fue en sus últimos años cuando entendí su relevancia, en su camino a través del folklore latinoamericano, dando vida a Almagato, formación con la que dejaba atrás su pasado rocker para deslumbranos al ritmo de chacarera. Una etapa que tenía algo que me producía inquietud y fascinación. Ganas de conocer aquello que parecía que me tocaba de lejos, pero que al escucharlo sentía una innegable conexión. Algunos le cuestionaban en esos años tras no aprovechar el tren con el que dejó pasar la oportunidad de encumbrar a Más Birras, pero yo creí entender sus motivaciones y su intención de hermanamiento con la tradición en algunos de los conciertos que presencié de aquella época. Por eso mismo, cuando me he encontrado con que la película que con tanto amor le dedica el aragonés Javier Macipe se centraba en ese viaje por el noroeste argentino que le hizo replantearse su espacio como artista y creador, he sido consciente del gran regalo que me caía entre las manos. Mauricio Aznar iba a quedar retratado para el celuloide en la etapa de su vida que más le hizo enamorarse de la música. Más que esa en la que recibía elogios en sus acelerados conciertos de su ciudad con su banda madre. Porque no le bastó con esas palmaditas en la espalda que podía recibir con su guitarra eléctrica en ristre, como bien se ve en los momentos de sufrimiento en el escenario que refleja el inicio de la cinta, sino que quiso seguir adelante, no conformarse, apearse de su acelerada y tóxica vida y encontrarse consigo mismo mientras buscaba el sentido del espíritu creador que realmente le movía. Huyó a Argentina buscando a Atahualpa Yupanqui y se encontró con "el padre de la chacarera" como el símbolo de aquel que ama la creación como parte de su sentir vital.

La transformación de Mauricio Aznar Müller a Mauricio Carabajal Müller es un descubrimiento necesario, uno que todos querríamos vivir. El que te lleva a buscar tu esencia, a aprender a valorar tanto o más el silencio como el sonido. El que te enseña el valor de lo pequeño mucho más allá de lo superfluo. El que te hace entender lo que significa escuchar para transformar esas enseñanzas en arte que tenga un significado y un impulso o compromiso vital. 

En una de las emocionantes conversaciones (siempre tomadas con la necesaria calma) entre Mauricio y Carlos Carabajal representadas en la película, Carlos le otorga el título de guitarrero por encima de guitarrista a Mauricio, y en esa sutil transformación se entiende el rayo que atravesó el alma del protagonista de esta película y cambió el sentido de su vida hasta su abrupto final. Aunque no terminó allí, ya que su sentir siguió transformando, quizá más en Santiago del Estero, donde la familia Carabajal siguió celebrando con él el arte y la vida. Pero de alguna manera también consiguió cambios a este lado del charco, donde su intención de hermanamiento con la tradición latina comenzó a dar sus frutos en nuestra escena (en los albores de esta intención titánica se halla esa fantástica escena del film en la que Mauricio trata de reivindicar un escenario digno para su música con un funcionario del consistorio zaragozano con motivo de la festividad del día de la Hispanidad). 

Pepe Lorente consigue hacer creíble a un Mauricio Aznar que muestra con gran solvencia tanto su socarronería como sus momentos más emotivos. Se mueve con soltura del desparpajo y la espontaneidad maña a la conmoción y el llanto más sincero. Te hace reír y emocionarte con el mismo acierto. Es la vida misma y la viva imagen del espíritu de Mauricio. Por su parte, Javier Macipe, como guionista y director, también consigue que atravesar esta experiencia cinematográfica se convierta en un sendero de paz y sosiego, de búsqueda y aceptación. Emplea recursos que van desde la trastienda del rodaje (ya en la primera escena nos deja claro que sus formas no son las más convencionales al mostrarnos parte del guión en pantalla) hasta el mismo casting (uno de sus momentos cumbre), pero sin olvidarse de que lo importante está en el sentimiento, en la música que trasciende y en el poso que a todos nos queda. "La Estrella Azul" es un relato sobre la vida y la muerte, sobre el arte y el artista, y en el fondo, sobre los pequeños detalles y descubrimientos que nos sostienen. No es un relato trágico, es una obra llena de color, y de ella aprendemos (en palabras del propio Macipe) que "es imposible saber si Mauricio quiso morir o si fue un accidente", aunque él mismo confiesa que una sabia mujer argentina le hizo ver que eso no tenía ninguna importancia, asegurándole que "no somos nosotros los que caminamos hacia la muerte sino la muerte la que camina hacia nosotros". 

Como me decía un amigo hablando de Mauricio: "en la música hay más gente picando piedra que disfrutando del mal llamado éxito". Y es totalmente cierto. Desde su adolescencia el músico zaragozano trabajó de manera constante y perseverante con Golden Zippers y Más Birras. "Picó piedra". Vivió sinsabores, cayó en adicciones, tuvo mucho que tragar. Pero en el momento que se bajó de aquel autobús camino de Cerro Colorado para dejarle el sitio a aquella mujer argentina y a sus dos hijos, regresó al festival de Cosquín y descubrió de cerca la chacarera. Entonces comenzó su verdadero viaje. Abandonó Cosquín camino de Santiago del Estero y su vida tomó otro color, el que le hizo encontrarse y entender que la música no se elige, nos metemos dentro de ella. Esa es la verdadera lección de su vida. La música fue la que le eligió a él y le transformó, y ahora podemos ser testigos de su verdadero don gracias a esta pequeña obra de arte que tras mucho tiempo de gestación (como los grandes trabajos hechos con mimo y sin prisa) por fin es de todos. Si no conocían a Mauricio Aznar más allá de ser el autor de "Apuesta por el rock and roll", no será impedimento disfrutar de cada minuto de este poema visual y sonoro. Si por el contrario son de los afortunados que lo escucharon en vida, tienen una gran oportunidad para redescubrirlo y volverse a enamorar de su generosidad hecha música, así como de su humanidad, honestidad y desbordante personalidad.