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30 aniversario del disco "Crooked Rain, Crooked Rain", de Pavement


Por: Àlex Guimerà

La disociación entre arte y popularidad es constante, no sólo en la pintura o en la literatura sino también en el mundo de esta forma artística a la que conocemos como rock. Creatividad, talento e innovación no han ido necesariamente asociadas a las ventas astronómicas de discos, los grandes taquillazos ni al reconocimiento masivo de los medios de comunicación. Es más, la mediocridad muy a menudo ha impostado el talento, del mismo modo que gente cuyo ingenio ha supuesto avances e influencias para el futuro desarrollo de la evolución musical ha sido ignorada por la industria y por sus canales "mainstream". Uno de los más recientes ejemplos lo encontramos en Pavement, una formación norteamericana de indie rock a la que muchos han calificado como “la banda de los noventa”. Y razones no les faltan.

Formados tras la senda marcada por bandas de rock independiente “Made in USA” de los ochenta como REM, Sonic Youth, Husker Dü o Dinosaur Jr. precisamente llenaron el vacío dejado por estos en una década de los noventa en la que estos cayeron hacia un éxito masivo (hablo especialmente de la banda de Michael Stipe) o hacia su disolución u olvido. Pioneros del movimiento Lo-Fi cuya máxima premisa era recuperar para el rock la autenticidad de su sonido más directo y crudo utilizando medios tecnológicos simples en las grabaciones, con su primer álbum “Slanted and Enchanted”, de 1992, lograron captar esa aura amateur pretendida a lo que añadieron unas letras ingeniosas a la vez que incisivas.

Pero fue dos años después cuando alcanzaron su cenit creativo de la mano de este monumental "Crooked Rain, Crooked Rain". Un segundo trabajo donde el conjunto cambió su composición ya que una de sus almas, Gary Young, tuvo que ser expulsado por sus incipientes problemas con las drogas y el alcohol y por su comportamiento conflictivo e imprevisible durante las giras. Al parecer, el ex-hippie y batería se levantaba a media actuación para dar vueltas entre el público, si es que no se había quedado colapsado y dormido encima de los bombos, sin contar con las veces que se plantaba en la puerta de la sala para regalar a sus fans ensaladas o puré de patata.

Por ello, y para completar la banda, llegaron unos tipos normales llamados Bob Nastanovich, Mark Ibold y Steve West que se añadieron a Steven Malkmuss (guitarra, voz e imagen de Pavement) y a Scott Kannberg para irse a gravar a Londres bajo las órdenes de Joe Boyd, antiguo productor de ilustres como Nick Drake o Fairport Convention, con quien no faltaron las tensiones.

En el plano musical, relajaron su estilo de tocar y fueron menos "Low Fidelity" que en su debut aunque se mantuvieron fieles a su fórmula original. Y es allí donde precisamente recae su grandeza: en cómo supieron hilvanar a través de atractivas melodías pop todo el ruido, el caos sónico y las estructuras disonantes aprendidas de las bandas alternativas de los ochenta.

En "Crooked Rain, Crooked Rain", además, vemos un eclecticismo que caracterizará al conjunto a base de sus múltiples influencias: desde la siempre referenciada Velvet Underground - especial atención a las similitudes en el canto de Malkmus con Reed - a los mancunianos The Fall, pasando por Dinosaur Jr. o The Kinks. Pero especialmente la fusión distorsión y melodía herencia de los Sonic Youth y la adopción de las alternancias altos-bajos de inevitable recuerdo a la banda de Frank Black (Pixies).

Así, “Silence Kid" -en edición original por error de impresión se titulaba "Silence Kit"- llama la atención por su imprevisible aunque coherente cambio de ritmo. De "Stop Breathin'" destaco los acordes hipnóticos de su magistral guitarra final, de "5-4=Unity" su inspiración en el jazz, de "Newark Wilder" su delicado y frágil desorden. Luego vienen "Unfair" y "Gold Soundz", piezas centrales de la obra. La una invade por su ritmo desgarrador y bien hubiera podido sido compuesta por el mismísimo Kurt Cobain, la otra es más pop y está conducida por una sublime guitarra rítmica.

Y qué decir de "Cut Your Hair", uno (sino el mayor) de los emblemas de la formación que incluso tonteó con el éxito. Se trata de una crítica mordaz contra aquellas bandas de rock que cuidan demasiado su estética en lugar de preocuparse por su arte. Otra a destacar es "Range Life" , un fabuloso medio tiempo con alma naif y cuerpo minimalista. Es la perfecta antesala del camino que tanto y tan bien luego explorarían bandas del Alt-Country como las capitaneadas por Jeff Tweddy y sus geniales Wilco. En su letra, además, se incluyen referencias despectivas a Smashing Pumpkins y a Stone Temple Pilots que no sentaron demasiado bien a los afectados. En cambio, "Heaven Is a Truck" se convirtió en una de las favoritas de sus fans a pesar de que Malkmuss la metió en las sesiones de remasterización a escondidas y en contra de la voluntad de sus compañeros. La siguen "Hit the Plane Down", caótica pero manteniendo cierta coherencia, quizás por virtud de su contundente línea de bajo, y "Fillmore Jive", especial homenaje a los mods ingleses de los sesenta, cuya épica cierra magistralmente un álbum lleno de matices para explorar.

Curioso que teniendo muchos elementos de grandeza pasaron a ser considerados como extraños y como banda de culto para una minoría, cuando tenían talento suficiente para poder arrollar el mercado y encumbrarse hacia el estrellato. El problema quizás se encontraba en su imagen de tipos corrientes: ni consumían cocaína, ni estaban atormentados, y menos aún cuidaban su estética. Se trataba simplemente de varios jóvenes que se divertían haciendo música y experimentando con ella. Encima en nuestro país pasaron prácticamente desapercibidos ya que apenas lograron entrar en los circuitos de la música independiente de los noventa, cuya hegemonía recayó en los prolíferos y abundantes grupos británicos y sus a menudo fáciles y seductoras artimañas que lograron el interés masivo de los modernos sin dejar grandes aportaciones para el futuro del rock, con contadas (pero notables) excepciones. Aunque es fácil decirlo a tiro pasado, el tiempo y la distancia hacen que los discos se revaloricen en su justa medida, a la vez que nos ayudan a comprender el alcance y el sentido de la frase de “más vale caer en gracia que ser gracioso”. Y la gracia en los noventa se encontraba al lado de los Pavement.