Pablo Cuevas es una figura reconocible dentro del rock sevillano de los últimos años, su nombre está asociado al de una banda que es sinónimo de categoría como son Los Fusiles; allí ejerce las veces de compositor, cantante y guitarrista, habiendo entregado hasta la fecha tres obras de lo más potentes como “¿Quién le escribe al Coronel?”, “Victoriosa” y “A Mano Armada”, todas ellas publicados bajo la siempre efectiva etiqueta de Family Spree Recordings, donde predica su visión castiza y socarrona del día a día, siguiendo la escuela del mejor rock and roll estatal sin por ello renunciar a una personalidad especialmente marcada que ahora va más allá, al mostrar interés por explorar otros estilos a los que da rienda suelta bajo su propio nombre.
Una noticia que aunque inesperada no nos causa sorpresa, puesto que uno recuerda entrevistas anteriores en las que abiertamente hablaba de seguir dando pasos, investigando otras parcelas sonoras, algo que ya hiciera con Los Fusiles en cortes como “La Esquina de tu Casa”, mezclando un pasodoble rockerizado con sonoridades skatalíticas, con claras reminiscencias al sonido del mítico sello 2Tone; el caso es que ahora redobla apuesta sumergiéndose de forma canalla en los terrenos de géneros como el tango, pasodoble, chanson y el soul, sin abandonar ni por asomo sus veleidades más rockeras, con un relativo minimalismo de formas, logrando un más que sorprendente resultado, donde deslumbran sus sentidas historias cotidianas, impregnadas de personajes corrientes, casi desarrapados, a las que viste con armonías que encierran pasajes cercanos a ritmos andalusíes, ibéricos y mediterráneos que lo mismo te hacen pensar en Elvis que en Edith Piaf, pasando por Carlos Gardel y Django Reinhardt desembocando en Malevaje y el imprescindible Adriano Celentano.
Y ahí aparece, desde la misma portada, el bueno de Pablo en una foto de perfil en blanco y negro, sentado sobre una silla, marcando patillas rockers y camisa negra a botón desabrochado, al más puro estilo de las míticas portadas que durante los ochenta nos regalaba el maestro Alberto García-Alix, retando al oyente, invitándole a sumergirse en este universo que arranca con “Al Mandamás”, ritmo marcial, hechuras minimalistas y casi acústicas, cruzando “London Calling” con el maestro Reinhardt, aderezados por pianos jazzísticos, con la chulería por bandera, arrastrando las palabras, reconfortando a cada frase, antes de jugar a ponerse bajo la piel de Roberto “Polaco” Goyeneche y nuestro amado Antonio Bartrina en la casi porteña “El Aroma Perfumado”, una historia de amores perdidos y recuerdos.
A palabras mayores suena “Ginés el de San Juan”, con una solemne introducción, rockabilly sobrio de escobillas, puro casticismo rutinario, costumbrismo mayúsculo y narrativa con perspectiva y visión de clase trabajadora; emotiva y punzante suena “La Boda Civil”, quizás la que tenga unos aires más modernos en cuanto a sonoridad, y la no menos potente “Mi Dimisión”, su particular “Impazzivo per Te”, una personalísima despedida con la que es sencillo sentir empatía, también sorprende por sus efectivos dejes sureños “Los Cuatro Claveles”, donde Pablo suena más cercano que nunca al folclore asociado a su tierra con unas palmas que casi la convierten en una bulería.
La recta final arranca arrebatadora con los aires afrancesados que envuelven “La Tropa”, suena a humo de madrugada en una taberna de aires viciados y cargada, dramática y cálida, el pasodoble instrumental con sabor a rondalla que es “El Buen Augurio” y la despedida que supone “El Barco de la Victoria”, sentida y poética, perfecto cierre para una colección inmaculada a la que es imposible no volver en bucle.
Pablo Cuevas ha decidido llenarnos de claveles y orgullo la solapa, da igual la piel con que decida vestir las canciones, sus historias, narradas y escritas a pie de calle, saben mucho de emociones y sentimientos, entonadas para honor de los desarrapados y de aquellos a los que Carlos Cano, cuya figura también sobrevuela estas tonadas, llamó cariñosamente “La Morralla”; su forma de componer puede sonar a rock o a músicas de raíz, pero siempre firma piezas reconocibles y honestas. Solo podemos agradecer este regalo que es “Cuatro Claveles”, uno de los discos del año para unos pocos oyentes ávidos de sensaciones potentes, los cuales tenemos su nombre escrito en letras doradas en lo más alto del imaginario de grandes creadores de canciones "underground" con sello netamente español.