“Siempre ha habido artistas que sólo quieren entretener y otros que tienen una actitud y una intención artística”
Sin 091 esta web no existiría. Suena extraño, fuera de lugar y puede que grandilocuente, pero es real. El punto de unión para arrancar fueron los cero. Y quince años después, ahí seguimos. Fieles a la costumbre. Cuando la aventura comenzó, la banda granadina estaba fuera de los escenarios, por suerte José Ignacio Lapido permanecía al pie del cañón, impartiendo su magisterio, acercando la palabra al pueblo rockero y dignificando el arte del trovador electrificado deudor del primer "bluesman".
No fallamos a la cita en ningún disco, no había excusa para hacerlo, el material siempre estaba a la altura del mito y cada presentación en vivo era una celebración junto a Lapido y su siempre bien engrasada banda, quienes nos regalaban lecciones de vida y rock con hechuras clásicas de alto octanaje.
Muchas han sido las reseñas, directos y las entrevistas que nos han permitido acercarnos a él, conocerle más de cerca, sin que nuestra admiración haya mermado ni un ápice, jamás nos dio motivo para ello. Era obligatorio invitarle a nuestro humilde banquete, aún sabiendo cuál sería su respuesta, sentíamos cierto respeto al proponérselo. Ya saben ustedes lo que dicen las sagradas escrituras: “Señor no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”. Las de José Ignacio Lapido llevan toda una vida sanándonos, sin perder vigencia y sonando de lo más certeras, tal y como demuestra una vez más en esta entrevista que con especial orgullo hacemos suya.
¿Qué valoración general harías de la actual situación del "mundillo" musical?
José Ignacio: Nunca ha llovido a gusto de todos. Desde que empecé a interesarme en serio por la música, antes de ser músico incluso -te estoy hablando de mediados de los años 70-, la música pop se ha movido siempre entre dos planos: la horterada de toda la vida y las propuestas que tienen cierto interés artístico. Me refiero a que siempre ha habido artistas que sólo quieren entretener y otros que tienen una actitud y una intención artística que va más allá del puro entretenimiento para masas. Ahora es igual, lo que ocurre es que lo hortera gana por goleada. Y con el beneplácito de algunos medios que no se atreverían a brindar ese apoyo a propuestas similares en literatura, cine o artes plásticas. Otra diferencia fundamental es que antes no era necesario tener un cuerpo de baile ni fuegos artificiales en el escenario. Para eso estaban las artistas de revista y las Fallas. Ahora no eres nadie si no llevas al ballet Zoom detrás. Que Dios los perdone.
Siempre se ha hablado del directo como último refugio para mantener con vida a las bandas, ¿Crees que hay una red de salas y condiciones favorables a lo largo del Estado?
José Ignacio: Sigue habiendo salas, pero es obvio que cada vez menos, sobre todo en el centro de las ciudades. Supongo que por eso se han subido a la parra en cuestión de alquileres, y eso hace que bandas nuevas sin un público consolidado no puedan tocar. Además, hay que planificar las giras con más de un año de anticipación, si no, no encontrarás días buenos en ninguna sala. Está bastante más complicado que antes, que con tres meses de antelación podías organizarlo todo. El directo, para artistas como yo, significa lanzarse al vacío. Sacas lo que recaudas, descontando gastos y pagando sueldos, porque el 90% de los conciertos son autogestionados por el propio artista.
“Los festivales, que nacieron a finales de los 60 como una manifestación contracultural, se han convertido en excelentes escaparates del consumismo capitalista con música de fondo”
¿Cuál es el papel que en ese sentido crees que juega la proliferación de festivales?
José Ignacio: Los festivales, que nacieron a finales de los 60 como una manifestación contracultural, se han convertido en excelentes escaparates del consumismo capitalista con música de fondo. De hecho, he leído que algunos de los grandes están en manos de fondos de inversión. Son eventos apetitosos para organismos oficiales, bancos, telefónicas, cerveceras etc. Grandes vallas publicitarias para muchedumbres con ganas de diversión. Si un concierto lo conviertes en feria popular o en romería, las ganancias se multiplican. También he de decir que no todos son iguales. Hay algunos que aún mantienen un criterio y un respeto por los músicos.
Ahora que la venta de discos es irrisoria, las plataformas siguen robando a los creadores con porcentajes ínfimos por reproducción y en los festivales apenas se paga a los artistas más minoritarios, salvo honrosas excepciones. ¿Por dónde pasa la durabilidad de los proyectos y las carreras de larga duración?
José Ignacio: Pasa por abandonar toda esperanza de dedicarse profesionalmente a esto. Pasa por la renuncia a vivir de la música. Ahora que está tan de moda el estoicismo.
A la hora de disfrutar de la música como oyente, ¿prefieres acercarte a los clásicos con los que te hiciste melómano/a o bien prefieres escuchar propuestas novedosas? ¿Por qué?
José Ignacio: Ambas situaciones no son excluyentes. Me gusta volver a emocionarme y deleitarme con músicas escuchadas infinidad de veces y que me siguen provocando las mejores sensaciones. Y me gusta escuchar artistas nuevos que tienen lo que hay que tener: talento y buen gusto. Y los hay, sin duda alguna.
Todo oyente tiene algún secreto no confesable de bandas y/o músicos que le emocionan y que no suelen estar bien vistas, ¿Cuáles serían los tuyos y por qué?
José Ignacio: Si fuera “no confesable” no lo diría aquí. Ya dije en su día que suelo tararear las noches de cuarto menguante las coplillas famosas de Baccara. También canto entre dientes cuando camino por la calle el himno de María Auxiliadora, patrona de los Salesianos.
¿Cuál fue ese primer contacto con la música que te empujó a dedicarte a ella?
José Ignacio: No creo que fuera solamente un acontecimiento puntual el que me decidiera a dar el paso. Son muchas cosas. Escuchas los discos adecuados en tu juventud; te interesas por los intérpretes que hay detrás de esas canciones; intentas imitarlos; se te llena la cabeza de fantasías de rock and roll; te juntas con gente que tiene las mismas inquietudes que tú, y de pronto ya has arruinado tu vida: has montado una banda de rock y sabes que nunca podrás dejarlo.
Cita cinco nombres básicos en tu reproductor en los últimos meses.
José Ignacio: Natalia Lafourcade, Poky Lafarge, Slade, Sandy Denny y Everly Brothers.
“El directo, para artistas como yo, significa lanzarse al vacío”
¿Qué artistas malditos, minoritarios o relativamente novedosos nos recomendarías encarecidamente no perder de vista?
José Ignacio: El malditismo fuera de España, en USA o UK no es lo mismo que aquí. Los artistas “malditos” americanos tocan por todo el mundo y tienen su punto de glamour y reconocimiento. Los artistas malditos españoles no tocan en ningún sitio y sobreviven a duras penas trabajando en otra cosa. Más que de malditismo, concepto que tiene cierta evocación literaria, hablamos de proletariado musical. A mí mismo me han tildado numerosas veces de artista maldito. Nunca he tenido vocación de serlo, en absoluto. Ojalá hubiera sido mainstream desde el principio y no tuviera que estar preocupándome por la miseria de pensión que me quedará cuando me jubile como autónomo. Pero en fin… sarna con gusto no pica. Os recomendaré dos artistas que no son malditos, pero con los que he tenido el placer de colaborar recientemente y que acaban de sacar sendos discos impecables: Casas y La Pistola, de Sevilla; y Javi Tejero, de Granada.
Nacido en Granada, cuna ancestral de nuestro arte más profundo y sublime. No se entiende el ritmo de tu ciudad sin las frases que has escrito tanto en solitario como con 091. ¿Qué sientes al saber que sin ti nada hubiera sido igual ni para la ciudad ni para muchos de nosotros?
José Ignacio: Que sin mí nada hubiera sido igual es mucho decir, ¿no crees? Es un hecho cierto que cuando aparecimos nosotros, los Cero, la escena rock en Granada era un páramo, con apenas unas cuantas bandas amateurs. Pero ya nos han reconocido ese impulso inicial que dimos a la música de nuestra ciudad a principios de los 80, y el valor de toda la obra que hemos ido creando a lo largo de estos más de 40 años, tanto los Cero como yo en solitario. Eso es lo importante, las canciones que has dejado. Ya nos dieron la Medalla de Plata de la Ciudad, La Púa de Plata y recientemente la Medalla de Oro de la Provincia. Además, le pusieron nuestro nombre a una plaza. ¿Qué significa eso? Que estamos más cerca de la tumba que de la cuna.
“Más que de malditismo, hablaría de proletariado musical”
Johnny Cash nos legó su “Autobiografía”. ¿Crees que José Ignacio Lapido, nuestro particular “hombre de negro”, nos brinde la suya?
José Ignacio: Acepto ofertas editoriales, pero mi vida no es ni mucho menos tan interesante como la de Johnny Cash. Siempre queda la opción de inventar una vida paralela para escribir sobre ella. Bob Dylan hizo algo parecido y le salió muy bien.
¿Cuál es el primer recuerdo que tienes de nuestra revista digital?
José Ignacio: Tú me contaste una vez que a la primera entrevista que me hiciste llegaste acojonado. No sé qué clase de mala fama me precedía. Yo me porté en aquella entrevista como un caballero, que es lo que soy, pero si llego a saber de vuestro temor preventivo os hubiera gastado alguna broma a modo de exabrupto fingido. Para ver qué cara poníais. (Risas)
¿Qué valoración haces de nuestra evolución como web asentada dentro de la oferta de prensa musical, nacional y gratuita? ¿Qué es lo que más te gusta de El Giradiscos? ¿Y lo que más te irrita?
José Ignacio: Para los melómanos, leer sobre música es casi tan importante como escuchar música. Y los lectores pedimos criterio y conocimiento por parte del que escribe. En vuestra web se ve que los que escribís tenéis verdadera pasión por el género y sabéis de lo que estáis hablando. En el apartado de cosas mejorables, si me lo permites, te diría que al diseño se le podría dar una vuelta.
Espacio libre para una felicitación, crítica o lo que venga en gana…
José Ignacio: Te lo diré cantando: “Quince, quince, años, años, tiene mi amor, y gusta, gusta, tanto, tanto, bailar el rock…” Venga, a por quince más.