Por: Javier Capapé
Lo consiguió. Coque Malla ya no tiene dieciocho años, como dice en "Místico", pero nos desnudó el alma. Nos sumergió en un viaje sonoro sin parangón. Ese al que nos invitó al comenzar su concierto en el Teatro de las Esquinas zaragozano. Concierto que era al mismo tiempo la puesta de largo de su gira, su primera parada, en la que pudimos ver cuál va a ser su propuesta en los próximos meses, mientras "Aunque estemos muertos" lleve la voz cantante.
Con el arranque pausado de "Bailo con los muertos", que te va introduciendo en esas atmósferas tan particulares de su último disco, seguido de la provocadora y afilada "Místico", Coque nos propuso dejarnos llevar por un viaje arriesgado pero totalmente placentero si nos disponíamos a hacerlo nuestro. Advirtió desde el principio cuáles iban a ser sus cartas, y así nos animó a dejar de lado otros distractores para meternos de lleno en "Aunque estemos muertos". Lo iban a tocar como la obra completa que es. De principio a fin y sin interrupciones. Es así como querían ofrecérnoslo y lo aceptamos de buen gusto. Un disco temático y tan bien hilado como éste merece todo el espacio necesario en su gira de presentación y el público lo entendió perfectamente. Abrimos los oídos, nos deslizamos en cada una de sus paradas desde el primer momento y descubrimos, como nos aseguró Coque, nuevos horizontes en unas canciones que ya empiezan a ser imprescindibles en su repertorio (algo constatado por la sorprendente respuesta del público ante las mismas). Podrá ir cayendo del setlist alguna más adelante, pero ahora no es el momento. Este disco es para escucharlo entero tal y como ha sido concebido, con sus protagonistas sin apenas alteraciones (más allá de las que el propio directo impone) y con la banda que lo ha gestado unida frente a un público que quedó totalmente eclipsado por la magia de estas diez grandes creaciones.
"El saco de los sueños" mostró el potencial vocal de la banda que rodeaba a Coque Malla. A falta de las magníficas voces que pueblan el álbum, Héctor Rojo y Amable Rodríguez estuvieron a la altura arropando al madrileño. Pero no solo se lucieron en las voces, ya que Rojo dejó pasajes memorables al bajo esparciendo dibujos con las cuatro cuerdas en momentos puntuales de la noche y Rodríguez hizo lo propio a las seis cuerdas que, tamizadas tras múltiples efectos, dieron rienda suelta a la versión más espontánea de este guitarrista explosivo y totalmente libre. David Lads se mantuvo más contenido tras las teclas en la parte de atrás del escenario y Gabriel Marijuán dotó con sus baquetas de toda la fuerza y contundencia que requería cada interpretación. Una banda que entiende perfectamente estas canciones y les imprime un carácter único. Los mejores escuderos de Coque Malla, el verdadero protagonista junto a sus diez nuevas criaturas, que, pese a tener que pasar las dos horas de concierto sentado debido a su reciente rotura en el pie izquierdo, no restó ni un ápice de fuerza o garra a la velada. Es un titán que sabe manejar como pocos a su público, que da lo mejor de sí mismo siempre. Y el sábado, en su primer bolo tras más de un año sin pisar los escenarios, no iba a ser menos. Se le notaba ansioso, con ganas de darlo todo, y su pierna de "robocop" no iba a impedírselo. Así fue. Cómplice en todo momento con sus músicos, a los que dedicó palabras y gestos de agradecimiento en todo momento, y con su público, absolutos privilegiados por compartir una noche más junto al eterno "ronaldo".
Este viaje siguió funcionando a la perfección con el tema titular, mucho más emotivo y sincero que en su versión de estudio, o con "Bla, bla, bla", en la que Coque mostró su lado más teatral. Todas en el mismo orden que en el disco, pero funcionando como un todo al que no podía faltarle ninguna de sus partes. "¿Volverá?" se movió ligera entre el público, buscando miradas e interpelando con sus preguntas a cada uno de los presentes. "Baila en la oscuridad" fue como un sueño revelador y "Como los gatos salvajes" nos hizo maullar a todos como fieros felinos que gozan de cada acorde. La canción lo merecía porque sin duda es de las más acertadas y adictivas de toda la colección (con esos recitados tan característicos e irresistibles de nuestro protagonista), que definitivamente estalla en su interpretación más incisiva en vivo. Tampoco faltó el trance de "El Dragón" ni el sentido cierre de ciclo de "Como la mañana", que en su intento de sonar como un cuento que termina arrancó con una de las canciones del clásico "Blancanieves" sampleado. Sinceramente, la experiencia de escuchar todas estas canciones en directo en un todo unido es una invitación a volar junto a ellas, a focalizar toda nuestra atención en su mensaje y dejarnos llevar por sus pasajes sonoros. Un lujo en estos tiempos donde se impone la multitarea. Si además son capaces de atender esta propuesta sin móviles de por medio, la experiencia será, sin lugar a dudas, doblemente reconfortante.
Y tras confirmar que podemos vivir aunque estemos muertos, tras dedicar profundos maullidos de pleno gozo a la banda y tras rugir como nunca antes con Coque, porque sí, estas son algunas de sus canciones más directas y contundentes en las que no deja ni por un momento la electrificación, hubo tiempo para mucho más. Para desempolvar grandes éxitos y píldoras imprescindibles. No faltó la confesional "La señal", ni la obligatoria "No puedo vivir sin ti", que es ya más un elegante karaoke que una canción para lucimiento de Malla. También hubo momento para volver a lo acústico tras los pasos de la delicada "Berlín" o de mi ranchera favorita, "Hace tiempo", con Coque dedicándonos una de sus estrofas "a pelo" y mostrándonos todo lo que lleva dentro. La circense "El último hombre en la tierra" se electrificó en su crescendo final antes de dar paso a la explosión general con el recuerdo a los Ronaldos en "Adiós, papá" y "Por las noches", con un Coque desatado y una banda que engrandeció estas canciones inmortales, antes de que voláramos seguidamente con el sonido Filadelfia de "Un lazo rojo, un agujero", en la que Héctor Rojo hizo las veces de Kase O. con bastante solvencia.
Muletas al aire para recibir unos bises súper vitaminados con esa inyección de optimismo y rock que es "Sólo queda música" que, junto a "Guárdalo", demostraron que la noche derrochaba watios, riffs y fuego por todos sus poros. Para el definitivo final Coque Malla se guardaba un preciado as en la manga que iba a suponer el cierre del círculo perfecto. "Me dejó marchar" entroncó perfectamente con las canciones de "Aunque estemos muertos", en una misma línea que prolongó las redes tejidas por las diez canciones presentadas en bloque al principio de la noche y que supuso el mejor broche para las mismas, porque "Me dejó marchar" ya lleva mucho tiempo con nosotros, pero podría haber formado parte perfectamente de su último disco sin desentonar un ápice. Es por esto que fue la mejor forma de terminar este concierto, recordándonos que aún podemos dejar a nuestra sombra marchar aunque estemos bailando con ella.
El de Zaragoza fue el primer concierto de una gira que promete dejar huella. Han quedado atrás esos arreglos orquestales para dar paso a la garra más incisiva con la que vestir a uno de los temas más controvertidos de la mediana edad. Pero con Coque todo es más fácil. Nos sabemos afortunados por caer en sus trampas hechas canción y comulgamos con su propuesta como fieles acólitos a los que no importa que entre medio se nos interpongan unas muletas o un taburete para dirigir la ceremonia. Desde su butaca domina el sutil ejercicio de la provocación y nos atrapa. No hay barreras para el eternamente joven Malla, aunque estemos muertos.