Por: Javier Capapé
Input output. In and out. Doce cancines en las doce lunas llenas de 2023. Esa ha sido la inteligente propuesta de Peter Gabriel para su más reciente lanzamiento en forma de disco, que se ha materializado el primer día de diciembre de este año que acaba, pero que comenzó el pasado seis de enero. Veintiún años después de su último disco con canciones originales, aquel reivindicable "Up", Peter Gabriel ha vuelto a ofrecer lo mejor de sí mismo (aunque es de justicia decir que nunca ha entregado un mal disco) a sus setenta y tres años. Como si nunca se hubiese ido. Como si lanzase uno de sus discos más acertados en el mejor momento de su carrera. "i/o" nos retrotrae a finales de los ochenta o principios de los noventa, cuando el británico vivía uno de sus mayores momentos de popularidad, tras su enormemente reconocido "So" y su excelente continuación con "Us". Pero la entidad de este "i/o" no depende de estos pilares. Se sostiene maravillosamente por sí solo entre lo más granado de su excelsa discografía. Lejos quedan sus propuestas orquestales recreando sus éxitos y canciones ajenas una década atrás. También las giras conmemorativas como "Back to Front", celebrando los veinticinco años de "So".
El músico de Surrey nos ofrece esta vez una doble experiencia materializada en cada una de estas canciones. La luz y la oscuridad que desprende cada una en una doble mezcla, que se nos presentan en discos separados. El primer mix a cargo de Mark 'Spike' Stent, la cara brillante o "Bright-side mix", y el otro de la mano de Tchad Blake, la mezcla más oscura o "Dark-side mix". No hay grandes diferencias entre ellas, tan sólo matices, pero cuando te detienes a escucharlas en profundidad puedes entender cuál está más destinada a ser degustada al fragor del día y cuál con intimidad y nocturnidad. Y no sólo queda en esto la magnitud del proyecto. Cada tema viene acompañado de un artwork de lujo, tanto para su edición física como para sus fondos en las plataformas de streaming. Música e imagen unidas, intentando conformar entre ambas un sentido global, lo que hace a esta colección todavía más sugerente. Si lo intentamos podemos buscar ese sentido lógico entre mensaje lírico y arte visual. Algo fascinante y siempre muy cuidado por Gabriel, pero esta vez todavía más cohesionado e integrado en la unidad del álbum.
"Panopticom" abre el disco remitiendo a "Digging in the Dirt" en su línea de bajo, muy funky en sus estrofas, con un Gabriel contenido, pero yendo hacia la luz en un estribillo brillante y con cierta ligereza acústica. Este fue el primer lanzamiento en forma de single y en el mismo orden que se nos presentan en el disco se fueron sucediendo uno a uno con cada luna llena. El buen sabor de boca que nos deja "Panopticom" mejora todavía más con "The court", que nos devuelve a ese Gabriel de susurro siniestro en un tema industrial que va transformándose hacia algo mas solemne y orquestal en el completo giro de su estribillo y de nuevo retuerce la pieza con una vuelta de tuerca en su outro con el fraseo del piano marcando la pauta. Como si fueran tres canciones en una. Más experimental que su predecesora pero igualmente adictiva.
La reflexión llega con la belleza de "Playing for time". Una balada suave al piano, de las que nos erizan la piel, como en su día hicieran "Here comes the flood" o "Washing of the water", con la que también guarda similitudes (sobre todo en su parte final donde entra ya toda la banda). Desde el principio la orquesta la adorna, pero manda la belleza lírica de la fantástica línea melódica de Gabriel, que parece que tenga intactas sus dotes vocales. Una voz tan clara y limpia a sus más de setenta años como lo fuera en la treintena. Simplemente desbordante y exquisita. Aquí manda la temática del paso del tiempo y la mortalidad, pero desde la madura aceptación, y se convierte desde el primer instante en una de nuestras favoritas por su poder emotivo.
La canción que da título a todo el conjunto brinda por la globalidad. "i/o" es un himno ecológico o en comunión con nuestro universo. "I'm just a part of everything" repite en su letra. Todo conectado. Un mensaje directo con una claridad instrumental que abruma a la vez que engancha de una forma casi instintiva y animal. Con ella vuelve al pop bien entendido que practicara con suma maestría a mediados de los ochenta, para girar de nuevo a la menos evidente "Four Kind of Horses" (con la participación de Brian Eno incluida con sus "electric worms"), quizá la que más se acerca al espíritu que flotaba en su último álbum con canciones originales, aquel más introspectivo y ya mencionado "Up". Su oscuridad es apasionante y a ello contribuye la vibrante orquesta mezclada de forma sublime con su toque más electrónico.
El single mas explosivo del disco es "Road to Joy". Una joya. Increíble. Es un nuevo "Sledgehammer", aunque quizá se parezca mucho más a "Kiss that frog". Un himno al renacer de una nueva vida (parece que inspirado en un despertar tras el coma). El contundente groove que aporta el bajo de Tony Levin, el misterioso puente o las guitarras funkys de David Rhodes. Todo hace de ella una celebración fresca y vibrante, para caer de nuevo en la cadencia más introspectiva de "So Much", con un bajo que surfea sobre el limpio piano y se adorna con unos coros sensuales en su estribillo. La más clara y desprovista de artificios del lote, pero una de las más efectivas, con un mensaje directo sobre la fragilidad del ser humano, y de nuevo con un Gabriel contenido pero emocionando con cada frase. "Olive Tree" es otro tema fresco, libre, con guitarras brillantes y aportes de metales que llenan de luz el estribillo. Desprovista de prejuicios en su letra, donde parece que el ser humano pueda llegar a la inmersión total con el resto de seres vivos que forman parte de este universo. Un sentido de conexión global recurrente entre estos surcos y que ya hemos visto antes en este artista conectado con la World music o con el activismo más ecologista e intercultural.
"Love can Heal" cuenta con aportes orientales. Tan sugerente como inmersiva y cuya letra nos lleva a la eterna reflexión de que el amor puede curarlo todo en este mundo donde no dejamos de sorprendernos con las noticias a las que tristemente parece que nos estemos acostumbrado. Casi se suceden de forma continua los temas más frescos con los más introspectivos, por eso antes de la recta final llega el turno del potente groove de "This is Home", que contiene ciertos aires soul en la forma de encarar las estrofas, con un Gabriel una vez más sembrado en su interpretación vocal (incluyendo sus falsetes tan característicos) como si nunca hubiera dejado de ser joven. En cuanto al trabajo de bajo y guitarra vuelve a sonar cohesionado, tan marcado como contenido, favoreciendo ese sentir entre el funk y el pop refinado.
"And Still" sigue la línea de "Four Kind of Horses". Serena, atemperada y con cierta oscuridad. El cello le da cuerpo y la viste de elegancia y su ritmo programado le da contemporaneidad mientras nos remite a su infancia y al poder de la memoria. Tal vez sus beats más arrastrados la hagan más dura de asimilar y se convierta en la menos accesible de las doce, pero todo se vuelve a enderezar con el fantástico cierre de "Live and let Live". Aires progresivos a la par que remozados hacia un pop refinado de la vieja escuela, entre un "Shaking the Tree" menos explosivo y un "In your eyes" actualizado, sobretodo en su creciente y sembrada parte final, que nos deja eufóricos con esa perfecta melodía aderezada entre pianos vibrantes, guitarras cristalinas, bellos aportes de trompeta, coros enfáticos, acertados sintetizadores y aportes del Soweto Gospel Choir, junto con su necesario mensaje conciliador (“it takes courage to learn to forgive, to be brave enough to listen, to live and let live”).
La sensación predominante que sobrevuela durante la escucha de estos apasionantes sesenta y ocho minutos es la de haber vuelto al mejor momento en la carrera del artista inglés. Como si huberia enlazado directamente con el espíritu sembrado en "So". Y no es porque le acompañe parte de aquella banda (sus inseparables Tony Levin, con Peter desde que empezase su carrera en solitario, David Rhodes, con más de cuarenta años en la trupé, o el más habitual de sus bateristas, Manu Katché) sino porque estas canciones mantienen esa esencia y demuestran que la carrera de Peter Gabriel envejece mejor que bien. Cuando las canciones son sólidas no entienden de épocas ni modas. Y este disco es así. Parece que sus melodías hayan estado siempre ahí a la espera de que el autor de "The Lamb lies down on Broadway" las sacase a la luz con su particular y refinado toque. Si le sumamos a esto que Gabriel conserva una voz sublime que le permite mantener tanto sus registros agudos como sus lamentos más arrastrados, no podemos sino sentirnos plenamente recompensados por un trabajo que bien podría ser el último del artista, pero con el que sin duda podrá presumir de haberse apeado en lo más alto.
Además, Peter Gabriel demuestra que confía plenamente en estas canciones, a las cuales ha otorgado el mayor protagonismo durante su gira de 2023, antes siquiera de que fuesen publicadas muchas de ellas como singles. Peter se las cree de veras, al igual que nosotros, que nos parecen fascinantes. Todo un mundo de posibilidades, de sensaciones y enseñanzas, cada una hecha canción. Unas letras que tratan temas que nos interpelan, nos cuestionan, nos llaman a la acción y nos transforman. Una apuesta valiente, nunca antes vista de esta manera (con las lunas llenas como protagonistas) y absolutamente necesaria para valorar el disco en su conjunto en estos tiempos en los que prevalecen los singles. Porque Gabriel ha dado la relevancia precisa a cada single en su momento pero con ellos ha conformado un disco totalmente cohesionado que forma este sugerente resultado final. Si no se alza con el reconocimiento de mejor disco de este año será por su tardío lanzamiento, pero no hay duda de que merece un puesto a enmarcar en su selecta e incomparable discografía. In and Out, bright-side or dark-side. Podremos elegir, pero os aseguro que caeremos rendidos.