Preservar la esencia y exprimirla. Esa parece la premisa principal que mueve el segundo álbum de Eric Burton, vocalista versátil y versado en la historia de la música que practica, y Adrián Quesada, guitarra e instrumentista de inmenso bagaje y variados perfiles. Sin ir más lejos, en “Boleros psicodélicos” explaya sus inquietudes rítmicas con una latinidad insospechada, y no es ese el único momento en que podemos disfrutar de sus extraordinarias capacidades, porque con su Grupo Fantasma también da rienda suelta a su creatividad por sendas menos transitadas con su banda madre, estos Black Pumas que se vuelven a arremolinar en torno a sonidos vecinos del jazz funk, jugando con el pop y dándole una mano de pintura a su estilo, incorporando tonos de psicodelia oscura y hasta sonidos progresivos. En sus manos, todas estas pinceladas aparentemente inconexas resultan mágicamente poderosas, y así conforman un grupo de canciones tensas, elevadas al nuevo olimpo de la música negra y modernizando la tradición que los trajo hasta aquí.
Hasta alcanzar los máximos niveles de negritud han tenido que probar arreglos e instrumentación que los llevan por los caminos del soul, el góspel y el blues cocido a fuego lento en la marmita de un “Rock’n’roll” que entra en ebullición con piano y guitarra acústica. La receta es simple pero efectiva. Sin salirse de ciertas lindes tocan y cantan “Mrs. Postman” en clave de americana moderna e invocan a parte de la tribu de su adorada Motown en “Angel”, una balada acústica de recorrido lento y profundo.
La tónica es esa, como si nos llevaran de copilotos en un viaje sin grandes sobresaltos con algún momento de alboroto, traducido en pasajes bailables y elegantes como el de “Ice cream (Pay phone)”, lleno de guitarras funky comulgando con el r&b más aseado del continente. La canónica “More than a love song” se queda en la parte más previsible, igualmente disfrutable y arquetípica de un sonido del que quieren y pueden hacerse responsables en “Sauvignon”, clasicismo rítmico con acento sureño. Graban excelentes orquestaciones y añaden no menos exquisitos sintetizadores (“Tomorrow”), hablan de los claroscuros del amor en clave onírica e intención globalizadora con la inestimable ayuda en los coros de la gran Angela Miller, brillante en las voces celestiales de “Gemini sun”, con un órgano a punto de estallarnos en el corazón de pura alegría. Hacen el camino como y por donde saben y suenan triunfales al final del mismo.
Estas primorosas “Chronicles of a diamond” relatan al detalle un lado pequeño de la historia de la música poniéndolo al día y dotándolo de la importancia que otros aún no han sabido reivindicar. Black Pumas son una banda aún por prodigar, altamente cualificada y segura de sí misma para demostrarnos en este catálogo sonoro lo mucho que aún nos queda por aprender. Y por disfrutar.