Por: Sergio Iglesias
«¡Cómo pasa el tiempo!» ¿Cuántas veces escuchamos esta frase en conversaciones vacías de ascensor, para hablar de lo rápido que va todo, en este mundo que no nos da descanso ni para tomar aliento? Pues así son las cosas, el tiempo pasa sin que nos demos cuenta –más aún si por medio tienes que aguantar dos años de pandémico vacío-; y así hemos llegado a la década de vida de uno de los álbumes más revolucionarios de la música estatal, en los últimos tiempos, como fue el debut de León Benavente, la super banda con nombre de autovía, formada como consecuencia de la inquietud musical de cuatro músicos hiperactivos.
Un aniversario que, en lo personal, tuve la oportunidad de disfrutar en la mejor de las compañías… y es que no creo que haya mejor excusa que la música y los conciertos para juntarse con tu primo de Madrid, al que no veías desde antes de que León Benavente fueran siquiera una idea… Pues eso: «¡Cómo pasa el tiempo!»
Poco se puede decir de un disco del que, de hecho, ya está todo dicho, pero es divertido que el grupo liderado por Abraham Boba haya decidido revisarlo por completo diez años después, con la mirada que esta década de experiencia les ha dado. Y la gira de celebración de aquel impecable debut tenía prevista una parada en Bilbao, concretamente en un Kafe Antzokia, donde ya estuvieron presentando el disco diez años atrás, y que siempre los ha acogido con los brazos abiertos, aunque, por exigencias de una popularidad bien ganada, en las últimas ocasiones que han estado por el botxo, hayan tocado en locales más grandes.
Fin de la cara A, y momento para que la banda agradezca brevemente, pero con una sincera emoción la asistencia a un público que, en ese momento, ya estaba totalmente entregado. Esta fue una de las pocas veces que pararon el concierto para los discursos, y es que estaba claro que habían venido a tocar, y que se trataba de hablar poco para decir mucho con las canciones.
Vamos con la cara B. "Década" sirve para tomar un poco de aire, después del terremoto provocado por la primera parte del elepé… sin embargo, es una falsa tranquilidad que se rompe abruptamente cuando entran en escena los sonidos electrónicos con unos sintes que lo llenan todo. Más falsa calma con la épica de "La gran desilusión", probablemente la más pop del repertorio, y que precede a "El gran Ricardo", irónica y reivindicativa a partes iguales y que Boba había presentado con un «¡Salud y república!», que recibió gritos de aprobación por parte de la gente que llenaba el local. En "Revolución", se sumergen de nuevo en ese pop electrónico e inquietante marca de la casa, antes de terminar el repaso al disco con la trepidante "Ser brigada", road movie cercana al spoken, en la que destaca una magistral base rítmica, y que el vocalista de la banda aprovechó para bajar del escenario y cantar entre el público.
Una vez cumplida la misión de recordar su álbum de debut, había que repasar también el catálogo de “grandes éxitos” que nos han dado sus siguientes discos, un catálogo que cada vez es más amplio, y que, a buen seguro, les causa importantes quebraderos de cabeza a la hora de seleccionar los temas de los setlist de los diferentes conciertos. Pero bueno, al tener tantos, es más fácil acertar, y en esta ocasión, no podemos poner ni un pero.
La oscuridad de "California", perteneciente al disco "2", anticipaba uno de los grandes momentos de la noche: ‘Amo’, incluida en el tercer disco de la banda, "Vamos a volvernos locos", y donde Boba sacaba a relucir su faceta más teatral, antes de ‘La ribera’, una de las mejores letras –seguramente, junto a "Tipo D" y "Gloria", pero esto ya es una cuestión de gustos personales- de la discografía de la banda, por su claridad, otro de los puntos fuertes de una banda, que en estos diez años nunca ha escondido su opinión sobre diferentes temas sociales.
Tras otra breve parada de agradecimiento, volvieron a la carga con el funky electrónico de "Canciones para no dormir" y la pausa necesaria de "La canción del año", que suponía el final de la calma, ante el terremoto que se desató cuando entraron en escena las canciones de su último trabajo, "Era", con el que parecen haber hecho ya una apuesta definitiva por potenciar la faceta más experimental de la banda. "La gran muralla" daba el pistoletazo de salida a una última parte, en la que el concierto se convirtió casi en una rave, donde toman el protagonismo los sintes y los sonidos techno, como en "Mítico", esa rareza donde Boba disfruta como un niño con los juegos de voces, antes de deambular también por el garage distorsionado de "Disparando a los caballos", otra de las grandes letras de León Benavente, y con la que encaraban el final del concierto, con dos imprescindibles como "Tipo D", y "Líbrame del mal", techno futurista, también incluido en el último trabajo de la banda, y donde tienen un merecido recuerdo al añorado Rafa Berrio, antes de despedirse por primera vez.
Y es que todos y todas sabíamos que todavía quedaban un par de himnos como "Gloria" y la festivalera "Ayer salí", con la que, esta vez sí, se retiraban definitivamente. Bolazo con mayúsculas, y reivindicación de estatus de una banda que, buscando siempre la excelencia, en tan sólo diez años, ya ha conseguido crear una mini discografía excelsa, con cuatro trabajos en los que, guiados por la experimentación, han ido creando un sello propio e inconfundible, que los ha convertido, por derecho propio, en un grupo absolutamente de referencia.
Por otros diez, veinte, o treinta años más… ¡Salud y república!