Por: J.J. Caballero
El 23 de septiembre de 2023 el director de cine Iván Zulueta, artista iconoclasta de perfil irrepetible, habría cumplido 80 años. Ese mismo día se publicaba “Plena pausa”, un disco clave para entender la personalidad y gran parte de la producción del genio. En dicha conmemoración, o puede que como siempre necesario homenaje a su vida y su obra, la Filmoteca Nacional comandada por Josetxo Cerdán pensó que sería la ocasión perfecta para poner música a una serie de cintas, en su mayoría cortos de facturación casera y grabaciones familiares en Super 8, cuya relevancia no debería caer en el olvido antes de que cualquier cinéfilo de pro pudiese disfrutarlas. Una labor casi titánica y de arduo planteamiento, pues un encargo de tal envergadura en las manos inadecuadas podría convertirse en una mera boutade intelectualoide sólo apta para las tribus efímeras de la modernidad. Había que buscar una visión externa pero a la vez capaz de conectar con el alma vanguardista del cineasta y su tormentosa actividad creativa (recordemos que sólo pudo rodar una película, la mítica “Arrebato”, alrededor de la cual gira el núcleo de este disco). Las dudas quedaron disipadas en cuanto el nombre de Juan Ramón Rodríguez Cervilla, más comúnmente conocido como J, líder e ideólogo de Los Planetas, se puso sobre la mesa. Una decisión que quedó pronto corroborada por los múltiples vínculos que unen al granadino con el vasco mediante sus referencias musicales, en las que se dan la mano el primer tecno alemán con el pop psicodélico de los noventa o se unen las rudimentarias grabaciones de la Factory warholiana con el folclore más arraigado en el sur de la geografía hispana. Un mapa de recuerdos, intuiciones y arterias cruzadas que el músico ha ido confeccionando durante un proceso complicado pero ilusionante. Y lleno de recovecos por los que se cuelan sus propios recuerdos, un hecho que amplifica el alcance sentimental que para él mismo representa haber compuesto, tocado y grabado este trabajo.
La tarea primordial era ajusta la duración de los temas a la de los propios cortos, normalmente llenos de imágenes aleatorias pero conformando un todo coherente y con entidad propia. Del glam a los primeros sonidos independientes y con The Velvet Underground y sobre todo Lou Reed como gurús, J se recrea en sonidos familiares para su banda madre en “Tormenta eléctrica”, una fabulosa pieza de psicodelia inspirada en “Happy when it rains”, de sus (y nuestros) admirados Jesus & Mary Chain, no siendo la única vez que mira, o versiona directamente, a algunos de sus referentes: En “Jaleo en la calle” transforma “Ode to street hassle” de Spacemen 3 en un ejercicio de estilo propio –en las imágenes a las que pone banda sonora el tema aparece el gran Santi Ugarte, responsable en gran medida del llamado “Donosti Sound”-, ampliando su devoción por la banda de Jason Pierce en “Amen”, donde combina el góspel tradicional del mismo título con una letra de Bukka White. Un puzzle en teoría indescifrable, completado por las indispensables aproximaciones al flamenco que tanto le apasiona y que ha condicionado en buena medida las últimas producciones de su banda. “Soleares del loco”, “Romeras de Betty Boo” y especialmente esos “Fandangos del rascacielos” que unen a Family con Lou Reed. Ahí es nada. Lo peculiar es que esta última canción sólo aparece en el DVD correspondiente, poniendo letra y música a “Hotel”, la grabación más larga de cuantas le fueron enviadas, y en la que se pueden ver imágenes grabadas desde la misma habitación filmada en “Arrebato”, desde manifestaciones ante la visita del presidente norteamericano Gerald Ford hasta un intento de suicidio. Esa misma cinta es completada con otro tema no incluido en el disco, “Los desalmados”, un contraste estremecedor con el anterior y una evidencia, otra más, del enorme trabajo empleado en el disco. Es imposible obviar otros capítulos de igual importancia, como el que protagoniza “Luces de neón”, una cover impecable e insospechada de Kraftwerk, y el “Échame a mí la culpa”, en un impresionante medio tiempo eléctrico que iguala el calado del que popularizara el entrañable Albert Hammond. Dos temas de nuevo incluidos exclusivamente en la edición en DVD, para la que J parece reservar algunos momentos memorables. Sin embargo, entrega en la versión reducida la inmediatez pop de “Mi ego está en Babia”, “Arrebato (Un buen día para Iván)” –una de las joyas del álbum, algo así como un spin off de “Un buen día”, con una letra llena de paralelismos con la versión primaria- y “Era una flecha”, aseando y dejando bien reluciente la original de OK Pirámides, banda argentina también afín al círculo planetario. Como también lo son 107 Faunos, especialmente la figura de Natalia Drugo, guitarrista y cantante además al frente de Srta. Trueno Negro, que se confinó en Granada con nuestro hombre durante parte de la era pandémica para aportar ideas y visionados conjuntos. Ella es la protagonista de “Natalia dice”, la elegida como punta de lanza para la presentación en sociedad de un disco que es mucho más que eso.
Los de La Plata empezaron a grabar en “Y la nave va”, una simbiosis sonora con la infancia del director con letra de Soleá Morente, para luego desbandarse y permitir a J reclutar a músicos de confianza como Roberto Escudero (batería), Miguel Martín “Migueline” (teclista), Miguel López (ex bajista de Planetas y compañero en Grupo de Expertos Solynieve) y David Rodríguez (Beef, excelente guitarrista) y acabar de dar forma a un proyecto excepcional en el que también se embarca Jaime Stinus por una razón de peso. En una de las primeras bandas en las que militó el productor, Brakaman, tuvo como colega a Borja Zulueta, hermanísimo y a menudo mentor principal de una mente tan incomprendida como irrepetible.
Con todos estos mimbres era difícil no firmar una obra poco menos que redonda. J ha conseguido grabar el que es probablemente su mejor trabajo hasta la fecha, con todos los respetos y reverencias a la mayor parte de su discografía con Los Planetas, que hasta ahora ha tenido pocos baches, por otra parte nada relevantes. Esa “Plena pausa” a la que se hace referencia en la película, con Eusebio Poncela y Will More en pleno éxtasis lisérgico (atención al primer plano de un brazo que podría ser el del propio Zulueta inyectándose un pico sanador) apabulla desde la pantalla, tanto que casi duele. En su encarnación musical, la vida y milagros de Iván Zulueta no pudieron ser mejor desmenuzadas que en estas diez canciones (quince en el DVD) y en las manos expertas de alguien que sabía muy bien lo que hacer con ellas. Un disco necesario, valiente y deslumbrante.