Estamos en otoño, y más de 300 kilómetros nos separan del mar, pero, ¿quién puede negarse a tomar unas “Copas de yate” (Vol.1) con Quique González? Es así como ha bautizado al disco de versiones que salió a la venta el 3 de noviembre, y que no va a dejar indiferente a nadie. Al músico no le faltan motivos para festejar. Ha cumplido 50 años hace unos días, la mitad de ellos dedicados con denuedo a la música, desde que publicó su primer álbum, “Personal” (1998). Debido a esto ha reeditado toda su discografía en vinilo y ha llamado a filas a su “ejército del rock” para que se presenten puntualmente en los conciertos que va a ofrecer en todo el territorio español.
Desde la oficina del barrio de Azca donde nos citamos con Quique González casi se puede oler, si no estuviera escondido, el césped del Santiago Bernabéu. No quiere renegar del madridismo, al que su padre le aficionó, pero, de un tiempo a esta parte, se declara más afín al Rayo Vallecano o al Racing de Santander, clubes de los que ha sido socio durante los dos últimos años. A fin de cuentas, reside en un valle cántabro desde hace 15 años. Según el músico, “alguien dijo que si prefieres a un equipo grande, como el Real Madrid, al equipo de tu ciudad, es que no te gusta el fútbol, lo que te gusta es ganar”. El “detective” González está de vuelta en su ciudad, que “cada vez se parece más al “duty free” del aeropuerto. Menos mal que mi barrio sigue más o menos igual, gracias a su gente”. Mientras cavila, se acaricia la barba. Se toma su tiempo antes de contestar, lo que además de ser una muestra inadvertida de cortesía hacia los que entrevistan, es, por encima de todo, una señal probada de inteligencia.
En el curso de estos años el músico madrileño, de hecho, ha experimentado la decepción que produce la derrota, la que ha curtido también el carácter de los aficionados del Racing o el Rayo, hasta el punto de desconfiar de los que siempre ganan, sobre todo si es a costa de los demás. Después de la grabación de “Pájaros mojados” (2003) hizo público el contundente manifiesto “Peleando a la contra”, en el que arremetía contra las prácticas abusivas de las multinacionales. Este acto de rebeldía ha desviado más de la cuenta la atención del público del valor intrínseco que posee la música del “songwriter”, que no encuentra demasiadas razones para lamentarse por ello: “Han pasado veinte años de aquello, y lo cierto es que he seguido tocando y grabando discos de una forma muy digna, incluso mejor que cuando estaba grabando para las multinacionales. Fue un punto de inflexión, y me empezó a ir mejor a partir de ese momento. Llamó mucho la atención que me autoeditara los discos, porque nadie lo hacía por aquel entonces. La gente pensaba que iba a ser un suicidio artístico y comercial. Sin embargo, cada vez más público empezó a acudir a los conciertos y yo he podido hacer la música que he querido sin depender de las multinacionales”. Y mucho más que eso, Quique González ha cumplido la promesa que hizo en aquella época, cuando proclamó crudamente que el fracaso consistiría en grabar “una puta mierda de disco”. Confiesa que “si hubiera sentido que había grabado un disco así, aunque a otras personas se lo pueda parecer, no lo habría editado. He tenido discos más inspirados que otros, pero nunca he editado un disco que no tuviese la calidad suficiente para mí”.
Durante la gira que ya está en marcha, en algunas noches previstas con antelación, el artista repasará íntegramente, para fortuna de los asistentes, “Daiquiri blues”, tal y como ha hecho en Gijón y Vitoria con “Salitre 48” (2001). La primera parte del espectáculo, “lo que no habíamos hecho nunca”, está dedicada a un “disco protagonista”, y la respuesta ha sido “emocionante, parejas abrazándose y llorando. Una de las cosas más bonitas que tiene la música es que has estado en la vida de parejas y amigos, sin estar físicamente, a través de tus canciones. Uno de los privilegios de ser músico es comprobar que esto sucede delante de ti”.
“Copas de yate” no es una maniobra de distracción. Es un disco de “riesgo y altura”, un reto que ha afrontado “sin tratar de competir con las versiones originales”, refrenda con la misma voz profunda “que es la identidad de un cantautor”. Gracias a ello eleva el “cover” a una dimensión mejor, porque el artista las eligió después de considerar que sería capaz de “llevarlas a mi terreno, sin desvirtuarlas, sin que el club de fans de Charly García me demandara”. La selección tan variopinta de canciones resulta impredecible incluso para el más potente de los algoritmos. Ni Enrique Urquijo, ni Antonio Vega, ni Serrat, tampoco Joaquín Sabina o José Ignacio Lapido, tienen cabida en el disco, aunque a todos ellos “los he versionado en diversas ocasiones en directo”. “Lo he abordado con mucho respeto y con la seguridad de que son canciones muy emocionantes e indiscutibles, aunque no hayan sido ningún éxito en la radio. No quería hacer un disco de versiones previsibles, excepto “La casa cuartel” (de Kiko Veneno) y “Jacques” de Luis Eduardo Aute, nunca había tocado en directo las restantes canciones, que habían significado, en cambio, mucho para mí. La de Carlos Cano la descubrí solamente dos días antes de entrar en el estudio”. Ni siquiera se le resiste “Tócala, Uli”, y el fraseo castizo de Urrutia en la canción inmortal de Gabinete Caligari dedicada a su saxofonista, que “pese a ser una canción de duelo, es una de las canciones más festivas del elenco. La elegí porque seguramente es el mejor homenaje a un músico malogrado que se ha escrito nunca en castellano. La obra en solitario de Jaime (Urrutia) es también imprescindible. Pero “Tócala, Uli”, me gustaba mucho escucharla de adolescente, cuando salía por Malasaña con mi cuadrilla”.
Arancha Moreno nos ha ofrecido la pista correcta para entender el título del disco. “Copas de yate” son las palabras que Jimmy, apodado “el Santo”, utiliza al despedirse de sus camaradas en la película “Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto” (1995). En uno de los retratos promocionales que le ha hecho su fotógrafo de confianza, Fernando Maquieira, viste una americana, y debajo de ella una camisa blanca, el tipo de vestimenta que el elegante delincuente acostumbra a llevar puesta en la película. No es un secreto que Quique González es un escritor de canciones negras, en las que se barrunta un crimen o “un golpe” que va a suceder pronto, si no lo ha hecho ya. “Cuando era adolescente me gustaban las películas policíacas, después empecé a aficionarme a la novela negra, las devoraba todas y sigo haciéndolo, hasta el punto de que me he obligado a leer otros géneros. No solamente son entretenidas sino que son, en algunos casos, alta literatura”.
En la jerga carcelaria, “copas de yate”, evoca un ideal, lo aclara uno de los personajes de la película, ese momento que tal vez nunca llegue en el que podrás disfrutar de unas copas en un yate en algún lugar perdido del golfo de Florida. El sueño, en definitiva, de la libertad tan ansiada. Por esta razón eligió el título, “por el disfrute, el juego, la celebración después del duelo o la pérdida. Es una gozada meterme en un estudio con los músicos de mi banda, no solo a nivel artístico, sino también a nivel personal. Les considero mis amigos, mantenemos una relación muy sana, no hay conflictos de egos entre nosotros, nadie pisa a nadie, todo el mundo toca para la canción. A quien hay que honrar es a la canción, ese es el objetivo primordial. Desde hace muchos años, me gusta mucho grabar dentro de una convivencia, dormir en el mismo sitio. Incluso durante los ensayos, también intento hacerlo así. Juntarnos en un estudio que tenga una casa y desayunar juntos, grabar, volverse a reunir para comer, y después de la grabación, al final del día, escuchar un disco, cenar y tomar una copa, mientras conversas” y añade: “esta interacción, esta convivencia que te lleva a compartir cosas más allá de la música beneficia a las sesiones de grabación”. De hecho, Quique González, salvando las distancias que le separan de Jimmy, “el Santo”, adoptaría la lealtad con la que el protagonista de la película trata a sus compinches después de que el último “trabajo” (“con este nos retiramos”) haya terminado fatalmente. “Puedes tener desencuentros, pero la lealtad es básica en la música”, y es la “que le lleva a Jimmy a intentar salvar hasta el final a cada uno de sus compañeros”, aunque no tenga éxito.
Ninguno de los entrevistadores esperaba una primicia semejante, aunque bien pensado, Quique González siempre se ha desenvuelto con la misma prodigalidad. Salimos juntos a la calle Orense, y nos despedimos deseándole mucha suerte. Por culpa de la timidez, no nos atrevimos a decirle: “Quique, “ne me quitte pas”, al estilo de Jacques Brel. “No nos abandones”, ¿qué haríamos si nos quedáramos huérfanos de tus canciones?