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Carlos Ann: “2052”


Por: Javier González

Carlos Ann representa el arte. Sus canciones despiertan emociones, conmueven y duelen. Se enfrentan a tus demonios y te incomodan. Carlos Ann es un rebelde, un forajido de leyenda, enfrentado al perfil acomodaticio de muchos compañeros de profesión; donde otros menean el rabito ante las caricias de su amo, él prosigue la trayectoria, siempre en los márgenes, afilando sus colmillos de vampiro. Independientemente de lo que digan prensa, público o los fríos números contables, ahí sigue, sin perder el aliento. 

Carlos Ann es uno y mil distintos. Es el ermitaño ascético en su estudio. El bohemio nocturno que emuló al Marqués de Sade, el hedonista de los pequeños placeres y los grandes vicios; un tipo que te sorprende en los atardeceres de cualquier parque, donde pasea pisando las hojas que caen de los árboles, bucólico y ensimismado, mientras devora páginas y páginas de filosofía contemporánea. Carlos Ann es un poeta, el único cantante de su generación capaz de buscarse en los ojos de Juan Gelman y Leopoldo María Panero sin que estos aparten la mirada. Carlos Ann es un tipo sin par que desdobla su personalidad, un anarquista que reta a la inmensidad con fuerza vital e inquietud sonora. Director, guionista y único actor de su propio film. 

En su nuevo Ep, “2052”, su eterno personaje aparece dibujado a la perfección, cinco únicos cortes donde nos encontramos con las dosis habituales de electrónica visceral, regada con ramalazos de punk del siglo XXI; la querencia post-punk y ciertas dosis de arquitectura pop, todo ello sepultado entre bajos retumbantes y bases industriales que si bien suenan familiares, esconden matices sorprendentemente frescos y novedosos, maquilladas con unos textos donde hay referencias relativamente irónicas al futuro, la vida y las correrías nocturnas escritas en una vivida primerísima persona. 

Abre fuego con “Entre las Cinco y las Mil”, un trepidante guantazo punk repleto de vitalidad, siguiendo con “Desde Septiembre”, electrónica reposada y solemne; los aires entre industriales, post-punk y oscuros de “La Causa y las Motocicletas” y el Carlos Ann más calmado, a mitad de camino entre su amado Panero y Nietzsche, declamando versos decadentes en “El Miedo entre Nosotros”, antes de atacar el trallazo definitivo de la colección que es la titular “2052”, un corte marca de la casa, de hechuras similares a otra fenomenal canción del músico catalán como es “Chica Underground”, con predominio del bajo zumbón y los sintetizadores, enmarcado una curiosa letra que especula incómoda sobre el futuro de una generación sedada y acostumbrada a evitar preguntas no serviles, un bombazo en toda regla donde Carlos Ann parece vestirse en las mejores galas del italo disco con una piel distinta que no es sino su enésimo disfraz sonoro. 

Carlos Ann entrega otra semi-colección de canciones de las que huyes en primera instancia, para volver temeroso hasta tenerlas interiorizadas. Vitales, descarnadas y valientes. Carlos Ann es el secreto más incómodo de nuestro panorama musical. Y lo seguirá siendo para regocijo de unos pocos fieles que le seguimos y le admiramos hasta el extremo. Años atrás nos regaló un recopilatorio, “Recuerdos y Fetiches”, un doble sin desperdicio que haría palidecer de vergüenza a nuestro mundillo indie por la categoría de unas canciones que muchos de ellos ni han firmado ni tendrán el valor de firmar. Quizás haya llegado el momento de ir dando forma a un “Recuerdos y Fetiches II”, pero hasta entonces “envejeceremos dignamente” con “2052”. Gracias, Carlos, por seguir siendo canalla, decadente y lúcido.