Por: Artemio Payá
Gasta ya 64 palos, pero Brian Setzer pasa totalmente de la jubilación, no presenta síntomas de vejez y lo demuestra fardando en portada de su último disco de espalda tatuada y claro, también de pelazo, porque su platínico tupé sigue en todo lo alto. No hace mucha falta contar al personal que es lo que nos vamos a encontrar en esta rodaja: Setzer lleva ya más de cuatro décadas ( ¡oops! ) paseando orgulloso los sonidos de la génesis del rock and roll, ya sea en formato comprimido o cuando decidió respaldarse por una big band, cuando aquello estaba totalmente demodé, y está clarinete que no va a cambiar a estas alturas de dirección musical.
Sus once nuevos temas vienen firmados como “The Devil Always Collects” y nos muestra al artista en fantástica forma. No va a romper los esquemas de una parroquia conocedora de aquellos Stray Cats con los que volvió a poner de moda un estilo junto con sus compinches Slim Phantom y Lee Rocker, pero tras su reunión de 2019, ha recuperado energía y ha sacado dos trabajos casi del tirón. Discos en los que demuestra que se puede seguir disfrutando de este sonido. Un álbum que está producido a pachas con Julian Raymond y suena de lujo. Tanto la canción que da título al disco como “Rock Boys Rock” abren fuego a toda pastilla con rock and roll marca de la casa, coros certeros y por supuesto una guitarra que es una delicia, así como su voz que parece todavía de un pandillero juvenil.
El siguiente lote viene más pausado, primero con el repaso a “Girl on the Billboard”, popularizada a mediados de los sesenta por Del Reeves, una canción de carretera con guitara fronteriza, y la más aburrida versión de “The Living Dead”. Composiciones que nos permiten un respiro de cara a dos de los grandes momentos del elepé: la espídica “What’ll it be Baby Doll”, que reverdece los laureles de los Cats, y “Black Leather Jacket”, en las que Brian se sale un pelín del guion y construye el mejor tema que ha hecho en tiempo.
No decae el disco hacia el final con el aporte de un punto soulero (“She’s Got a Lotta…Soul!”), incrementando velocidad (“Psycho Suzie” o “A Dude’ll Do”) e incluso recuperando con clase un tema de Nick Lowe que grabaron Brinsley Schwartz (“Play that Fast Thing”) para terminar rebajando la tensión con un stomp marca de la casa.
En definitiva no hay grandes sorpresas aquí. Si eres fan de Setzer vas a disfrutar como un loco con otra ración. El tipo está en buena forma, repleto de energía y toca la guitarra que es una delicia. Si nunca te ha gustado su rollo, no te vas a convencer ahora y vas a pensar que es otro ejercicio de estilo ( si, ¿y qué?). Y luego hay otra opción, y es que seas un chaval de 14 años y que de repente caigas sin querer en el disco y quedes seducido por el veneno de los años 50 y quizá vayas a bucear a los grandes nombres del estilo, incluyendo al propio Setzer que recuperó de maravilla ese espíritu en los ochenta y que a día de hoy sigue sujetando con orgullo y determinación la bandera del rockabilly.