Por: Javier Capapé
La seducción como el espíritu de este caldo mágico, junto a la pasión desprendida en cada una de las nuevas composiciones de Xoel López, las que forman su quinto álbum de estudio bajo su propio nombre con sugerente título: "Caldo espirito". En ellas el piano parece querer tomar el relevo como protagonista de esta aventura desde los primeros instantes. Las teclas transformándose en guía y los frescos coros dando color (uno de los puntales fundamentales del disco). Aunque, por supuesto, también hay guitarras vitalistas, ritmos tropicales, delicadas programaciones, efectos vocales y, ante todo, letras que desde la aparente sencillez se mezclan en nuestro particular imaginario para no soltarnos nunca. Son tan personales que al mismo tiempo se hacen fácilmente universales y retratan sentimientos tan saboreados por todos que no podemos más que sentirnos interpelados por las mismas.
Este caldo se ha convertido en el nuevo giro maestro del artista coruñés, siempre sorprendiéndonos. Porque cada disco de Xoel López respira novedad. Es actual y a la vez clásico. Un soplo de vitalidad renovada. Y eso que el disco puede tener una cara más cruda que sus anteriores aventuras, más realista que idealista. En palabras del propio Xoel: "hay un poco de desencanto, de asumir que la vida es así".
Estas canciones se presentan con "Albatros", que encierra la globalidad de lo que quiere representar el disco al completo. Se abre tomándose su tiempo, sonando con levedad, sin llegar a pesar y nos invita a tomarnos el tiempo necesario para dejar todo y volar, para guiarnos y "escuchar canciones sólo hechas con el corazón". Es tan leve como seductora, como casi todo lo que toca este músico, y en esta ocasión quiere recordarnos a algunos pasajes del Elton John más contenido de los setenta. Las teclas mandan en estos primeros compases, pero se queda en la reserva el gran aporte de este disco, que son los fantásticos coros ya mencionados tan protagonistas en la mayoría de las canciones, como ocurre en el siguiente tema, que ya nos mete en harina por completo. Ese "Salitre y humo" que nos trae a Juan Luis Guerra a la palestra, como tanto le gusta hacer en sus directos, con algunos toques progresivos en cuanto al uso de los sintetizadores y adornado por encima de todo con los omnipresentes y bellos coros. Algo que continúa en "Esto no es amor", con una mayor presencia de las guitarras y retrotrayéndonos a "Tigre de Bengala", con esos frescos aires caribeños que nos invitan a no dejar de movernos.
"Glaciar" cuenta con una programación como la mítica "In your eyes" de Peter Gabriel. Es la más emocional del lote, con un bajo marcado que pareciera ser acariciado por el mismísimo Tony Levin y una voz creciente hasta desgarrarse en un titánico estribillo. Es una lección de vida, un punto y aparte que nos hace ser conscientes de nuestra fragilidad y nos invita a vivir con ella por encima de cuestionamientos innecesarios. Otra de las grandes bazas de Xoel, que consigue que sus canciones funcionen como terapia, como ya ocurriera con "Lodo" o "De piedras y arena mojada".
"Faneca Brava" es ascendente y progresiva en su crescendo y cuenta con unos coros protagonistas muy potentes, además de con un Xoel totalmente entregado y desgarrado, para concluir con un canon seductor y una última frase a corazón abierto en solitario que explota y nos conduce al puro pop de "Ochomil". Construida desde una percusión de base bien marcada a la que se van uniendo más y más capas hasta regalarnos un estribillo que es un auténtico "ochomil" compositivo. Conciso y brillante, como la canción en global, a la que no le sobra ni ese puente con sus sintetizadores más psicodélicos.
Más coros acaparando relevancia en "Mágica y eterna", que la aproximan a la experimentación de David Byrne y al africanismo de Paul Simon, sumándole incluso el riff de una armónica para hacerla más singular si cabe, pero por encima de todo definida por ese tribalismo en las voces que marcan el ritmo junto a la percusión africana. Xoel cuenta también con invitados en este disco, desde Domenico Lancellotti a Leo Aldrey o Repion, que pone su voz en "Elevarte Caer", una canción mucho más pop que sus predecesoras que cuenta con un arpegio reiterativo a las seis cuerdas y unas campanas tubulares que le dan un toque épico, casando a la perfección con su temática, esos polos opuestos por los que todos pasamos que van de lo más alto a lo más bajo, ese contraste en los conceptos de elevarte y caer. El ying y el yang. La vida misma. Como si la rendición y la caída fueran la única alternativa tras haber llegado a la cumbre.
Las voces procesadas se imponen en el arranque de "Pena Penita", de nuevo con más presencia del piano que en las canciones inmediatamente anteriores. Meritxell Neddermann es ahora la invitada para redondear una particular revisión del clásico de la copla "Ay pena, penita, pena". Tras ésta, la que fuera el primer adelanto del disco, la sedosa "Fort Da", se nos presenta en la recta final. Comienza con delicadeza para tornar en una seductora melodía que podría haber tomado prestada del Peter Gabriel más inspirado de aquel reconocido "So" (de nuevo el elaborado pop del británico vuelve a salir a relucir) junto a un estribillo cercano a sus años en Deluxe. Y termina con su aportación a la lengua gallega. Esta vez no escoge la canción más experimental para este cometido porque "Xiana" se despide con finura, con esas teclas que nos van introduciendo poco a poco en esta coda a modo de epitafio, que se va transformando en un tema más electrónico conforme avanza. Nunca nos ha emocionado tanto el gallego como en esta canción, que me atrevería a decir que cierra la colección en lo más alto, uno de los mejores finales en la carrera del coruñés.
Una vez más los discos de Xoel vuelven a pintar un paisaje por el que transitar y sentir que renacemos a cada paso. "Caldo espirito" vuelve a interpelarnos desde la aparente cotidianeidad de sus letras y nos seduce y atrapa como una confortable tela de araña en la que mecernos. Podríamos decir que este disco es más pop que de costumbre, pero tampoco falta su rítmica latina y su aire tropical. Vuelve a tender un puente entre las dos orillas del Atlántico como sólo él sabe hacer mejor que nadie. Y de nuevo dibuja ese sello particular tan reconocible, esa marca Xoel que es ya un género en sí mismo. Un músico libre que sabe atinar con sus canciones en el punto exacto donde brotan nuestros sentimientos y en esta ocasión cocinar un caldo, un totum revolutum, que alimenta y sacia al espíritu.