Terraza La Milonga, Zaragoza. Miércoles, 11 de octubre de 2023
Por: Javier Capapé
La agenda de los Pilares no es cosa baladí, pero cuando se presenta ante ti un concierto como el de Llorente en la víspera del día grande de las fiestas del Pilar yo lo tengo claro. Ganan las distancias cortas. Ni macro conciertos de los 40 ni nuevas figuras de la escena alternativa con las que posar para la foto. Esta vez estaba seguro de que lo mío era un concierto de sala pero con el regalo de ofrecerse al aire libre en la mejor tarde noche de octubre posible. La terraza zaragozana La Milonga ofreció durante estas fiestas una alternativa actual, local y muy agradable a la que denominó La Milonga Fest. Artistas de la escena maña se dieron cita en el pequeño tablado de la terraza del Parque Pignatelli de la capital aragonesa para dar testimonio de nuestro presente. Y la noche del día 11 fue el turno de la banda Llorente, liderada por nuestro querido hermano cántabro que nos tiene desde hace tiempo ganado el corazón.
En formato más acústico que para la presentación de ese gran "Libro de Familia" el pasado enero, pero con la misma entereza y dedicación que siempre le ponen a lo que hacen, el sexteto se presentó con ganas de llamar la atención de propios y extraños que poblaban el barrio alto de la ciudad. Con paso firme pero con gran delicadeza y respeto afrontaron para empezar "Otra tarde", una fantástica versión de Los Secretos que daría muestras de que este concierto navegaría por una senda más discreta. Pero no fue tanto como esos primeros pasos mostraron. La banda fue creciendo en esas distancias cortas y consiguieron mantener atento a un público que fue acercándose más y más a estas canciones conforme avanzaba la noche.
Sus dos discos y su EP intermedio tuvieron cabida. Desde la hipnótica "4° sin ascensor" a la traviesa "De lluvia los zapatos" o la confesional "De segunda fila". Hubo sitio para todas las caras de Llorente. Y todas salieron muy bien paradas. "Los 90" siguió mostrando su garra, "Un tipo extraordinario" nos acercó al paisanaje zaragozano, "El viaje" volvió a seducirnos y "Para no volverte a ver" nos hizo vibrar de nuevo con su pop bien entendido. También tuvimos tiempo para dejarnos seducir por su maravillosa versión del "Free Falling" de Tom Petty y por la delicadeza del "Across the universe" de los Beatles, que introdujo a la universal "La guerra de los mundos". "La gran mentira" funcionó como una provocación, reflejando muchas de nuestras actitudes cotidianas y además estuvo acompañada de un momento improvisado en el que Óscar Llorente añadió una nueva letra sobre la base instrumental de ésta, en lo que podría ser un tema futuro de gran actualidad cuyo posible título sería "Ciudadano pluscuamperfecto".
Todo el grupo se lució con su precisión, desde Carlos Gracia al cajón y Alberto Solobera al bajo a Jaime Lapeña y su violín o Yerai Rubio, a la guitarra, que incluso se colgó el ukelele para afrontar "La camiseta del '92". Pero el protagonismo compartido con el alma de este proyecto se lo llevó de calle Elvira López al cantar "Corazón coraza", pudiéndola asemejar en actitud y capacidad vocal a la mismísima Leonor Walting (la verdad es que cerrando los ojos nadie hubiera dicho que no era la cantante de Marlango la que estaba sobre el escenario).
Casi una hora y media en la que no faltaron, para terminar de redondear la velada, la reivindicativa "¡¡Ya está bien!!", la más emocional "Aquí" o la más demandada "Desde el 20 de abril", que puso el cierre a una noche a la que poco podíamos reprochar. Comunión con el público congregado, conexión plena entre los músicos y un repertorio redondo que es un regalo para todo el que se acerca y conecta con él. Música de verdad. Sin imposturas. Esa que nos brindan a espuertas los artistas que valoran esa conexión vital con su público, ya sea en la víspera del día grande de los Pilares o en la intimidad de una sala de conciertos. Lo que importa es la música y lo que sentimos con ella. Por eso no tenía duda, si me dan a elegir, elijo a músicos como Llorente. Por muchas más veladas como ésta que inunden el cartel de las fiestas de calidad.