Sala Multiusos del Auditorio, Zaragoza. Sábado, 30 de septiembre del 2023.
El pasado año no pudimos presenciar la edición de los XX "fucking years" del FIZ, así que esta vez no podíamos perdernos la edición XXI. Más música urbana y electrónica que en otras ocasiones, pero sin olvidar el garage y el rock instantáneo que siempre tienen presentes, el Festival Independiente de Zaragoza volvió a destilar la fuerza que le caracteriza y su eclecticismo propio. Hubo momentos para todos los gustos, desde la electrónica accesible de Elem, abriendo la jornada ante un público local bastante numeroso, a la música urbana de Cupido o la más transgresora de Alizzz, pero sin olvidar el rock desprejuiciado de Sidonie, el tropicalismo de Carlos Sadness y el power pop garagero de Ginebras.
Me llamó la atención un público muy entregado desde el primer momento. Todos los artistas tenían su cupo de audiencia, pero la sala multiusos del auditorio zaragozano no dejó de bullir con ninguno de los nombres del cartel. Elem abrió con contundencia entre una potente base rítmica y unos sintes pregrabados que le imprimen carácter, aunque sin que su voz más delicada pierda peso. Es la primera vez que veo un público tan incondicional con el artista local que abre el FIZ (que explotó con "Mi madre te odia" o "Guárdate el drama"), lo cual es de agradecer en los duros primeros compases del evento. Su aire a la Zahara más orgánica (la mano de Manuel Cabezalí en la producción se nota en muchos momentos) y a una Ana Torroja posmoderna le dan una originalidad que es de agradecer entre la maraña de propuestas actuales.
En el FIZ siempre hay tiempo para el garage y esta vez ese era el papel que cumplían Ginebras, las más descaradas y confieso que mi gran sorpresa de la noche. Todo el mundo se volcó con el cuarteto y abarrotó la sala coreando de forma incansable himnos como "Billie Max", "En bolas" o "Paco y Carmela". La emoción llenó el ambiente con las más confesionales "Ansiedad" y "Muchas gracias por venir", y su reinterpretación del "Con altura" de Rosalía superó a la original. Su concierto fue una auténtica montaña rusa, como ellas mismas tratan de representar con ese escenario lleno de raíles de colores de la conocida atracción de feria. El final de su acto con "La típica canción" las dejó a un paso de los Siniestro Total más insolentes y las convirtió por derecho propio en las reinas del festival, y eso que acababa de empezar la noche. Todo su concierto estuvo en lo más alto y el grado de complicidad con el público fue difícil de superar, aunque a la vuelta de la esquina estaban Sidonie, otros que saben meterse en el bolsillo desde el minuto uno a todos los asistentes.
Los catalanes volvían a este escenario después de arrasar aquí mismo en 2017 con "El peor grupo del mundo" y consiguieron arrollar de nuevo con su infalible repertorio, a puertas de estrenar un nuevo álbum que derrocha pop de los ochenta y noventa a raudales, como pudimos constatar con las nuevas canciones presentadas "Cedé" y "No salgo más", que llevan todo el verano ganándose un hueco en su cancionero. Manos arriba, móviles en segundo plano y todo el mundo vibrando con canciones que son ya clásicos festivaleros como "Carreteras infinitas", "Fascinado", "El incendio" o "Un día de mierda", en la que Marc Ros se dio su habitual baño de masas cantando entre el público. Aunque lo mejor de su intensa actuación estuvo en manos de los temas menos esperados como "En mi garganta" (siempre fue una de mis favoritas), "El bosque" (con esa psicodelia que exprimen estirando el tema al máximo) o "Portlligat". Atreverse con este tema en catalán en un festival con un timing reducido dice mucho de estos tres grandes tipos, que siempre van a ofrecernos lo que el corazón les pida. Terminar además con el himno en el que se ha convertido "Estáis aquí" hace que su concierto sea, una vez más, exultante.
Pero no solo los conciertos son pieza clave del FIZ, podría decirse que son tan importantes como las esperas, donde suenan canciones muy bien escogidas para no bajar el ánimo del personal. De Love of Lesbian a Lori Meyers, Viva Suecia o Annie B. Sweet. Todo está medido para mover al público mientras el escenario se transforma rápidamente (no más de veinte minutos entre actuación y actuación con una sincronización perfectamente medida por parte de los montadores). Sin olvidar para el que quiera las sesiones club en el espacio habilitado para ello dentro del recinto, donde este año estuvieron a los platos Drizzyclare, Alex Curreya y Rialto.
Las primeras filas se llenaron de gente algo menos entrada en años para recibir a Carlos Sadness, que anunció también la publicación de nuevo disco. Así explotó todo el tirón que le quedaba a "Tropical Jesus", al que le dedicó el grueso del repertorio con temas como "Chocolate y nata", "Todo estaba bien", "Morenita" y "Aloha", aunque sin olvidar uno de sus discos clave, aquel acertado "Diferentes tipos de luz", del que rescató "Física moderna", "Longitud de onda" o "Te quiero un poco". Presentó también su último single “La Ternura”, muy en consonancia con sus últimos lanzamientos en formato de single y EP, y todo delante de un telón de fondo en forma de video clips que unía estas canciones con las imágenes a las que van ligadas. En todo momento resaltó su aire caribeño repartiendo los punteos hawaianos entre sus dos hábiles aunque discretos guitarristas. El público se volcó cuando recordó sus primeros pasos en la ciudad, así como la anterior ocasión en la que había tocado en este festival. Su provocación, pose y deje latino convencieron poniendo la nota más naïf de la noche, que también era necesaria ya que en lo que restaba de velada no iba a haber concesiones a la dulzura. Y es que la recta final vino de la mano de la música urbana, más fría pero muy bien recibida, tanto con Cupido como con una de las estrellas más esperadas de la noche, Alizzz. Los primeros se mostraron más pop de lo que parecen a priori, pero con el autotune siempre presente (aunque ahora que lo emplea hasta Mick Jagger no debería sorprender a nadie). Por momentos querían rugir las guitarras, ya que la banda de Pimp Flaco no deja de ser un grupo que pretende hacer rock pero con un frontman urbano, tal y como se nos mostró en el solo de guitarra pletórico de "Todas menos tú" o en "Un cabrón con suerte", que suena tan épica que pareciera que U2 se hubieran vuelto más contemporáneos incluso que con su nuevo espectáculo dentro de la Esfera del desierto de Nevada.
Por último, Alizzz nos dio muestras de que este festival está transformándose de la apuesta rock alternativa de los inicios del siglo XXI en el que nació a una más actual y cercana a la demanda. No podemos contar nada nuevo del productor más solicitado del momento en el trap y la música urbana, aunque tampoco consiguió el músico catalán convertir al FIZ en un emblema de lo más contemporáneo. Quizá no es el momento todavía de darle la vuelta a este festival. Deben prevalecer las guitarras, el descaro y ese sonido con el que llevamos creciendo desde que el FIZ nació con el nuevo milenio. No perdamos esa distorsión ni esas seis cuerdas. Sigamos vibrando con ese escenario que se vuelve "independiente" con cada despertar del otoño en Zaragoza. Llegarán nuevos sonidos y querencias, pero sin olvidar eso que mueve a cada afortunado que presencia el más que original FIZ, que no ha perdido un ápice de su esencia y que sigue siendo ejemplo de lo que es un festival de música bien entendido, donde prima eso por encima de norias, foodtrucks y movidas varias. La música en esa conocida sala zaragozana y la comunión de aquellos que cruzan esas puertas.