Por: Oky Aguirre
En la puerta del Teatro Barceló quedamos los cuatro amigos cincuentones, ilusionados como adolescentes, para ver a los Dexys Midnight Runners, ahora tan sólo Dexys, que ya no estamos para correr a medianoche.
Hay artistas que nos pertenecen. En la vida nadie elige a sus hermanos y mucho menos a sus amigos verdaderos. La inquietud que sentíamos de jóvenes al escuchar por primera vez una canción, fue hace décadas el punto de partida donde comenzar a hacer amistades, novios o pactos de sangre entre hermanos bastardos; en este caso nuestros cantantes favoritos o sus canciones. "Come On Eileen" fue una de ellas. Y Kevin Rowland, ese vagabundo cabizbajo que aparecía en la portada de “Too-Rye-Ay”, el hermano o amigo que una vez acogiste para nunca separarte de él.
Entre la extensa y variopinta reunión de puretas que formamos al término del concierto, había dos grupitos bien diferenciados, ambos unidos por la nostalgia aunque separados en opinión. Los que acudieron tan sólo buscando su hit más famoso y los que llevamos décadas anhelando ver ante nosotros a uno de los personajes más peculiares y carismáticos de la música británica. Todos salimos beneficiados. Otros no, como mi amigo Xixo, gallego de 58 castañas con mil conciertos a sus espaldas, que abandonó refunfuñando el recinto después del primer pase que los nuevos Dexys dedicaron a presentar su último trabajo, “The Feminine Devine”, interpretado en su totalidad para aburrimiento y desesperación de muchos de los presentes, más propensos a aquellos sonidos celtas, que por supuesto aparecerían en un segundo set glorioso, munición perfecta para restregarle a mi querido amigo, huérfano de hit, pero sabio en su criterio.
Pero Kevin tenía un “Plan B”. Comenzar en el anfiteatro con esta gema de canción hizo que más de uno echara en falta los pañales, porque a partir de ahí fue un monumento de sensaciones. Una puerta directa hacia el cielo de las canciones: “I´ll Show You”, “All In All”, “Until I Believe In My Soul” dieron paso a la trascendencia pura y dura del soul de “Geno”, “Jackie Wilson Said” o “Tell Me When My Light Turns Green”. Difícil explicar la felicidad que supuso ver salir entre cortinillas a este "Motomami" irlandés para entregarnos una espléndida y rabiosa “Come On Eileen”. El mejor regalo llegó al final con la deliciosa “Carrickfergus”, forma maravillosa de cerrar una de las mejores noches de nuestras vidas.