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The Godfathers: La rabia intergeneracional


Sala Ambigú Axerquía, Córdoba. Martes, 26 de septiembre del 2023

Por: J.J. Caballero

La ocasión no era propicia. En teoría, y sólo en teoría, las obligaciones y compromisos intrínsecos a un martes noche de finales de septiembre parecen altamente incompatibles con cualquier pretensión de corte lúdico-festivo, y más si hay música en directo implicada en ello. En contra de las previsiones y azuzados por una temperatura aún estival y el escenario en la terraza de la sala Ambigú, un nutridísimo grupo de viejos y nuevos militantes del pub rock, asiduos de los sonidos garageros y semi renegados del punk de la vieja escuela consiguieron que el fin de gira de los Godfathers por nuestro país tuviera el broche de oro que merecía. Tras hacer varias paradas no del todo previsibles (Bilbao, Castellón, Orihuela, entre otras plazas poco frecuentadas) arribaron a Córdoba bajo la etiqueta de lo que en verdad son: Un nombre esencial en la escena rockera londinense, de cuya formación original sólo queda el líder e ideólogo, un eternamente malencarado Peter Coyne cuya furia y empeño por preservar la esencia de la banda se ha estado sobreponiendo al inmisericorde paso de décadas y circunstancias. Un vocalista tan limitado como carismático que hace lo que sabe y lo que quiere, y que llena de autenticidad unas canciones disparadas como puños desde el primer segundo. Porque sí, la maquinaria de los Padrinos continúa funcionando de maravilla, con los resortes muy lejos de chirriar y, lo mejor, sin síntomas de agotamiento, por lo menos a corto plazo.

Secundado por las guitarras de Paul Humphreys, varias generaciones por detrás pero plenamente integrado en la filosofía grupal, y el gran Richie Simpson –formando la dupla escocesa con el batería Billy Duncanson-, le ha venido bien a la última entrega de la banda la producción del ahora también bajista Jon Priestley, muy atento a no dejar que los escupitajos anti sistema tradicionales en el repertorio caigan en la monotonía o el dichoso piloto automático que provocan los años. Hay que recordar que hace apenas un año que publicaban un disco tremendo titulado "Alpha Beta Gamma Delta", y que está a la altura esperada o incluso más. En “I’m not your slave”, una diatriba anti Brexit en toda regla, se nota que no se van a dejar amilanar, lo mismo que en el resto de capítulos recientes de una discografía memorable. “OCD”, donde la veta ramoniana aflora sin el menor complejo, “I despair” o “Lay that money down” podrían estar a la altura de otros de dorado recuerdo y aún más esplendoroso presente. La atemporalidad del grito de Coyne domina la lírica enrabietada de “She gives me love”, “If I only had time”, “Unreal world”, “How low is low” y el inmenso “Johnny Cash blues”, que no se sabe si es un homenaje o una pulla a un sonido del que proceden sólo para pervertirlo. 

De sus raíces clásicas y su devoción por The Who, The Beatles o The Stooges no cupo la menor duda desde que empezaron a grabar allá por mediados de los ochenta, pero tampoco de que “Love is dead”, “I can’t sleep tonight”, “This damn nation” o “Cause I said so” representan una excelente manera de asimilar a todas esas bandas y exprimirlas en su propia batidora, algo nada fácil de conseguir, sobre todo si se hace de la manera que ellos lo hacen. El “let’s play fucking rock and roll” que sale de una garganta que nos sobrevivirá no es más que la reivindicación de un legado que es a su vez el que asume a muchos otros igualmente brillantes. Y como la excusa para irse de gira esta vez eran los treinta y cinco años de la publicación del canónico "Birth, School, Work, Death", hay que corearlo de nuevo, y las veces que nos queden, como corresponde a las canciones sin fecha de caducidad. 

“I want you” o lo que podría haber sido el punk si hubieran dejado el asunto en sus manos, otra frenética “Wild and free” y la cover final de “(You gotta) fight for your right (to party)”, identificándose con la combatividad de sus amigos Beastie Boys, cerraron un set bárbaro, directo a la yugular y poderoso como una roca que resiste el roce del vendaval sin inmutarse. Los actuales Godfathers no necesitan más de una hora para recordarnos a los que hemos tenido que desempolvar sus discos que habíamos cometido un error casi imperdonable. Cuando hay cosas que das por hechas siempre es conveniente que te den un toque de atención. El que recibimos un martes noche disfrazado de sábado fue casi definitivo. Tuvieron que ser ellos, los verdaderos padrinos del cotarro, quienes dijeran la última palabra.