Por: Javier Capapé
Cuarenta canciones revisitadas. Nada menos. Diez por cada miembro de la banda irlandesa. Canciones reimaginadas, como ellos mismos dicen, pero a la postre, podríamos simplificar diciendo que se trata de versiones acústicas de las originales. Ahí termina esta reimaginación. Y sinceramente, creo que la mayoría de ellas son prescindibles y serán olvidadas hasta por sus fans más acérrimos en no demasiado tiempo.
Hace bastante que el cuarteto irlandés va a la zaga de las excentricidades de su vocalista. De hecho este disco es el complemento al libro de memorias publicado a finales del pasado año por Bono. Más allá de servir de banda sonora de sus memorias, algunos llegamos a creer que este disco podía ser interesante cuando supimos de su lanzamiento. Al menos tenían material de sobra para darle una vuelta y lograr salir airosos. Pero lo primero que falla es la cantidad de canciones que forman parte del mismo. Cuarenta son demasiadas. Estoy seguro que con una selección más ajustada (existen dos ediciones complementarias de dieciséis y veinte canciones) habría sido suficiente. Pero no nos olvidemos de lo más importante. Esas versiones no aportan, ninguna mejora a las originales, aunque también hay que decir que hay algún que otro acierto, pero la balanza, en definitiva, no se pone de su parte.
Por primera vez en la historia del cuarteto (que avanza hasta alcanzar los cuarenta y cinco años) los protagonistas son únicamente Bono y The Edge. Adam Clayton y Larry Mullen apenas destacan más allá de poner nombre a la selección de sus diez temas para la colección. No se hace justicia con su papel en la banda, que quizá sea mucho más centrado y con los pies en la tierra de que lo que suele demostrar su vocalista. Por su parte, The Edge se ha encargado para este "Songs of Surrender" de la concepción del álbum y de su producción y él mismo advierte de su paralelismo con las memorias de Bono, ya que ambos proyectos se han construido, casi sin quererlo, en paralelo. The Edge quería mostrar como sus canciones se mantienen en su esencia, con los elementos imprescindibles. Partiendo de una guitarra acústica o un piano. Y es verdad, que lo consigue, pero muchas de estas canciones son tótems del pop-rock y desnudarlas las hace desmerecer, porque nuestra mente siempre va a intentar volver a su concepción original, esa que nos voló la cabeza y nos hizo creer en U2 como la banda que nos abría la mente y nos conducía a ese lugar soñado donde todo es posible, "donde las calles no tienen nombre". Y eso no es "Songs of Surrender". Definitivamente no.
Una muestra de lo que pretenden ofrecernos con este acercamiento a la esencia de sus composiciones está también recogido en el documental "Bono & The Edge: A sort of Homecoming with David Letterman", dirigido por Morgan Neville y estrenado simultáneamente al disco en Disney +. No ofrece nada que no sepamos, pero su camaradería con el famoso presentador de televisión estadounidense y la interpretación de algunas de estas nuevas versiones de sus clásicos en directo sí que son dignos de mención. Salen mejor parados con público que en el reproductor de CDs o giradiscos de nuestras casas. Lo que demuestra que estas nuevas versiones bien podrían haber servido de excusa para algunas presentaciones en directo únicas que las ofreciesen a modo de divertimento o curiosidad. Mucho mejor que en un disco que caerá tempranamente en el olvido, más rápido incluso que sus irregulares predecesores "Songs of Innocence" y "Songs of Experience" (ya sólo les faltaría un "Songs of Redemption" para tratar de enmendar tantos errores seguidos).
Más allá de toda la literatura que queramos verter sobre el proyecto, también podemos fijarnos en sus canciones, destacando algunas que resisten más allá de la primera escucha, como "Who's gonna ride your wild horses" o "Stuck in a moment you can't get out of", que aunque podrían ser simples maquetas de las versiones definitivas se dejan escuchar. Otras como "The fly" (ahora en modo cabaret) pierden toda su esencia y rozan el ridículo, aunque para eso se llevan la palma "Desire" o "I still haven't found what I'm looking for".
Ya hemos dejado entender que innecesarias son la mayoría de estas versiones, pero algunas como "Stay (faraway, so close!) o "With or without you" lo son mucho más que "I will follow", "Sunday Bloody Sunday" o "Stories for boys", que dan un importante giro y hasta se atreven con algún destacable cambio en su letra, como queriendo dar una nueva visión más actualizada de cómo habrían podido armar sus discursos ahora. Y es que esa era otra de las intenciones del disco, motivar ligeros cambios en las letras para entender el sentido de estas canciones con el paso de los años o como pueden llegar a mutar sus significados para darles otro enfoque (o al menos uno alternativo) con el tiempo. Aún así, esto se queda más bien en algo puntual y anecdótico y prevalecen las canciones sólo alteradas significativamente en su sonoridad, como le sucede a "Dirty Day", dominada ahora por la sobriedad del cello, o "Red Hill Minning Town" con unos toques de vientos que no le sientan nada mal (una de las que seguramente todos salvaríamos de la quema). "Bad" logra mantener su crescendo original sin chirriar demasiado y en "Song for Someone" escuchamos a un Bono cantando mejor que en su hermana melliza. Guardaremos también en el lado favorable de la balanza la nueva "40" e "Invisible", que consigue aquí encontrar su lugar, mucho más destacado que en su corta vida como single. "One" se queda en agradable, no mucho más, y "City of Blinding Lights" tampoco decepciona, como nos pasará también con "If God will send his angels" o "All I want is you". Sí, hay chispazos (tampoco para enamorarse de ellos), pero no más de los aquí repasados, lo que lo dejaría como mucho en un disco doble y algo lejos del notable. Claro, que si sumamos hasta las cuarenta y dejamos que pasen el corte "Vertigo", "The Miracle (of Joey Ramone)" o "Beautiful Day" quizá no llegamos ni al aprobado. Cosas de querer abarcar demasiado hasta conseguir hartar al más devoto.
No sabemos cuál será el siguiente paso de los irlandeses más famosos de todos los tiempos y tampoco es que pretendamos que vuelvan a alumbrar un "Achtung Baby", pero no deberían explotar demasiado esta etapa (miedo me da a dónde les puede llevar su inmersivo próximo espectáculo residente en Las Vegas). Sería más inteligente dar cuanto antes espacio a nuevas composiciones que den sentido a ese engranaje del que presumen en el documental anteriormente citado. No pedimos algo mucho más granado que "No line on the Horizon". Tal vez a estas alturas nos harían felices riesgos como el que asumieron con "Pop". No más. Pero eso habrá que dejarlo en manos de las musas y de los devaneos que puedan alumbrar el discreto Dave Evans o el extravagante Paul David Hewson. Crucemos los dedos.