Por: Jesús Elorriaga
“La primera vez que vi a los Surfin’ Bichos tocando en directo “Gente abollada” volví a creer en el rock, en la poesía, en la gente que coge un instrumento y, como por arte de magia, consigue hacer una canción con garra, con fuerza, con vida”. Esta cita, perteneciente al prólogo que hizo Jesús Ordovás para el libro “Surfin’ Bichos. Sermones en el desierto” de Jota Martín Galiana, puede resumir lo que en su día supuso la aparición de estos albaceteños en los estertores de La Movida a finales de los años 80. Quizás llegaron demasiado pronto, tal vez el futuro vino detrás de ellos, pero entonces y ahora, con la publicación de su último disco, "Más allá" (casi 30 años después del anterior), siguen demostrando que mantienen la ilusión y la capacidad intacta de acción y sorpresa.
Es curioso porque, a pesar de la distancia espacio temporal, nunca ha dado la sensación de 30 años de vacío. La respuesta tiene su lógica inmediata ya que han mantenido, en mayor o menor medida en la línea del tiempo, diferentes proyectos musicales (Chucho, Mercromina, Fernando Alfaro en solitario, etc) —además de alguna sesión remember en festivales, fiestas populares o conciertos aislados— que les ha permitido vivir de forma autónoma lejos del calor del hogar y que ahora, rebasada la madurez, les reúne de nuevo para una nueva degustación de elixir de juventud.
Porque es así a lo que suena el disco. Tres singles de adelanto y una portada de Joaquín Reyes, les sitúa de lleno en esta pedregosa actualidad musical. La pandemia, el confinamiento, la proximidad de la muerte, esos microuniversos entre cuatro paredes y el aislamiento en un caserón en su Albacete natal, permitió a Fernando Alfaro, líder y compositor de Surfin’ Bichos, gestar un disco catártico. La cercanía con el resto de la banda, residentes en Albacete, les unió de nuevo a nivel creativo y emocional. Conectando las cañerías internas que unían el pasado con el presente, como sucede en “Luz del Mediterráneo” enlazado inevitablemente con aquel “Fuerte” de Hermanos Carnales. Esos sonidos de buzuki griego, los horizontes quebradizos del Mare Nostrum, funden el final de uno y el comienzo del otro,
La banda, formada por Carlos Cuevas a la batería, Fernando Alfaro a la voz y guitarras, José Manuel Mora al bajo, Joaquín Pascual a las guitarras, piano y voz, y con la colaboración a los coros de Isabel de León, suena encofrada con materiales orgánicos que refuerzan su solidez. Ayudados en la producción por Fino Oyonarte (Los Enemigos, Clovis), los albaceteños firman un trabajo conceptual y existencialista en su esencia, pero vívido en su ejecución, como lo demuestra “Máquina que no para”, uno de sus primeros singles. “El caballo del mar” o “Alumbrando el fin” son la quintaesencia del sonido actual de los Surfin’ Bichos, esa ternura desde las entrañas. “El baile del más allá” y “Lotus Europa”, telúrica y festiva una, espacial la otra, son como una música de acompañamiento para vivos que habitan en otra dimensión. En “Señales” recuperan el ambiente religioso de otros temas de antaño, como “Hey Lázaro”, pero sin buscar páginas arrancadas de una nostalgia que no tiene sitio (ni sentido) hoy en día. Los albaceteños escriben su propio discurso sonoro en este presente en el que se desenvuelven con la naturalidad de quien no ha dejado nunca de caminar.
Aunque “Mortal” decae un poco, “Yo que te he visto” recupera la intensidad de rock perruno marca de la casa. Con “Tu propia Navidad” y “Conversación ultrafónica a las 4 a.m.” (esta última compuesta por Pascual) ya se confunden o se complementan con el sonido de Chucho o Mercromina, algo inevitable ya que beben todos de la misma fuente original. Termina el disco con “La mujer invisible” un medio tiempo a modo de confesión ultratumba, de relato fantasmagórico, con esa voz arenosa de Alfaro en el anochecer del fin del mundo. Tantos años después, con Más allá, los Surfin’ Bichos reafirman que pueden seguir haciendo canciones con garra, fuerza y (ultra)vida.