Texto y fotografías: Jesús Elorriaga
Sam Shepard decía que "siempre hay un tipo de nostalgia por los lugares donde te reconoces a ti mismo". El concierto que Surfin’ Bichos dieron el pasado 18 de mayo en la sala La Paqui de Madrid, podía dar lugar a un tipo de nostalgia casi fantasmal, de reconocernos como seres que ya no somos, por un lugar donde las caras son diferentes, esculpidas por el paso del tiempo, y enfrentarse a un vantablack, a un agujero negro capaz de absorber casi 30 años de vida desde su anterior disco al último, "Más allá", publicado hace apenas un par de semanas. Podía haber sido un acto estéril de nostalgia rock como otros grupos que arrastran su sombra pasada, pero los de Albacete no juegan a eso. Un grupo cuyo cuerpo ha estado simplemente dormido, pero cuyos miembros han tenido mucha vida durante estos años, con diferentes nombres, proyectos y devenires, demostró estar sincronizado a la realidad del presente gracias a su entrega y calidad sobre el escenario.
Había gran expectación por la presentación en sociedad de su último disco y de ese reencuentro con su público, cálido en su entrega en una sala a media entrada. Salieron a las nueve de la noche al escenario Carlos Cuevas a la batería, José Manuel Mora al bajo, Joaquín Pascual a los teclados y guitarras y Fernando Alfaro, con su gorra de Dark Seas, a las guitarras y voz principal. El comienzo fue algo tibio, con “Viaje de redención”, donde aprovecharon para situarnos a todos en el lugar adecuado, tanto a nivel técnico como emocional, rebajando excitaciones y preparándose para despegar con “Yo que te he visto”, uno de los temas que debutaban en directo. Empieza la fiesta, despierta el perro feliz.
Sobrios en el escenario, José Manuel Mora y Carlos Cueva sostienen el pavimento rítmico con una contundencia y solidez admirables, mientras que Joaquín Pascual aporta el contrapunto de brillo necesario a la locomotora empujada por Alfaro, tanto en las baladas (“Mis huesos son para ti"), en los medios tiempos (“Abrazo en un terremoto”) o en las más profundas como “El final de una quimera”, alfa y omega de la creación de un proyecto que, en 2023, rebosa vitalidad. Sobre todo cuando subió la hija de Fernando Alfaro, Natalia (Lea Leone) y aportó frescura en el tercer acto del grueso principal del concierto. Con ella a los coros, tocaron otros temas del último disco, la maravillosa “Luz del Mediterráneo”, “El baile del más allá” y la enérgica “Máquina que no para”, junto a un clásico: “Comida china y subfusiles”.
Hubo dos tandas de bises finales. En la primera, los temas más celebrados: “Gente abollada”, “Mi hermano carnal” (de nuevo con Lea Leone) y “¡Fuerte!”. Terminaron con otro pequeño viaje al pasado, del que rescataron “Crisis” y “Efervescente”. Los Surfin’ Bichos lograron pasar con notable alto este concierto de presentación en el que demostraron que la nostalgia es un tren que pasa demasiado rápido como para detenerse en lugares reconocibles. Hay ganas de más.