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Havalina: "Maquinaria"


Por: J.J. Caballero 

 Las consecuencias de la pandemia en una industria ya en vías previas de devastación apenas se hacen patentes cuando te reencuentras con algunas bandas que, mucho antes de que el período fatal se tornara en amenaza absoluta, intentaban sobrevivir a tan sombrío panorama espaciando discos intensos a la vez que llenos de lúcidos presagios. Havalina, eternamente comandados por el insigne Manuel Cabezalí, uno de los músicos más completos y pluriempleados de la última generación del rock hispano, han sabido reagruparse y casi reinventarse tras el regreso del bajista Ignacio Celma a la formación original de trío, y han agrupado unas últimas composiciones atravesadas de densidad futurista y conciencia espacio-temporal. En un mundo que parece estar a punto de colapsar por la propia incompetencia de los humanos que lo dinamitan más que lo habitan, plantean un álbum casi conceptual, basado en una asociación de ideas que desembocan en una única: La supremacía de la tecnología y el cambio de era. 

Es un disco repleto de ideas industriales, en el que el elemento humano se sintetiza en ambientes synthwave (“Himno nº 9”), anclándose en la onda oscura de la trayectoria intermedia de The Cure, el minimalismo electrónico de Radiohead (“La rueda”), reviviendo corrientes ochenteras en la misma línea (“Salmo destrucción”) y extendiendo lo grisáceo del mensaje en otras voces (la de Nieves Lázaro en “La palabra”), incluso distorsionando forma y fondo en otra aproximación al shoegaze (“Circuito cerrado”). Es tan cerrado el ambiente que deciden concluir el viaje pseudoapocalíptico de manera más orgánica, con las cuerdas y violines de la extensa pieza final (“Naciente” suena como la afortunada resurrección) reptando entre paisajes de demolición hacia una esperanza ya apuntada en “Actitud” y “Deconstrucción”, temas clave para entender qué y cómo querían plasmar canciones tan afiladas en esta nueva reencarnación grupal, perfectamente resumida en la reformulación trip hop de “Arsenal”. Es el futurismo, la regeneración y el pavoroso signo de los acontecimientos lo que los conduce hace una suerte de concepto industrial, casi con sello cinematográfico, en una línea de horizonte imaginaria en la que se crucen las visiones ensoñadoras del desaparecido Ryuichi Sakamoto y la base maquinal de Killing Joke

En “Maquinaria” hay sexo y religión, miedo y añoranza, sumisión y ansiedad… Todo en este disco está medido para imponer respeto por una banda que ya es sinónimo de sello propio. El progreso se llama Havalina, y ha llegado –si es que alguna vez lo dimos por perdido- para enseñarnos a asumir sus consecuencias.