Estadi Olímpic, Barcelona. Domingo, 30 de abril del 2023
Texto y fotografías: Àlex Guimerà
El idilio de Bruce Springsteen con Barcelona nació precisamente un mes de abril, aunque tenemos que remontarnos al lejano año 1981 y al (actualmente defenestrado) Palau d' Esports. En esa compleja España post-franquista, y pocos meses después de vivir el fatídico 23 F, el rockero de New Jersey dio una bocanada de aire fresco para una juventud barcelonesa que miraba de lejos la "movida madrileña" a la vez que la contracultura del "rock laietà" daba sus últimos latigazos. Para aquel estreno la E Street Band tocó un repertorio de hasta casi treinta canciones, siendo la primera de múltiples veladas en la capital catalana en las que su entrega, carisma e infalible cancionero han robado el corazón de varias generaciones de barceloneses. Por ello, el "Jefe" y los suyos, conscientes de la efervescencia del público local, en 2003 editaron en DVD su paso por la ciudad de la gira de "The Rising".
Con tales antecedentes, el último episodio del romance con Barna comenzó cuando se anunció que la ciudad protagonizaría el arranque de la parte europea de su gira en dos únicas fechas españolas. Para los días previos, el anuncio de la presencia de los matrimonios Obama y Spilberg, confirmados para la primera fecha del viernes 28 - ese día Michelle y Kate terminarían subiéndose al escenario para cantar "Glory Days" - y el miedo de la noticia del contagio del COVID del roquero septuagenario "decoraron" el escenario. Por si fuera poco, la misma tarde del domingo 30 de abril llegó la tan ansiada lluvia a nuestras calles llevando consigo rumores de cancelación. Afortunadamente todo fue según lo anunciado, el tiempo aguantó y pudimos gozar del segundo lleno del Estadi Olímpic con la enérgica banda, un segundo round del cual fuimos testigos. No antes sin capear, bajo el testigo del arco iris, unas interminables colas, el barro bajo nuestros pies, los preceptivos controles y ese caos que implican estos grandes eventos.
La formación de la Banda de la Calle E estuvo conformada por el inimitable Steve Van Zandt (aka Little Steven, a la guitarra); la inseparable esposa del "Boss", Patti Scialfa (voces); el gran Nils Lifgreen ( guitarra y slide); Gary Tallent (bajo), quien es el miembro más antiguo de la banda junto a su líder; Jake Clemons, el sobrino de Clarence (saxofón); Max Winberg (batería) y el virtuoso Roy Bittan (teclados); a los que se añaden unos impresionantes musicazos de apoyo formados por sección de vientos, coristas, percusionistas y violinista.
Con una advertida puntualidad británica, la entrada triunfal de la banda a las 21 horas en punto nos mostraba la cantidad de músicos que tendríamos encima del escenario, entre los que distinguimos los atuendos excéntricos de los viejos rockeros que son Little Steven y Nils Lofgreen. Además, la disposición de las pantallas y los potentes equipos de sonido permitieron gozar a lo largo de las casi tres horas del espectáculo con la misma intensidad en cada uno de los rincones del recinto. Es lo que sucedió con el arranque a cargo de la inesperada "My Love Will Not Let You Down", del recopilatorio "Tracks" (1998), que nos emocionó por su frescura y vitalidad. Tras ella, la más esperada "No Surrender" del icónico "Born In The USA" (1985), que viene a ser una declaración de intenciones de los shows. Inmediatamente los "Hola Barcelona" y "Hola Catalunya" nos recordaban el modo en que Bruce ha ido poniéndose al bolsillo a los fans de la ciudad, como cuando subtituló en catalán sus parlamentos o las letras de sus canciones. Canciones que nunca ha dejado de escribir ni presentar, como las pegadizas "Ghosts" y "Letter To You", de su penúltimo disco de 2020, que pudimos gozar a las mil maravillas.
Aunque el grueso del repertorio lo llevaron las canciones más vetustas del rockero, como las sensacionales “Prove It All Night” o “The Promised Land”, del imprescindible "Darkness at the Edge of Town” (1978), o la coreada "Out In The Street", del "The River" (1980), del que sólo nos regaló ésta y una insulsa "Ramrod" en los bises, más protagonistas fueron los discos "Born In The USA" y "Born To Run" (1977) con cinco presencias de cada uno de ellos, aunque también sonó espléndidamente el rockanroll "Johnny 99" del también genial "Nebraska" (1982). Una cascada de temazos clásicos y nuevos que sólo quedó interrumpida con la alargada " Nightshift ", de los Commodores, incluida en el flamante álbum de versiones soul "Only The Strong Survive" (2022) y la versión de Jimmy Cliff "Trapped". En ambas los desarrollos instrumentales de saxos, trompetas, guitarras, coros y toda la artillería pesada dieron el toque soul y funky a mitad del evento para descargar de tanta intensidad sónica y emocional.
Como siempre, el bueno de Bruce, haciendo de maestro de ceremonias, demostró seguir ser un portento de energía: especialmente cuando bajaba las escaleras del escenario para codearse con los fans de las primeras filas, chocarles las manos, recoger regalos y conectar a través de sus canciones. También las bromas y muecas que hizo junto a Van Zandt a las cámaras, o su tímido striptease, cuando no se hartó de regar de abrazos, complicidades y reconocimientos al resto de sus músicos. Todo ello a la vez que atacaba legendarios himnos de la talla del "Beacause The Night", que hizo a su colega Patti Smith, coreaba "Let It Rain Let It Rain" en "Mary' s Place", nos arrojaba la épica de "Wrecking Ball" o recordaba en solitario y a la acústica sus primeros años en la música con "Last Man Standing". Memorables resultaron el homenaje esperanzador a los trágicos sucesos del 11 de septiembre, "The Rising", la apabullante "Badlands" con ese piano que siempre suena eterno y una emotiva "Thunder Road" que puso el punto y aparte antes de los bises.
En el tiempo añadido llegaron cuatro infalibles píldoras del "Born In The USA" como son la que titula el álbum, con toda su potencia y carisma, la legendaria "Glory Days", la bailonga "Dancing In The Dark", con su teclado ochentero, y la fabulosa "Bobby Jean". Por si fuera poco una de las más esperadas "Born To Run", con toda la carga emocional que lleva encima, y los ritmos de “Tenth Avenue Freeze-Out" nos acercaron a un final en el que se despidió la banda con un abrazo final simbólico con el sobrino de Clarence (¿una metáfora del adiós a la E Street Band?). Y la clausura tras el ruido, la intimidad del cantautor de New Jersey acompañado de su guitarra para deleitarnos con una versión lacrimosa de la nueva "I' ll See You In My Dreams".
Mucho se ha hablado estos días de los dos conciertos de la E Street Band en nuestra ciudad, mientras unos tiraban de hipérbole y encantador fanatismo otros han atacado la exageración y la previsibilidad de los grandes escenarios y de las giras lucrativas. Aunque si tenemos que mojarnos, tras ver la calidad de la banda de apoyo, los detalles escénicos tan cuidados, la buena forma de estas leyendas de 70 años, la formidable sonoridad, la conexión con la audiencia y ese repertorio imbatible, podemos concluir que el concierto fue memorable. Sobre todo porque a muchos logró emocionarnos de verdad. Ese es el poder de la música.