Nada Surf, hechizo de juventud
-
*La Riviera, Madrid, jueves 14 de noviembre de 2024. *
*Texto y fotos: Jorge Bravo “El Gurú”. *
*Nada Surf* siempre ha sido una banda importante para mí ...
Phil Lancaster: “El Nacimiento de Bowie”
-
*Por: Javier González. *
Existen libros hechos para la mayoría y obras escritas a sabiendas que
serán disfrutadas por un grupo reducido de personas de fi...
Nada Surf, hechizo de juventud
-
*La Riviera, Madrid, jueves 14 de noviembre de 2024. *
*Texto y fotos: Jorge Bravo “El Gurú”. *
*Nada Surf* siempre ha sido una banda importante para mí ...
Ojalá el amor nos salve con Depedro
-
*Sala Oasis, Zaragoza. Viernes 15 de noviembre de 2024. *
*Texto y fotografías: Javier Capapé. *
El viernes pasado en la *Oasis* me encontré con la versi...
León Benavente: "Nueva sinfonía sobre el caos"
-
Por: Javier Capapé
Nada y todo a la vez. Una invitación a parar y reflexionar sobre lo que nos
rodea y a la par un estímulo para desatarse y que comienc...
En la portada de este disco, reeditado oportunamente el pasado viernes, aparece un retrato del músico porteño. Sus ojos felinos miran intensamente. Por aquellos días, Ariel Rot (1960), ni por asomo, estaba “hablando solo”, a no ser que el título aludiera al rumbo solitario que emprendió al margen de Los Rodríguez, que habían agitado con fuerza el panorama rockero de los noventa. Al otro lado estábamos atentos muchos gatos de barrio (como aquellos que salen a relucir en el tema “Al Amanecer”). Sin ir más lejos, mi pareja y yo frotábamos a todas horas la lámpara de este compacto (que ahora se publica en vinilo, por fin). Con cualquiera de las 12 genialidades que componen el disco aullábamos de placer y seguimos haciéndolo.
Parece que no ha pasado el tiempo por aquella lámpara, cuya superficie pulida sigue brillando como lo hacía el día de su publicación en 1997. Está a la altura de los mejores trabajos entregados en la última década del siglo XX en nuestro país. Capaz de igualar la apuesta excesiva que hizo su excompañero Calamaro con “Honestidad Brutal”, la audacia de "Una semana en el Motor de un Autobús” de Los Planetas, o la inspiración de “Échate un Cantecito” de Kiko Veneno, con el que ahora anda haciendo de las suyas por todo el territorio español, tirando del hilo de “Un país para escucharlo”, el programa que protagonizó en la televisión pública el propio Ariel Rot.
El guitarrista afincado en Madrid decidió vestir sus creaciones de la manera más elegante posible, para lo cual fue a buscar, al igual que hiciera Kiko Veneno (que se marchó a Londres), un estudio situado en Las Landas francesas. Aunque lo importante no fue a dónde fue sino con quién lo hizo. Su compañía Dro/Warner convocó en Francia a The Attractions, la banda que solía acompañar a Elvis Costello. El baterista Pete Thomas dejó su impronta en todas las canciones, mientras que Bruce Thomas, al bajo, y Steve Nieve, detrás de toda clase de pianos, intervienen cuando se les necesita. Esta participación es una de las claves más importantes del éxito que concitó este disco. Para descubrir otros secretos relevantes sobre este proyecto es necesario leer el texto del libreto que está incluido en la reedición, firmado por Federico Oldenburg.
El disco se grabó en 5 fases. Uno. Entre el final de la promoción del último largo de Los Rodríguez, “Palabras más, Palabras menos” y la gira esperadísima de estos con Joaquín Sabina, Ariel Rot compuso y presentó en directo algunas canciones que después formarían parte de “Hablando Solo” junto a The Rota, una banda de confianza que reunió junto al imprescindible Guille Martín. Dos. Estas canciones son grabadas en maquetas (recuperadas para esta reedición) en el estudio Sintonía de Madrid y en otros estudios de confianza. La oportunidad francesa es la tercera fase. Los Attractions entran en juego. No queda nada de la versión de “Te Busqué” (la letra es de otro genio argentino, Sergio Makaroff), y en su lugar comparece una canción de aire funky mucho mejor que la anterior; se toman con más calma “Colgado de la Luna” y la canción se lo agradece. Ariel Rot, en cambio, se hizo fuerte con “Vicios Caros”, un zarpazo definitivo (en la maqueta ya era peligrosa y sigue siéndolo), que te pilla desprevenido y te mata. Rot, además, saca todo el partido de su guitarra eléctrica, y ya es decir, tratándose de uno de los más hábiles solistas de este instrumento en el panorama rockero. Por si fuera poco recibe el apoyo inestimable del órgano Hammond de Steve Nieve. Cuatro. Las voces se insertaron en Madrid, reclutando para la ocasión a varios animales de costumbres nocturnas: Tito Dávila, Andy Chango y Guille Martín, que pusieron sus maullidos al servicio del disco. Cinco. Con todos los elementos en la maleta, Rot cruza el Océano, en dirección a la ciudad de los rascacielos donde le está esperando nada menos que Joe Blaney. Al ingeniero tampoco le importaba quedarse sin dormir con tal de obtener la mejor mezcla del material tan valioso que le había traído Ariel Rot. De Norteamérica regresa “Baile de Ilusiones” vestida de fiesta con el fin de triunfar. Y eso que todavía queda por escuchar “Al Amanecer”, con su “intro” formidable, y ese intervalo entre “mi amor” y “se fue” que Rot perpetra mejor que nadie. “Bruma en la Castellana” es un tema castizo, noctámbulo, obra de, atención, Moris, el autor de “Fiebre de Vivir”, otro (más) exiliado argentino, que llegó al mismo tiempo que la familia Rotenberg a España en 1976, huyendo de la represión ejercida por la junta militar argentina. No es el único compatriota que aparece en el disco. Fito Páez venía de triunfar absolutamente con “El Amor Después del Amor”. Entiende perfectamente lo que necesita “Mil Mentiras y una Verdad”, la voz de Rot le sigue a la zaga, hasta el punto de que cuesta discernir cuál de los dos artistas es el que está cantando en cada momento. “Desordenada”, no se decanta ni por la cumbia ni por la milonga, al estilo patentado por Los Rodríguez. “Confesiones de un Comedor de Pizza” es una canción de carretera instrumental. “Cuentas al Día”, tiene dos almas, puentes pop y estribillo stoniano, y “La Última Cena”, es un rockabilly canalla, eficaz como un disparo. He dejado para el final el brindis. “Después de Brindar” es un caso aparte. Los instrumentos y la voz entran y salen de la canción en el momento adecuado. Tan elocuentes al “hablar” como cuando guardan silencio. Este tema es un reloj perfecto, que se detiene a medianoche. Después de escucharla entenderás por qué. Por algo es la canción del disco por la que Ariel siente más predilección.
El barrio dejó de ser el mismo cuando el músico con ojos de gato llegó con sus canciones. Espero que este artículo sirva para que, ahora como hace 25 años, muchos gatos curiosos se acerquen a escuchar en la madrugada cualquiera de las canciones de “Hablando Solo”.