Los Fusiles + Los Retumbes: Que no cesen las balas


Sala Ambigú Axerquía, Córdoba. Sábado, 15 de abril del 2023

Texto y fotografías: J.J. Caballero

Las llamadas “fiestas Cowabunga” que organiza la sala Ambigú cada vez que las circunstancias pintan propicias son tan esperadas como disfutables. El inconfundible sello de intensidad, unido al propio amateurismo implícito a muchas de las bandas cobijadas bajo tal etiqueta, les suele dar un plus de interés que nunca se traduce en un éxito masivo de audiencia pero sí en noches de desparrame rockero, aptas para degustar el a menudo desconocido catálogo de bandas del circuito garagero y situarlo en la órbita de sonidos a explotar en próximas citas públicas o privadas. En esta ocasión se presentaban en Córdoba el dúo que forman Los Retumbes, un matrimonio oriundo de Barakaldo formado por los anteriormente creadores de los furiosos Sinclair, cuyo apellido británico siguen utilizando como alias artístico tanto Andi como Ana, perpetuando una afición que les llevó casi sin comerlo ni beberlo a actuar ante audiencias variopintas en insospechados parajes de Italia, Francia y Escocia. Allí quizá sorprendiera en mayor medida la capacidad de la pareja para despachar de forma tan expeditiva pequeños himnos intrascendentes pero con la chicha suficiente que echar a su marmita de diversión garantizada: Desde “El solitario” hasta los básicos riffs sin letra de “Instromonstrual” y “Retumbe rock”. 

Creando identidad desde dentro y pulverizando mitos personales y ajenos con descreídas descargas como “Las camisetas de los Ramones”, “Eres idiota”, “Cuñado” o la flexibilidad de “A retumba abierta”. El rollo frat rock de “Tú me das dolor” les permite anunciar que nunca harán una canción de amor, más bien de todo lo contrario, como en “Me creo tus mentiras”, en la que el punk afilado asoma por la guitarra de Andi, y para que las maracas de Ana se tornen en base “retumbe” en “La música moderna”, dándoles un repaso a los y las que fichan el pasaporte de validez en base a lo urbanas que suenen tus canciones. Si es que el concepto es válido, claro, porque ellos viven bien al margen de todo ello. Como de los “Tatuajes de mierda”, uno de los temas más auténticamente Retumbes incluido en un disco bautizado como canciones de ídem. La personalidad ante todo. Hasta el estallido de “Explosión juvenil”, inspirado en la primera oleada de bandas rockers de los cincuenta, la pareja salida de un cómic de base pulp (tocan ataviados con antifaces y siempre de riguroso negro) recorre todas las esquinas de un género poco dado a florituras y en el que el virtuosismo importa mucho menos que la esencia.
El segundo plato de la cena venía servido no en bandeja de plata, pues la imagen sería demasiado obvia y nada ajustada a los propósitos y la realidad de los ejecutantes, sino con una ráfaga de balas dirigidas en su mayoría al centro de los resortes acústicos de los allí presentes. Era la primera vez que algunos teníamos la oportunidad de comprobar si las excelentes críticas cosechadas en los distintos medios por estos sevillanos, relativamente nuevos en la escena pero ya curtidos en mil y una batallas en su mayoría, eran justificación suficiente para ensalzar su directo. Y no sólo quedó debidamente destacado en letras grandes, sino que la pequeña leyenda que empiezan a arrastrar tras de sí quedó engrandecida por derecho y canciones propias. Las que han grabado y autoproducido Pablo Cuevas (cantante y guitarra rítmica) y Quique Ruiz, un músico enorme y versátil, de los que tal vez marquen la diferencia en sucesivas encarnaciones artísticas. Al frente de Los Fusiles, han agotado los adjetivos de alabanza a lo largo de tres discos fabulosos, repletos de influencias no por obvias menos relevantes. 

¿Alguien habría imaginado que a estas alturas de la película podría surgir una banda relativamente joven que, sin leit motiv alguno ni adscripción a escenas o movimientos más o menos sujetos a etiquetas, aunara la base de rock puramente hispano de unos Gabinete Caligari justamente anteriores a su pico de popularidad con el sarcasmo y la autenticidad de los Enemigos de Josele Santiago (al que la voz de Pablo hace guiños constantemente)? Es precisamente esa mezcla de caracteres identificables lo que dota de presencia y presagia un futuro esplendoroso, si los propios tsunamis de la industria no lo impiden, para un grupo que nunca da una nota por perdida. Para ello, a nadie se le escapa que lo que cuenta por encima de todo son las canciones. Y Los Fusiles tienen un arsenal listo para surtir la siguiente ráfaga como y donde sea preciso. A la presentación en la actual gira de las incluidas en el fantástico “A mano armada” añaden a modo de complemento y adorno otras de composición temprana y efectos igual de devastadores: “La llamada”, “La reclamación”, “Pasen”, “Mañana será igual”, “El parque”, “La esquina” (sí, ellos también hablan de los lugares donde pasan las cosas verdaderamente importantes), “Tarde de perros” y las que bautizaron a sus dos primeras entregas, una poderosísima “Victoriosa” y la especialísima “¿Quién escribe al coronel?”, el tema con el que dieron a conocer sus poderes y presentaron las armas que hoy los hacen casi inexpugnables. 

Un despliegue de guitarras rocosas, un sonido envidiable y compacto hasta la sorpresa, una piedra de toque maravillosa como “Chica de ojos claros” y sendas demostraciones de arrojo instrumental, “La maestra” y la postrera “No me tientes” para desgañitarse y echar el cerrojo a su soberbia fortaleza. No hay bises palpables, ni falta que hace. Parcos en explicaciones, estajanovistas del trabajo a destajo, operarios fiables del rock and roll que seguimos soñando, y no en blanco y negro precisamente. Balas que no se pierden en la nada y tienen unos destinatarios muy concretos. Si alguna vez hemos pensado en dejarnos atracar, ellos serían los perfectos amigos de lo ajeno para dicho experimento. De vez en cuando, hemos de agradecer que sigan existiendo salas y promotores que nos permitan darnos un homenaje como este. Todos nos lo merecemos.