Por: Lorena Suárez
Lana del Rey llegó a nuestras vidas, hace ya unos cuantos años, como un ser caído de
otro planeta, con una música nueva, distinta, única respecto a todo lo que se hacía
entonces. Llegó como un ser venido de otra época, con un estilo, tanto en su manera de
vestir y maquillarse, como con las referencias que incluían las letras de sus canciones
escritas por ella misma ("You know you made my arms burn, it was like James Dean for
sure"; "He plays guitar while I sing Lou Reed», «His Bonnie on the side"). ¿De dónde
salía esta chica?
Hoy, más de diez años después, Lana del Rey sigue aquí, haciéndonos entrar con
emoción en su "Did you know that there’s a tunner under Ocean Blvd", con emoción
porque no sabes lo que traerá esta vez, pero sabes que probablemente será formidable.
No es este un disco fácil, de rápida digestión. Es necesario un paladeo delicado, lento,
cucharada a cucharada. Cucharadas que te hacen repetir plato, poco a poco, y así hasta
que descubres que es un menú delicioso. Amor, sexo, religión, familia. Autoestima (o la falta de ella), tristeza, libertad, dudas.
Lana desgrana en unas letras líricas y complejas su vida, sus reflexiones, de una manera
punzante y, a ratos, incómoda pero siempre creando poesía maravillosa.
Nada más comenzar, ya te está sorprendiendo. No solo no es suya la primera voz que
escuchas en este disco sino que, además, se trata de góspel. Las preciosas voces de
Melodye Perry, Pattie Howard y Shikena Jones dan el suave pistoletazo de salida a un
trabajo compuesto por emocionantes canciones, cargadas de significados, recovecos y
matices y en las que, sobre todo, Lana reflexiona sobre su propia vida. "The grants" es
claro ejemplo de ello: "My sister's first-born child, I'm gonna take that too with me / My
grandmother's last smile, I'm gonna take that too with me / It's a beautiful life,
remember that too for me". Impresionan letras así en una chica de 37 años pero así es
Lana del Rey. Tan pronto se hace el eyeliner y bebe cerveza subida a un Mustang como
se pone al piano y se despide con serenidad de la vida.
El disco en general tiene un aura de ensoñación muy Lana, una música que te envuelve
con delicadeza, gracias a su dulce y sensual voz, pero con unas letras que te golpean con
fuerza ("Fuck me to death / Love me until I love myself"). Unas letras en las que se
aprecian problemas de autoestima, inseguridades, demonios internos de los que ella
nos advierte. Si queremos entrar en su mundo, estamos avisados ("I'm a different kind
of woman / If you want some basic bitch, go to the Beverly Center and find her / I'm
sweet, bare feet / If you wanna go where nobody goes / That's where you'll find me").
¿Quién si no Lana del Rey lanzaría el día de San Valentín una canción llamada "American
Whore" (lo que realmente significan las siglas de "A&W")? Uno de los singles del disco,
un tema de más de 7 minutos con dos partes muy diferenciadas: una parte reposada,
con piano y susurros y luego otra parte más trapera. Las referencias a América de "A&W" son, al igual que cigarrillos a medio fumar, piscinas bañadas por el sol de la tarde
o flamencos rosas elementos muy Lana pero también lo es el soltarte crudas verdades
mediante esa melancólica voz tan suya : "I mean look at my hair / Look at the length of
it and the shape of my body / If I told you that I was raped / Do you really think that
anybody would think I didn't ask for it?". Wow.
Resulta curiosa (y que la verdad si no estuviera no pasaría nada, al igual que el otro
interludio que incluye el disco) la inclusión de un discurso, de casi 5 minutos, del
predicador Judah Smith, polémico por su rechazo a la comunidad LGTB+, en el que habla
a gente que “ya no quiere a su mujer e hijos” y quienes “quieren cambiar de vida” acerca
de dejar de lado la lujuria, servir a Dios y de la Biblia como guía, entre otras cosas. En
esta pista escuchamos, en algunos momentos, reírse a quien está grabando (¿Lana?) y
culmina todo con el final del discurso: "I wish to think my preaching was mostly about
you / And you're not gonna like this but I'm gonna to tell you the truth / I've discovered
my preaching is mostly about me". Que cada uno saque sus propias conclusiones…
"Kintsugi" y "Fingertips" son temas preciosos pero complicados, sobre todo el segundo
ya que prácticamente se trata de un improvisado spoken word, el cual se te puede
atragantar de primeras pero en el que Lana se abre en canal: "Will the baby be alright?
/ Will I have one of mine? / Can I handle it even if I do? / It's said that my mind Is not fit,
or so they said, to carry a child / I guess I'll be fine" y que gana con las escuchas.
"When you know, you know» nos dice Lana en, como el título de la película de Win
Wenders, la más folk "Paris, Texas". Acompañada por SLYM, mecida por un suave piano
y ese luminoso estribillo, escapamos con ella del día a día a través de un viaje por el
(cómo no) desierto americano.
Father John Misty, Jon Batiste, Riopy, Bleachers y Tommy Genesis también colaboran en
el disco, con unos cuantos muy interesantes resultados. El estilo musical de Father John
Misty encaja a la perfección con el de Lana y para muestra esa ensoñadora «Let the light
in», que habla de una relación clandestina y deja ecos de los Fleetwood Mac. "Let the
light in" se te queda pegada desde la primera escucha. Igual pasa con la colaboración
que hace con Jon Batiste: "Candy necklace" (qué título tan Lana del Rey) y su precioso
piano son una maravilla preciosa a la par que inquietante. No cuesta imaginar esta
canción resonando entre las paredes de una mansión abandonada, desvencijada,
polvorienta, gloriosa en otra época. Junto a Bleachers crean la emocionante "Margaret", un canto de amor a la prometida del productor Jack Antonoff Margaret
Qualley y, de nuevo, ese "When you know, you know". La sexy "Peppers", junto a la
rapera Tommy Genesis, da un volantazo hacia el final del disco y, entre frases descaradas
y románticas(a su propio estilo, claro: "My boyfriend tested positive for COVID / it don’t
matter / We've been kissing, so whatever he has / I have, I can't cry") y el rapeo de
Tommy, nos retrotae al sonido de sus inicios, muy de la época "Lust for life".
Más sonido de épocas pasadas hay en el final del disco, con su antigua "Venice Bitch" revisitada en la sorprendente y fantástica "Taco Truck x VB": una melancólica guitarra
de sonido Animals que termina culminando en hip hop y que cierra el álbum en lo más
alto. Tras tanta (maravillosa) intensidad, sienta muy bien este desenfadado final pero el
cual Lana aprovecha también para lanzar otro disparo, en este caso hacia la industria de
la música: "Before you talk let me stop what you say / I know, I know, I know that you
hate me". Jeje.
Uno de los mencionados temas del disco se titula "Kitsugi". El kitsugi es una técnica
japonesa, la cual consiste en reparar las fracturas en objetos cerámicos empleando un
barniz de resina mezclado con polvo de oro o plata, haciendo así énfasis en sus roturas,
en lugar de ocultarlas o disimularlas, dándole así una nueva belleza al objeto. Y kitsugi
es lo que parece haber hecho Lana con este disco: nos enseña abiertamente sus grietas,
sus heridas, sus zonas oscuras y hace arte con ello.
¿Cómo lo hace Lana del Rey para darnos tantos discazos? Resulta sorprendente repasar
su ya larga discografía y comprobar que no solo no hay un disco que sobre, sino que
cuesta encontrar, entre tanta música, alguna canción descartable. La neoyorkina
demuestra, otra vez, en este crudo, poético, sincero "Did you know that there’s a tunner
under Ocean Blvd" que ella es un torrente de arte puro e imperfecto. Y ahí radica su
belleza.