Revolver: “Adictos a la euforia”

 
Por: Javier Capapé

Carlos Goñi nunca se ha ido. Me gusta decir que forma parte de nuestro paisanaje. Sus canciones nos acompañan desde hace mucho tiempo y son uno más de la familia. Porque las sentimos como si siempre hubieran estado ahí. Unas veces más acertadas y otras menos, pero siempre reconocibles, con su sonoridad de medio tiempo bien entendido y su muro de guitarras al más puro estilo Springsteen. Eso es lo que vuelve a representar "Adictos a la Euforia", su nuevo asalto en forma de disco de estudio (y van doce).

Desde sus primeros acordes, con el tema titular, "Adictos a la Euforia" rezuma guitarrazos setenteros emparentados con su colega de New Jersey. Lo sentimos ya escuchado, pero a la vez consigue atraernos de nuevo. Será su forma de cantar o su telecaster afilada, pero el sonido de Revolver ya es parte de nosotros y escucharlo es sentirnos como en casa. Sus historias cercanas, con protagonistas de carne y hueso, vuelven a ser las que mandan en este disco, y el sonido se recrudece, como en sus primeros tiempos, antes de que conociese la acústica que le brindaron sus sonados "Básicos" (cuatro hasta la fecha desde que diese con esa fórmula infalible).

Goñi dice haber querido volver a su esencia, a los sonidos que forjaron su sentido, para lo que ha contado en las mezclas con la mano de Joe Marlett (que ha trabajado, entre otros, con Foo Fighters o Blink 182). Y si con eso quiere decir que vuelve a lo más cerca que se puede estar del "Born to Run" si hemos nacido en la piel de toro, no se confunde, porque suena a esos setenta de los pies a la cabeza. Con una base muy firme y un carácter más cercano al medio tiempo que al guitarrazo acelerado, podemos disfrutar uno a uno de todos sus versos (como ocurre en la muy visual "El anillo de boda"), que son tan protagonistas como las seis cuerdas entre las que se tambalean. Hay poco más que la formación básica de rock. Guitarras, bajo y batería con algún aporte de teclados, piano o hammond, además de unos coros bien elegidos en momentos puntuales. ¿Y qué decir de esos puentes con la armónica que sobrecogen cada vez que intuimos que van a llegar? Como esos pasajes finales progresivos tan acertados. Y todo esto sin pasar del segundo corte.

Hay espacio también para baladas que fluyen cercanas al soul como "Esta guerra tuya y mía". No tenemos aquí una nueva versión de Revolver, pero tampoco es lo que estamos buscando, aunque si nos fijamos bien hasta podemos ver algo de la Motown en "Beguine".

Por otro lado, podemos reprocharle cierto regusto a AOR en "Al infierno sin papeles", que se queda a medias, demasiado convencional, suave, pero vuelve a remontar el vuelo con "Desde que no estás aquí" y su regusto a clásico instantáneo de los que tan bien ha dominado siempre. Otro medio tiempo marca de la casa con estribillo redondo junto a unos coros sedosos y un fade out que nos pone un pie en los noventa.

Con un tempo que la propia banda define como "lay back" se mueve cómodamente "El otoño está al caer", de nuevo plagada de imágenes que forman una pequeña historia hecha canción, pero todavía se redondea más la colección con "Calor y Tiempo", que brilla desde su arranque vibrante a la armónica, a su perfecto estribillo y su solo de guitarra incendiario. Una de esas canciones con las que nadie hace sombra a Goñi, muy en la línea de sus mejores obras contenidas en discos como "El Dorado" o "Calle Mayor", a los que recuerda por todos sus poros. Soberbia. Y todo se acaba con la versión de Robert Palmer de su "Johnny and Mary", más guitarrera que ninguna de sus vidas previas. Adictiva. Le sienta como un guante. De hecho, hasta parece una letra escrita por el propio Carlos Goñi. Una buena muestra de lo que este disco nos ofrece. Una búsqueda de los sonidos primigenios que han llevado a este artista a hacer el tipo de música que hace, con un pie siempre en los setenta, en las guitarras que ha mamado con sus referentes, en los ritmos más sólidos del rock, en la querencia por las historias que atrapan y las letras que no se callan. Revolver es en sí mismo un estilo que continúa en nuestro país una senda iniciada en tierras norteamericanas. Es un referente en sus modos. Único. Te gustará más o menos. Podrá cautivarte con sus historias de corazones rotos y solitarios, aderezados entre Gibson y Fender, o dejarte más indiferente, pero nadie puede dudar de su firmeza y coraje, de su singular personalidad, y este "Adictos a la Euforia" no hace sino constatarlo una vez más con ahínco.