Sala La Riviera, Madrid. Domingo, 26 de febrero del 2023
Texto: Javier López Romo
Fotografías: Chema Muñoz Rosa
Madrid tiene en estas horas centrales de un domingo un sol espectacular, quién diría que ya no es invierno; pese a ser un 26 de febrero, al termómetro le cuesta subir los grados. Mi conductora personal, Teresa, me deja en el metro de Marqués de Vadillo, donde había quedado con Vicente para cruzar el puente de Toledo, donde
me hago una bella foto mostrando el Madrid Río, por donde transita gente haciendo de todo: running, bicicleta o simplemente matrimonios con sus hijos dando un paseo por su vereda.
Parece ser un domingo normal, y el sol dice que así es, pero cuando
se oculta el astro, el frío devora una noche más el invierno. Caminamos tranquilamente por la calle de la Virgen del Puerto haciendo hora para ver a Revolver en La Riviera, un gintónic en una terraza da tiempo más que suficiente para dejar pasar el rato.
Nosotros somos puntuales a la apertura de puertas, pero qué va,
la espera se hacía de rogar; mientras, la bruma del río Manzanares empezaba a hacer de las suyas, y el termómetro empezaba su desescalada sin consideración alguna. Por fin se abren
las puertas, giro la cabeza y una cola bestial era un claro signo de
que la sala iba a estar llena. Unas primeras cervezas para calmar
la impaciencia por el retraso del concierto, ya eran las ocho y
aún seguía entrando gente. Quince minutos después, las luces se apagan y comienza a sonar la intro del concierto, una
banda sonora de una serie de polis en Nueva York, “Hill Street
Blues”. Y con un frío saludo, “Buenas noches”, la guitarra de Carlos Goñi nos presenta el primer tema, por cierto inesperado para el público el hecho de comenzar así su concierto, con “Anillo de Boda”, una de las mejores canciones del álbum de “Adictos a la Euforia”. Y fue como disparar la primera bala de un revolver cargado a un claro objetivo: Su público.
La banda abrió así lo que retumbaría por la
sala Riviera como un tornado, y es que probablemente este tema contenga una de las mejores letras que ha escrito el cantante en
toda su trayectoria, que no es corta. “Las espinas de una vida, son
las arrugas del alma, el error no es acabar, el error es no empezar
por si se acaba...” Una gran canción, sí señor, pero tampoco es para colocarla, como dice Carlos Goñi, en una escala de sus mejores (“Anillo de Boda, estaría entre las cinco primeras...”).
Bueno, todos los artistas siempre dicen que su último trabajo
es el mejor, siempre es así, luego no me sorprende que diga esto, porque la canción es buena, pero no para estar en ese top
del ranking. ¿Qué hacemos con sus viejos himnos, los olvidamos? ¿No, verdad? Por eso vamos a tirarla un poco para atrás en ese listado
de diez, y no porque desmerezca, sino porque en una trayectoria tan larga como la de Carlos Goñi, desde Garaje a Comité Cisne hay un largo tiempo, y de ahí a Revolver otro. Demasiadas canciones como para clasificarlas, a cada uno lo que le gusta y lo
que no. Yo creo tenerlo claro, y no está entre mis cinco mejores canciones de Goñi. Lo siento.
Y ahora ya si que coge el micrófono, y charla, algo habitual en él.
Pide que le enciendan las luces para saber con quién se jugaba los cuartos esa noche, y le mostraron una sala repleta de gente con ganas de él. Enganchó del tirón “Si no hubiera que correr y "Tu noche y la mía”. Carlos Goñi es Revolver sin duda alguna, se le
ve feliz y en compadreo con un público que no paró de cantar una y otra vez, dirigidos por el maestro de ceremonia y su fender. Con el calentón de estos dos temas, Goñi avisa de que va a ser largo el concierto, y así fue, dos horas y media de alta graduación rockera.
“Al infierno sin papeles”, es la segunda canción que defiende de
su nuevo trabajo, del que dicho sea de paso tocó pocas, recuerdo
cuatro solamente. “Del infierno con las dos alas limpias nadie
escapa nadie vuelve...” Carlos se desgañita susurrando que también esta noche el diablo se juega los cuartos con Dios, igual que se los
ha jugado Goñi a un cara y cruz en sus más de veinte discos, y esta
vez salió cara. Nos contó que con “Adictos a la euforia” era la primera vez en toda su carrera musical que alcanzaba el número uno. Su alegría era desbordante, estuvo eufórico, eléctrico, nostálgico y sobre todo rockero. Rasga su fender y el público, a los primeros acordes, vaticina un trallazo de canción, “Sara”, que es su “Kitty´s Back”
particular, mostrando su lado Springsteen, ese que siempre tuvo,
y que le llevó a que le apodaran como el Bruce español.“Sara ha vuelto a la
ciudad” corean unos y otros. Toca el turno para la canción que da titulo al álbum, “Adictos a la Euforia”, guitarrazos por doquier,
hubiésemos aguantado más Watios; a veces se pecó en algunos tramos del concierto de un sonido suave. De esta canción nos comenta Carlos Goñi que es una historia tan verídica como
absurda, hasta el punto que podría haber sido escrita por Berlanga
y Azcona. Todo por el aire a cambio de un minuto de gloria, de un momento mágico que nos lleve hasta ese mundo de euforia del que a ninguno nos gustaría salir y que todos soñamos con alcanzar. Pero claro, siempre hay un precio, el que cada uno esté dispuesto a
pagar. Ni más ni menos.
Vuelve a sus canciones de siempre, a sus himnos que tanto bien le hicieron, como “Si es tan sólo Amor”. Delante
de mí una madre con sus dos hijas se desmelenan bailando, creo
que es de los pocos jóvenes que se vieron por la sala. El ambiente
era bastante maduro, sabedor y seguidor de Revolver desde
sus inicios. Hasta la rapera “Odio” quedaba bien esa noche, pero
yo no me entretengo y es un buen momento para visitar la barra del bar. Seguiría la última canción de
“Adictos a la euforia” que iba a tocar, “El otoño está al caer”. Bueno, a
mí también se me ha olvidado lo que significa el verbo ligar, claro
que con esta canción no me como un colín, floja, pero está en su
set-list, y si a Carlos le gusta, pues nada que reprocharle.
Con “Mi Rendición” la sala se viene abajo, no hay ni una
sola garganta que no cante, y por si esto no fuese suficiente la
añade “San Pedro”, que les promete el mar y una playa donde
recordar sus sueños y promesas. Recuerda que “en la villa de San Pedro nos prometimos el mar, lleno de vida y de sal, llenamos el corazón y red y calma a la vez, él es el mismo traidor, azul o verde
da igual, nos prometimos el mar...” Lo único que puedo reprocharle es a qué vino la sorpresa de invitar a su concierto a Antonio Carmona, por el mero hecho de ser participante con él en un engendro televisivo.
Chico, ¿por qué te dejaste engañar o liar? Ahí no te reconozco, lo siento, lo único que hizo fue entorpecer una bella canción, “El Peligro”, y ese cajón flamenco retumbando más que su voz. Y si parecía que no iba a tener continuidad, me equivoqué. Aún le quedaba versionar el himno "sabinero" “Pongamos que hablo de Madrid”, pero en esta ocasión subió al escenario otro invitado,
Javier Vela, guitarrista en las ultimas formaciones de Seguridad Social. Carlos Goñi aprovechó y bien el pedazo de guitarrista que había en escena para acometer “Ese viejo Rock & Roll”, un
clásico de Bob Seger, “Old Time Rock & Roll”, muy bien adaptada al español. A los primeros acordes de “El Faro de Lisboa”, de su
disco “Sur,” que curiosamente fue el más recordado, de los demás ni rastro, ya se coreó como si fuese el faro que alumbraba a cada uno de los presentes. Dos trallazos a continuación, “No va más y el "Roce
de tu piel”, canciones que auguraban una feliz noche en La Riviera.
Si hay un público entregado esos son los fans de Revolver, qué manera de darlo todo, y sin prisas pese a ser domingo.
Pero aún quedaba la traca final, “El Dorado”. No estábamos aún
en fallas, pero lo parecía, la respetable audiencia bailaba y cantaba
como si fuese la canción de cada hogar; padres que
buscan con su esfuerzo y trabajo sacar adelante una familia (“Vi a
mis padres correr en busca de el dorado, vi a mis padres luchar
cada uno por su lado, lo mejor de sus vidas dónde se ha quedado, quizás yendo detrás del maldito el dorado...” Carlos Goñi aprovecha esta canción, que la llevó a más de 13 minutos, para presentar a la banda, y qué banda. El fichaje de David Sanz a los teclados me parece un acierto total, por la consistencia y frescura que aporta
en los temas nuevos, pero sobre todo a los clásicos; a su fiel escudero durante los últimos 15 años,el bajista Manuel Bagüés o a Miguel Giner, batería, que cumple con creces. Goñi no se cansa de repetir que esta
es la mejor formación que ha reunido. Siempre he pensado que no
le sobraría un segundo guitarra, pero… aun así, ayer apabulló al personal con un sonido contundente y muy rockero.
Y cuando ya parecía que todo estaba acabado, vuelven sobre sus pasos con una nueva versión, “Maneras de vivir”, de Leño, y si
con “El Dorado” la sala vibraba, esta no iba a ser menos. Realizó una versión muy particular con las luces ya encendidas, con más agradecimientos porque el maestro de la Euforia era por fin el
número uno, felicidad, asombro, por confesar el buen trabajo que había hecho en su nuevo disco, con unas buenas letras para llegar al podium. Revolver hizo magia un domingo por la tarde rayando la noche, la hizo y salió sobresaliente de este envite, y entre la muchedumbre vio en primeras filas una pancarta que decía: “Hay Rosita”; no pasó desapercibida por los ojos de Carlos Goñi, y en su rostro se dibujó una sonrisa y un: “Me apetece”. Vuelve sobre sus pasos, se enfrenta al micrófono, y arranca con “El Aire sabe a
Veneno”, una versión improvisada con acoples del “Guantanamera” y demás, que la hizo digna de un final apoteósico de Revolver.
Ya sólo quedaba volver a casa con la sensación de haber
disfrutado mucho de un concierto de Revolver, un domingo en el
que sentí que Carlos Goñi y los suyos no tiene fecha de caducidad, y que él, pese haber perdido 32 kilos de peso, nos deleitó con el esfuerzo que supone haber aprendido lo que es el rock de verdad, sin artilugios, sin trampas, con la verdad por bandera. Me sentí feliz y aún más con la compañía de mi primo Vicente… Me dormí sonriendo y sin resaca al
día siguiente.