Los Deltonos: “Mueve!”


Por: Kepa Arbizu 

No hay época, desde mediados de los años ochenta hasta el más actualizado presente, en la que la figura de Hendrik Röver no haya estado, de una manera u otra, presente en ese almanaque del rock and roll. Pero más allá de constituirse en una parte inamovible del paisaje musical en nuestras fronteras, a estas alturas no existe la más mínima duda  que estamos en realidad frente a uno de los muros de carga esenciales de dicha escena. Una capital trascendencia no solo derivada de su excelsa labor al frente de los diversos proyectos comandados, sino también por hacer las veces de no menos laureado productor y mentor de una lista de bandas que no parece tener límite. 

Por lo tanto que un recién iniciado año 2023 ya cuente con su particular muesca con el nombre de Los Deltonos es algo que entra dentro de la lógica estajanovista del cántabro, algo que ya sería motivo de alabanza bajo un aspecto cuantificable sino fuera porque además sus constantes apariciones suponen un siempre bienvenido esfuerzo por seguir buscando calificativos laudatorios para dedicar a cada nueva remesa de canciones con la que llega cargado. En esta ocasión, el lógico contenido inédito de tales composiciones se acompaña de un “adelgazamiento” de la formación, poniendo fin a una estable alineación que se ha dilatado durante años y que ahora queda constituida manteniendo la presencia del baterista  Javi Arias  y sumando el retorno del hijo pródigo, Sergio Rodríguez al bajo, quien ya acumula en su currículum un paso por la banda durante los noventa. Una determinación, la de poner fin a una etapa -aunque haga referencia a un aspecto puramente nominal- que más allá de buscar la mayor idoneidad de cara a dar forma a su apuesta musical, supone una reactivación anímica en esa siempre necesaria adaptación al medio que, si bien nunca ha significado en absoluto una claudicación a sus directrices estilísticas, sugiere renovar un engranaje que evite cualquier atisbo de anquilosamiento -aunque en este caso suponga  poner la venda antes de tener la herida- que retraiga su incansable producción.

Disquisiciones y elucubraciones al margen, la “nueva cara” de Los Deltonos llega tras unos álbumes previos donde de alguna manera parecían haber retomado esa faceta iniciática de hard-blues, categorizada por su autor bajo el sarcástico epígrafe de “grasa saludable”, una formulación a la que sin duda le podía venir venir bien ese replanteamiento de la estructura del grupo en aras de alcanzar un sonido más crudo y orgánico. Pero a modo de irónica vuelta de tuerca, "Mueve!", que se diría que más allá de su título el concepto que acogen sus textos parecen mirar a esa vital iniciativa de afrontar el futuro con determinación y sin remilgos a la hora de tomar decisiones, sigue exhibiendo ese furor eléctrico pero en paralelo recupera su capacidad para posar con elegancia entorno al rock americano. El resultado obtenido es una aleación entre sus maneras más iracundas y aquellas de raigambre clásica, dos formatos en los que la banda ha demostrado sus más que sobradas cualidades, por lo que su suma, y esta vez las matemáticas no fallan en el ámbito creativo, produce un efecto sobresaliente. 

La elección del tema homónimo, decorado por uno de esos lacónicos pero rotundos estribillos que se suman a la galería de los fabricados por el grupo, resulta un perfecto estímulo, con esa arrogancia (“Si esto fuera fácil / Ya lo harías tú”) tan necesaria, y demasiado añorado en el adocenado mundo del rock and roll, para perfilar ese paisaje más impetuoso que cabalgará entre el calendario para aunar diversas épocas representadas por nombres como George Thorogood, ZZ Top o The Black Keys, Incisivo contexto donde el renovado formato posibilita el lucimiento de unas imponentes bases rítmicas, como demuestra la arrebatadora batería de “Tu Martillo”, bien fogueada por unos solos que crepitan con ánimo contemporáneo, tal y como ha hecho en los últimos tiempos alguien como Jack White, y que se intercalarán entre ráfagas de guitarras con la membresía de AC/DC en “Menudeo” o tomarán posiciones predominantes en “Así, sin más…”. 

Pero como fieles devotos de ese imprescindible, pero habitualmente marginado, apellido “roll” que completa al concepto de rock, la formación rendirá pleitesía a las enseñanzas en ese terreno de ilustres como The Georgia Satellites o NRBQ para redireccionar sus embestidas, enfundadas ahora entre vigorosos envites en “R&R Swat”, que oposita a defensa numantina de las esencias del oficio (“Y apagad los móviles, hostia”); sumergiéndose cautelosamente pero en profundidad en aquellos pantanos que dictaron su abecedario sonoro a leyendas como la Creedence o Tony Joe White para emerger con “Cumpleaños” entre las manos o hacer de “Ciencia” una pieza realmente sorprendente por su habilidosa y desprejuiciada naturaleza para encomendar sus guitarras el dinamismo "stoniano" tan pronto como liberarlas de ataduras y dejarlas volar libres en atmosféricos devaneos. 

Pero no todo en este repertorio consiste en un menú “grasiento” para ser devorado con fruición, en su oferta podemos elegir sentarnos en una mesa acogedora para degustar de algunas delicias "gourmet" que recogen ese lado más tradicional y familiarizado con el rock americano. Un paisaje que pone las bases para una interpretación mas melancólica e intimista, consiguiendo que temas como “Porque dudaste” o “Pedagogía” sean hijas directas de aquel disco “GT” con el que abrieron de par en par el universo estadounidense a la banda. "Disculpitas" por su parte consigue poder avistar desde Cantabria el cálido paisaje californiano recogido por el pentagrama de Tom Petty. Y no por escondido que se encuentre el corte que pone fin al disco, "Cuando éramos hermanos", deja de tener un peso capital, primero por su preciosista y emotivo sonido folk-rock que exhala nostalgia, y luego por lo que significa que en un trabajo poblado de electricidad e intensidad el colofón recaiga en un tema de estas características. 

Las siempre manidas frases entorno a la conciencia del rock and roll como un concepto que sublima su categorización genérica para convertirse en un modo de vida, en el caso del líder de Los Deltonos, y a las pruebas me remito, es un hecho incuestionable. Sus varias décadas enrolado en una contienda por defender el género, siempre esquivando concesiones estériles y dotándole de un lenguaje particular con el que retratar la realidad sin edulcorantes ni falsas salvaciones, le convierten en todo un superviviente, del que si elogiosa resulta tal perdurabilidad, mucho más lo es hacerlo cargado todavía de unas desbordantes aptitudes para convertir a "Mueve!"  en un álbum en el que su exuberante potencia comparte espacio con pellizcos sentimentales. Sería fácil concluir que las -al parecer- inagotables facultades de este cántabro son consecuencia de algún sortilegio mágico o de la inmersión en una marmita que le proporcione una infatigable resistencia, pero sería tremendamente injusto no ser capaces de reconocer que su destreza solo tiene un origen, y éste se encuentra en la mezcla de tenacidad, pasión por la música y por encima de todo grandes cantidades de talento.