Por: Javier López Romo
No. No son buenos tiempos para el rock melódico. Pero maldita sea, tampoco lo son para otras cosas. En fin, como canta Shuarma, “Siempre hay, cara o cruz sombra luz noche y día, rosas rojas y sábanas frías, y una lágrima en la que cabe una eternidad, siempre hay, escaleras al infierno y al cielo, campanadas de fiesta y de duelo, un camino que lleva al desierto y otro hacia el mar...” Esta es la poesía que Shuarma traslada a unas canciones llenas de esencias creativas, amor y desamor; fugas y olvidos; todas caminando entre infiernos y cielos, entre el bien y el mal, siempre presente bebiendo del mismo vaso.
Elefantes vuelven con sus energías renovadas tras cuatro años esperando sus nuevas canciones. Diez temas, mejor dicho nueve, ya que repescan una, “Al olvido”, ya editada en su disco “Somos nubes blancas”. Tras tres décadas en activo, el grupo pasa por una metamorfosis como tantos otros, e incluso estuvo a punto de desaparecer en 2006, pero tras siete años en los que Shuarma estuvo en solitario, en el 2013 volvió a repescar a sus miembros para seguir como si nada hubiese pasado. Elefantes han trabajado mucho en cada letra, en cada melodía, en los sonidos, hasta llegar a este álbum, “Trozos de Papel/Cosas Raras”, publicado el 7 de octubre de 2022, bajo el sello Warner Music. Supone un nuevo comienzo para esta banda tras los cambios experimentados en el grupo que ahora queda formado, tras la baja de Hugo Toscano, por Shuarma, cantante y compositor, Jordi Ramiro, a la batería, Julio Cascan, al bajo, y Alex Vivero, a la guitarra. Todo ello bajo la producción de los integrantes de la banda y sus habituales Santos y Flúren. Un nuevo inicio, sí pero con la misma formula de antaño. Elefantes sigue moviéndose como pez en el agua en ese equilibrio entre la canción melódica española, el pop rock británico, y ese sonido Indie; lo cual significa un punto de inflexión en sus nuevos caminos, aderezados las ganas de creer y sentir que todo va hacia mejor, sin correr demasiado. Parar y respirar. No siempre tener más tiempo es mucho mejor, a veces la inmediatez de ir deprisa acaba pasándote factura. “Cuándo escuchas un disco sabes cuándo ha nacido por la necesidad de ser creado y cuándo es por obligación...” Decía Shuarma en una entrevista, quizá por eso a veces a sus creadores les entran esos miedos y tienen que afrontarlos a la espera de que se conviertan en un puñado más de mejores, o peores, canciones. En este caso acompañadas de una portada, a cargo de Miguel Frago, en la que aparece un espejo que no refleja rostros, sino un altavoz vibrante en pleno sonido.
Abre el disco “Trozos de Papel/Cosas Raras” con “Mañana”, una canción de medios tiempos, algo habitual en la banda, pero con una sonoridad de guitarra que va creciendo con intensidad, pero sin grandes sobresaltos. La canción respira por si misma, sin ningún barniz que la haga brillar demasiado. Con “Deja el Aire Correr” es un corte más guitarrero, con un empaque más metálico, con textos más contundentes, descreídos y alineados frente a la estupidez, que acaba en un final futurista y bailable, tomando aquí esa raíz que siempre creció en el subsuelo del grupo a lo largo de su extensa carrera. Continúa con “En Silencio”, el resultado no está a la misma altura que el tema anterior, pero sí que lo reinterpretan en un ejercicio bastante más equilibrado en ese estudio del Art-Rock y una ambientación al más puro David Bowie, del que tanto dice que aprendió. Y llega, quizás para mí, lo mejor del disco, “El Gran Salón”. Una canción que se desenvuelve muy bien en ritmo y letra, se presenta animosa y con ganas de fiesta, cuidadosos arreglos de guitarra mucho más cercanos al rock que al pop que presumen, como señala ese riff final del estribillo con unos destacados teclados de Dani Ferrer y los coros de Nuria Pino. “Sobre nosotros miles de estrellas nos susurran cada día que salgamos a bailar, dejémonos llevar, abramos las puertas al gran salón, volvamos a brindar por otro día más, cuando algo acaba algo vuelve a empezar; no es tan difícil, no es hacer magia, es abrir los brazos y dejarse llevar...”
En el ecuador del disco entra ”Al Olvido”, una canción ya publicada como dije en “Somos nubes blancas”, un disco que pasó de puntillas dentro de toda la discografía de Elefantes, pero no el único, también fue fallido “La Primera luz del día”. Eran discos que no llegaban a generar todas las emociones posibles, aunque detrás de ellas hubiesen grandes letras y hermosas melodías vocales y musicales. Repescarla del fracaso, hacer nuevo lo viejo, transformarla y remodelarla, esa es la evolución de la canción que llega en “Trozos de Papel/Cosas raras”. La colaboración en ella es tal que casi llega a tener el claro ejercicio post-pandémico, es una canción brillante, de un aprobado alto, funciona de principio a fin con las colaboraciones de Rozalén, Mikel Izal, Coque Malla, Noni de Lori Meyers, y el violín extraordinario de Ara Malikian, quien aporta un sonido muy peculiar a lo Robe. La segunda parte llega con “Volverás”, y quizás aquí si que la letra sea el torrente de agua que lo invade todo: cómo es posible que en una misma canción este el amor más profundo y el desamor más desleal, entre las bondades y maldades de la vida. Me gusta sí, pero más la letra que el arrope musical que la envuelve. Contiene todas las fórmulas necesarias para ser una balada antológica, con un guiño incluso muy a lo “Stairway to Heaven”, de Led Zeppelin. Esa búsqueda de la esperanza, sentirte perdido y encontrarte de nuevo, adornado de un solo final de guitarra con una sonoridad a lo David Jon Gilmour, de cuando pertenecía al rock progresivo de Pink Floyd; que a Elefantes se les ubique en esta sonoridad es mucho lujo para un grupo que nunca cruzó alfombras rojas por las que pisar.
Y llegan los mimbres de “Tu ya lo sabes”, no son esas varas rectas que enfilan hacia lo azul, sino tallos silvestres que arrasan ese aura melódica y casi setentera, a lo Camilo Sesto, a caballo de esa canción española tantas veces desprestigiada, y otras alabada, según qué voz y qué garganta las escupía… “Desde el amanecer hasta el ocaso estoy perdido en un desierto de dolor, y en este mar de dunas de arenas y de brumas habito las ruinas de este amor, tú elegiste tu camino y burlando al destino alejaste tus pasos de mi andar, donde el mundo te lleve espero que te sea leve y encuentres lo que has ido a buscar, pero tu corazón no entiende a la razón por las noches sigues soñando en mi, tu eres luna en el cielo yo sol en el desierto, ya nunca nos podremos encontrar…” Una bonita canción que arrasa y abrasa en un aura de obra literaria, casi doliente, pero que a su vez emociona y conmueve. “Será” es una canción más liberadora, no tiene tanta tensión para el corazón, y es el estribillo el que la hace ser en todo su conjunto musical la progresión que necesita. “Alunizaje” se abre con una guitarra acústica en acordes que se van ambientando en una espiral espacial con teclas, piano, batería y bajo, y ahora si que puedo decir que es muy “Ziggy Stardust”, tarde o temprano saldría a relucir una vez más su admiración por Bowie. Es muy lunar. Sí. El cierre del disco lo completa “A Alguien”, se nota en este tramo final guitarras americanas tanto en el sonido como en los coros; medios tiempos en los que no hay ni engaños, ni trampas. Aquí quizás empiece su viaje interior, encerrado en su habitación, y coleccionando trozos de papel y cosas raras; será esta canción la dedicatoria perfecta para su nuevo disco, que sin ser demasiado brillante, si que tiene un aprobado alto, o al menos se me antoja así.
Sigo siendo ese chico que se quedó maravillado cuando lo descubrí una tarde en el Hard Rock de Madrid, presentaba su disco “Azul”, que a la postre sería su mejor trabajo, y el que los elevó a los altares de un grupo nada clasificable para el gran público que ya empezaba a seguirles.
Me resultó obsesivo durante muchos años, tanta paz, y alguna que otra tristeza, pero aquellas melodías allá por el año dos mil, las seguía de una manera excepcional, conforme a mi manera de vivir y sentir, eran momentos positivos que todavía valoro hoy en día.