Mary McCartney: “Abbey Road: If These Walls Could Sing”


Por: Javier Capapé

No es muy habitual que hablemos aquí de películas o documentales, pero éste en concreto merece su espacio en estos lares. Y es que hablar de “Abbey Road” es hacerlo de una institución sagrada de la música en toda su magnitud. Un estudio de grabación que es toda una leyenda, y que tras más de noventa años de historia cuenta con un documental que nos permite aproximarnos levemente a ella. En cuanto supe de su estreno en Disney + como regalo de Reyes no dudé que sería de obligado visionado. “Abbey Road” no sólo es el estudio de los Beatles, aquel que alcanzó su esplendor en los sesenta, pero que ha acogido también grandes hitos en las grabaciones de estudio posteriormente. Es algo más que un estudio ligado a un paso de cebra, más que el título del último álbum grabado por los cuatro de Liverpool, más que un lugar de peregrinación melómana. “Abbey Road” es historia. Sus paredes han sido testigos de grabaciones míticas y poder acercarnos algo más a la gestación de este mito, a sus recovecos, es una gran premisa para no posponer en exceso el visionado de este documental. Cierto es que al estar dirigido por Mary McCartney, la hija mayor de Paul, el prisma de partida es el de su progenitor y todo lo que le une a este espacio vinculado a su padre. Pero intenta ir más allá de una visión personal, acercándonos a la historia de este edificio adquirido en 1929 por la Gramophone Company y convertido en el mítico estudio de grabación del distrito de St. Johns Wood en Londres.

Si en el “Get Back” de Peter Jackson nos sumergíamos en el proceso de creación de aquel disco de los Beatles como si del Gran Hermano se tratase, aquí los escasos noventa minutos se quedan algo justos para entrar en demasiados detalles, pero el documental cumple si lo que buscamos es una visión global del estudio y de algunos episodios deslumbrantes de grabaciones o artistas que han pasado por allí y cuya experiencia entre sus paredes ha sido definitoria. Es por eso que se recurre en gran medida al papel de los Beatles, que hicieron de éste su casa y a los cuales debemos el nombre del estudio tras la publicación de su último disco grabado como banda, ya que hasta entonces simplemente eran los estudios EMI. Aunque hay muchos más episodios conmovedores en el documental que consiguen tocarnos la fibra. Desde las grabaciones de Daniel Barenboim junto a la cellista Jaqueline Du Pré, que conforman uno de los episodios más memorables del metraje, hasta el trabajo de Fela Kuti, el papel como músico de sesión de un joven Jimmy Page o el gran empuje que le dio John Williams en la segunda edad de oro del estudio a principios de los ochenta tras convertirse éste en su lugar favorito para grabar las míticas bandas sonoras de "Indiana Jones" o "Star Wars".

Algunas entrevistas ahondan más en el apartado técnico (necesario también para entender parte del mito), como ocurre con las aportaciones de Giles Martin que, haciendo referencia a su padre, vuelve a incidir en el papel fundamental de los cuatro de Liverpool para engrandecer Abbey Road, o con las de Lester Smith, que como personal de mantenimiento aporta su granito de arena hablando de micrófonos o equipos varios.

No se puede pasar por alto el momento en el que Paul McCartney o Ringo Starr rememoran la grabación del crescendo final de “A Day in the Life” (aunque ya haya sido contado en varias ocasiones previas) o como Roger Waters se sentía un privilegiado al grabar en el estudio 3 sus primeros pasos con Pink Floyd mientras los Beatles hacían historia con la grabación del “Sgt. Pepper’s” en el estudio 2. Poco después serían los Floyd los que se ocuparían de hacer historia entre las mismas paredes con “The Dark Side of the Moon”. Porque todo el documental trata de decirnos que estos muros esconden gran cantidad de secretos, un aura especial que recoge notas que han hecho historia y momentos imborrables (no hay que profundizar mucho para saber que a esto se debe su título). Como ese en el que Elton John (todavía como Reginald Dwight y como músico de sesión de los Hollies) disfrutó de una interpretación al piano de una recién compuesta “Hey Jude” por su autor, allí presente, o aquel en el que Shirley Bassey grabó el incontestable “Goldfinger” para la saga 007. Incluso el episodio en el que Oasis se pasó una noche entera durante la grabación de “Be Here Now” escuchando cintas de las grabaciones de los Beatles que habían sido concebidas entre esas paredes como si se encontraran dentro de un templo sagrado. Son episodios puntuales, relatados a modo de “mejores momentos” de todo un emblema melómano, que, como tantos otros, tuvo también sus crisis, quedando reflejadas brevemente. Pero no nos lleva a conocer nada especialmente novedoso, convirtiéndose más en un “must” para completistas de la leyenda que para estudiosos en profundidad de este pedazo de historia de la música.

Quedará para la posteridad como un correcto documental a modo de compendio de artistas y múltiples estilos que han imprimido carácter a este vetusto edificio londinense, pero siempre encabezados por los mismísimos Beatles, que convirtieron estas paredes en su hogar, en su “patio de juegos”. No nos confundamos. Lo que a todo el mundo le viene a la cabeza al nombrar Abbey Road es más un paso de cebra en el que todos deseamos tener la foto de rigor que la casa que ha dado nombre al estudio de grabación más famoso de todos los tiempos. Tal vez sus paredes logren cantarnos, pero lo que nos quedará no es su eco, sino sus grabaciones en forma de disco que consiguen atravesar cualquier pared. Las diecisiete canciones que forman el LP de “Abbey Road” por encima del lugar donde fueron grabadas. En definitiva, Mary McCartney no ha hecho con esto más que “abrir boca”. Despachar lo que podría ser un primer capítulo a modo de resumen. Lo ideal sería ahora convertirlo en una serie que nos permitiera realmente escuchar cantar a esas blancas paredes.