El cuarteto granaíno, con Antonio Arias al bajo y voz, secundado por Juan Codorniú a la guitarra, Eric Jiménez a la batería y JJ Machuca a los teclados, salió al escenario con una gran pantalla a sus espaldas donde fueron proyectando, en cada tema, diferentes extractos de películas, cortometrajes o documentales de diferentes cineastas. Sobre todo de la gran inspiración del último trabajo de la banda, Luis Buñuel, cuyos poemas, imágenes y conversaciones inspiraron las canciones sobre las que giraron la mayoría de las casi 2 horas de actuación. Pudimos ver momentos de películas suyas como "Simón del desierto", "Viridiana", "La edad de oro", "El perro andaluz" y "Los olvidados". Incluso aparecieron los míticos tambores de Calanda en Semana Santa (durante “Al meternos en el lecho”) que el propio hijo de Buñuel, Juan Luis, retrató en aquel inolvidable —y atronador— documental. Lagartija Nick repasaron temas como “Una jirafa/Undécima mancha”, “Me gustaría para mí (Las libélulas),” “Bacanal” o “Polisoir milagroso”. Todos ejecutados con maestría, atrapándonos desde el inicio en su viaje por los terrenos del surrealismo del cineasta aragonés y rescatando en los primeros compases del concierto alguna de las anteriores vidas del grupo, como en “Agonía, agonía”, de "Crimen, Sabotaje y Creación".
Uno de los momentos más especiales, y casi chamánicos dentro de esta invocación audiovisual de ausentes, genios y formas de expresión creativa, fue la aparición de Carmen Linares, reciente Premio Princesa de Asturias de las Artes, en una descomunal y tántrica elaboración conjunta de dos temas: “Delante de mi madre” (del disco homenaje a Morente de Los Evangelistas) y “Celeste” mientras se proyectaba Fuego de Castilla, del cineasta andaluz Val del Omar.
No hubo espacio para recorrer más allá dentro de la discografía de Lagartija Nick, a excepción de los temas citados y de “El nuevo Harlem”, “Esa extraña inercia” y “Somalia” en los bises finales. El concierto demostró que el paso del tiempo no solo no les castiga sino que eleva esa energía intrínseca que llevan los granaínos en su ADN a otros niveles de imaginación en el que se superan, siempre dentro su independencia y experimentación, con puestas en escena tan fascinantes como esta.