Texto y fotografía: Guillermo García Domingo.
La escena musical madrileña se prodiga generosa por estas fechas. La oferta del Inverfest es abrumadora. Sin embargo, en contadas ocasiones, se guarda la mejor propuesta para comunicársela en secreto a quien ella elige. Aun así nadie pudo evitar que el secreto corriera de boca en boca y en unas pocas horas las posibilidades de ver en directo a Diego Vasallo (Trío) en el Café Comercial (con mesa y cena incluidas) se habían agotado.
De camino al concierto atravesé la Plaza de las Salesas, el barrio en el que se oye hablar más en francés que en español; delante del escaparate de la recién remozada librería “Antonio Machado”, me dije a mí mismo que, situado entre los poemas de Boris Vian y “On the road” de Kerouac, debería estar por derecho propio el cancionero de Diego Vasallo. Me recreé, como siempre en la fachada y los balcones de ensueño del palacio de Longoria, me acordé de algún concierto memorable en la antigua sala But, y cuando me quise dar cuenta la marea humana de la calle Fuencarral me llevó en volandas hasta la puerta giratoria del Comercial. Abierto en 1887 este singular establecimiento ha sido un templo laico de la literatura, y también de la música. Al mármol veteado de sus mesas, barras y paredes le han dado brillo Antonio Machado, el maestro Sorozábal, Jardiel Poncela, Rafael Sánchez Ferlosio, José Hierro o Gloria Fuertes. Cualquier tarde es posible cruzarse con Luis Landero, ensimismado en su próxima novela, o prestar oído a la conversación de Rafael Soler, con su porte de filósofo romano, si eres de ley y estás dispuesto a aprender. Es probable que alguna de las canciones que Diego Vasallo interpretó en el concierto del jueves haya sido compuesta mientras él mismo se acodaba en estas mesas, cuando el de Donosti residía en Chamberí y frecuentaba el Comercial.
Una cortina en la escalera separaba la planta baja de la sala en la que se celebraba el concierto, como si acudiéramos a una reunión masónica. El servicio del Comercial ejercía impecablemente su ritual. La indumentaria de los tres músicos estaba en consonancia con lo que el salón demandaba. La fotografía adjunta da fe de ello. La segunda planta del Comercial reúne todos los detalles, a saber, cuero en los respaldos, techos bajos, luces cálidas, lámparas años veinte, cortinas granates, a imagen y semejanza de un club “parisienne”, berlinés o de cualquier ciudad holandesa, donde tocaron los grandes del jazz y el blues. Sin embargo, los primeros acordes de “Mi historia” nos sacaron de dudas, estábamos de paso. Vasallo y sus compañeros tenían intención de echarse a las carreteras desiertas de Norteamérica hacia “donde cruza la frontera”, el bis con el que se despidió el trío. Hacia la mitad del recorrido, el poeta y crítico literario, Ángel Rupérez, que asistía al concierto, me comentó que calculaba, era de noche, que estábamos llegando al estado de Nevada, muy lejos de la Glorieta de Bilbao. En definitiva, un concierto de carretera con 16 paradas en moteles y bares, a la hora del crepúsculo (Diego llevaba unas gafas ahumadas para la ocasión), cuando tipos con aspecto de poetas malogrados, a quienes les ha faltado la suerte, pero andan sobrados de lucidez, hace el recuento de las derrotas.
El cantante donostiarra, por fortuna, apostó por la electricidad en detrimento del desenchufado, pese a las dimensiones reducidas del recinto. El público no rechistaba, estaban sobre aviso como fieles seguidores que eran. No descarto que estuviéramos intimidados. La sobriedad del conjunto irradiaba tal convicción que obligaba al respetable a tomarse en serio lo que los primeros compases anunciaban. La voz que adopta Vasallo, una pasión oscura bulle en su garganta, otorga una credibilidad incuestionable a las confesiones que interpreta. En alguna ocasión, el dragón ruge, y cuesta discernir su mensaje, pero su aliento ardiente llega caliente hasta nosotros.
Se trataba, en todo caso, de un dragón de tres cabezas. Nadie diría que llevaban tocando juntos apenas cuatro conciertos. El trío mandaba desde su rincón, una tarima triangular, compartiendo oficio y sudor. En cada ángulo se apostó uno de ellos. El batería, Andoni Etxebeste, con todas las herramientas muy a mano, manipulaba discreto, sofocado, como pedían las circunstancias. Quienes le conocen del circuito musical vasco (presta su buen hacer en varias bandas, sentimos debilidad por una de ellas, “Havoc”) dice que puede y sabe tocar desbocado, si conviene. La guitarra de Fer García ponía el contexto adecuado para el verbo de Diego Vasallo. Mientras este conducía con mano firme, el guitarrista le daba conversación. De la música de raíces americana se las sabe todas como El Giradiscos se dio cuenta al reseñar el disco “Notes from a Recent Past”, de su grupo The Young Wait. El tono oscuro, que no siniestro, de la ruta, era atenuado por los destellos (los faros) de la guitarra de Fer García.
Diego Vasallo fue haciendo sondeos a lo largo de toda su trayectoria, dando a entender que, al contrario que los personajes que retrata, en absoluto, se arrepiente de nada de lo que ha grabado. De las dos décadas precedentes no se olvidó de ningún álbum.
Sin tener en cuenta la primera versión de “Donde Cruza la Frontera”, las más antiguas fueron “Invierno” y “Perlas Falsas”, dos de las “Canciones de Amor Desafinadas”. Esta última regresó transformada en un blues guiado por una guitarra que García se trajo de otro planeta. Nos llevaron también “por los caminos raros” de “Los Abismos Cotidianos” (2004). Del mismo disco escuchamos “esa canción de cuna para adultos” que es “La Vida Mata”. Ni siquiera echamos en falta el acordeón marinero del original. Una “intro” magnífica dio paso a “Ver para No Creer”. Al mismo proyecto (“Canciones en Ruinas”, 2010)) pertenece “A Ras de Noche”. Esta canción evoca la melancolía que ataca por la espalda a los noctívagos cuando “el alba descorcha la última canción…Triste melodía que recorre como un perro la Gran Vía”, la gran arteria a la que va a desembocar la calle Fuencarral, donde está situado el Café Comercial. Después de semejante sesión de hipnosis, los asistentes nos frotamos los ojos.
Las “Baladas para un autorretrato” que comparecieron fueron “Que Todo Se Pare”, acompañada de ecos de guitarra como los que patentó Ry Cooder, y “Mapas en el Hielo”. Las guitarras enloquecidas de “El Río que Baja Crecido” nos arrastraron. Casi tan vibrante resultó “Cargamento”. La segunda del repertorio y del disco “Las Rutas Desiertas” (2019), que tanto nos hubiera gustado escuchar en directo, si la epidemia mundial no lo hubiera impedido. Me habría gustado escuchar “Allí Te Esperaré”, y también eché en falta que nevara hasta que las cosas de este mundo quedaran enterradas bajo “Un Metro de Nieve”, del LP más reciente de Diego Vasallo “Caemos como Cae Un Ángel” (2022). Es una de las canciones más bellas que he tenido ocasión de escuchar en los últimos años. No se le tuvimos en cuenta porque a cambio nos brindó la canción que da nombre al disco: un catálogo de paradojas existencialistas que habría hecho las delicias del añorado Rafael Berrio, el protagonista de la octava canción, “Aquellas Calles Tuyas”. Las calles mojadas de San Sebastián fueron testigos de una amistad única, cuyo secreto era la admiración mutua que se profesaban ambos músicos. “Doce Campanadas” es otra crónica dedicada a un “buscavidas”, ¿quién no lo es?, que “ha visto (su) vida pasar a (su) lado”. De la misma colección de canciones, la más reciente, es “Línea Directa a Tu Corazón”. Un diablo de tema al que los Stones habrían dado su total aprobación. Su sonido sucio nos supo a gloria.
De la noria del concierto no nos habríamos bajado nunca. Si en algún lugar había que detenerse que fuera “Donde Cruza la Frontera”. De modo que enmudeció el dragón, para seguir descansando sobre el tesoro (artístico) que con tanto justicia se ha ganado. Pero no será por mucho tiempo. Advertimos que Diego Vasallo está seguro de lo que quiere, en un momento extraordinario. En su “taller” tan pronto se revelan fotografías, se componen canciones, se escriben diarios literarios o se pintan obras plásticas como las que va a exponer a partir del día 4 en Murcia. Pronto tendremos noticias suyas.