Por: Javier González
Vaya por delante que escribir sobre cualquier proyecto en que ande inmerso Raúl Bernal es un inmenso marrón, se mire por dónde se mire. Cualquier cosa que roce el músico murciano, afincado ya desde hace muchos años en Granada, es sinónimo de calidad, mimo y esmero por lo que no vale sentarse y escribir lo primero que a uno se le ocurra. Te incita, te provoca, mide tu capacidad de análisis y justo en el momento en que crees tener algo medio valido, a través de los cascos se cuela un nuevo arreglo, una frase en la que no habías reparado, un susurro… y de nuevo toca borrar lo escrito porque sientes que eres minúsculo, ridículo y poco menos que un junta letras de tercera categoría si cometes el error de tratar de ponerte a la altura de la carrera de un tipo fundamental en muchos de nuestros mejores discos de rock de los últimos tiempos.
Solo, bajo el nombre de Jean Paul, junto a Dolorosa, pulsando las teclas al servicio de Lapido, Loquillo, 091 o Quique González, estrechando lazos con Diego Vasallo y más recientemente siendo el ideólogo, factótum y principal responsable del homenaje a Rafael Berrio, el nombre de Raúl Bernal es sinónimo de compromiso artístico y calidad, alejado del foco mediático por voluntad propias pues está más interesado en legarnos una obra que perdure en el tiempo aunque esta sea solo digna de atención para unos pocos paladares selectos.
Debuta ahora en solitario defendiendo su nombre con “fig.1” -editado solo en formato digital por Wild Punk Records, así están las cosas…- un conjunto de canciones pequeñas en su origen, donde resuenan de fondo los ecos de madera y un piano cómplice para arropar mínimamente a unas composiciones de aspecto narrativo y descriptivo capaces de brillar con luz propia entre referencias a mares, paisajes otoñales y melancólicos.
Raúl nos invita a disfrutar con la soledad y el anhelo que desprende la inmaculada “Hojas Secas”, delicada y balanceante con una instrumentación que arropa la armonía en su justa medida, la compañía de una tarde sencilla en “Al Río”, los pequeños matices que encierra “Mi Canción” y ese final de regusto dulce con que nos deja en “Me voy Recuperando”, en el marco de una grabación austera y eficiente con la que nos enseña lo que parece será su próximo proyecto en firme.
Cuatro canciones leves y a la vez tan profundas como sentidas que no hacen más que refrendar la opinión que sobre Raúl Bernal vertíamos en los primeros párrafos de esta crónica; ahora, alejado de cualquier atisbo barroco, entrega otra colección de temas bien escritos y pulcros que piden a susurros un disco de larga duración con el que seguir disfrutando de un artista único en su especie cuyo talento sigue en pleno estado de forma.