La gran familia de Llorente


Sala Rock & Blues, Zaragoza. Sábado, 21 de enero del 2023. 

Texto y fotografías: Javier Capapé 

Había muchas ganas de escuchar en directo este "Libro de familia". Abrir sus páginas y devorarlas en comunión con una sala Rock & Blues abarrotada. Y es que a esta banda se le quiere cada vez más en su casa. Los que nos acercamos a su música sabemos que les mueve la pasión, que son nuestro pequeño tesoro. Aunque, como reza uno de sus últimos lanzamientos: ¡¡ya está bien!! No queremos que sus canciones se pierdan entre la oferta cada vez más abrumadora del streaming. Por eso mismo Llorente cuidan todos los detalles, porque lo suyo no sólo son números de escuchas y algoritmos. Lo suyo es el contacto piel con piel, el sentimiento hecho canción. Con "Libro de familia" han ampliado su paleta mucho más allá de la canción de autor, esa que predominaba en "Gente corriente" y que ahora se ha expandido como bien pudimos comprobar el pasado sábado. Las canciones de “Libro de familia” van del pop al rock épico, del country a la canción de autor. Beben de Latinoamérica, así como de la canción anglosajona cercana al soul. Llorente son un torrente creativo que a la hora del directo intentan ir a la base, acercarnos a sus canciones desde un formato sexteto que bien les vale para buscar la intimidad, primando los dulces violines de Jaime Lapeña o la cálida voz de Elvira López, o escorarse hacia el rock más potente, dando rienda suelta a la pegada de Carlos Gracia o a las guitarras más afiladas de Yerai Rubio. Todo bajo la batuta de Óscar Llorente, que es pura magia, desde la forma en la que acaricia su guitarra hasta la ternura de su voz que, como un suave susurro, nos conmueve a todos.

Es tiempo de música en directo cercana, de la que se vive y se palpa en las salas pequeñas, la que se respira tanto como se escucha, y en eso Óscar Llorente y su banda son unos expertos. Se han bregado en las salas, en el tú a tú, y esa es la mejor garantía para llegar a su público. Y así, desde el cara a cara más íntimo, comenzó el concierto con el que presentaban su último disco en Zaragoza y con el que arrancaban una serie de veladas que les llevarán a Madrid y Valladolid en los próximos días. “La Musa” fue la canción de apertura de la noche, pero decidieron interpretarla desde el interior de la barra del Rock & Blues, sin conectar sus instrumentos. Una sorpresa inicial que dejó a todo el público con la boca abierta, dispuestos a dejarse seducir de inmediato. Un golpe de efecto o simplemente un gesto espontáneo de una banda que quiere a su público y que se funde con él desde el principio, como bien quedó demostrado. Ya en el escenario cogieron carrerilla con una tanda de canciones de sus primeros discos, como “4º sin ascensor”, con un Yerai Rubio desatado a las seis cuerdas y todo el grupo muy arriba en el estribillo, “Arrugas”, “Años 90” o “De lluvia los zapatos”, donde el empaste de las voces de Elvira y Óscar recordaron más que nunca a la candidez de los dúos entre el cantautor Javier Bergia y Clara Serrano.

“De segunda fila” abrió la caja de pandora y las canciones de “Libro de familia” echaron a rodar sin complejos. Reconocieron que esta canción sobre esos músicos que, como ellos, viven detrás de los focos, en segunda fila, era una de sus favoritas de las grabadas para el disco y la dedicaron a muchos de esos músicos que les acompañaban durante la velada (por allí se dejaron ver Santi Rex, Jorge Martínez o Javier Almazán) y que pertenecían también a aquellos que viven apasionados con la que es su razón de ser, a pesar de no estar a la cabeza de ninguna lista. “La Guerra de los Mundos”, con ese estribillo coreado a pleno pulmón por la mayoría de los presentes, se vistió de épica y no necesitó los elaborados arreglos de viento del disco para sonar con total contundencia. En “Un tipo extraordinario” hicieron mención a su querido barrio zaragozano del Gancho, de donde habían extraído a modo de inspiración las experiencias del protagonista de la canción y donde volvió a brillar por encima de su letra los toques a Mink DeVille de la mano de la guitarra de Yerai Rubio.99 “El viaje” remitió al “Walk on the wild side” de Lou Reed y “Cortocircuito” se vistió con los acordes iniciales de “Bohemian Rhapsody” mientras Óscar se enredaba entre las teclas del piano. También hubo tiempo para la versión de “Me dejó marchar” de Coque Malla, que no desmereció lo más mínimo gracias a la potente pegada in crescendo de todo el grupo, especialmente de la base rítmica infalible formada por Carlos Gracia y Alberto Solobera, junto a los arreglos de violín de Jaime Lapeña, que nos elevaron al cielo. Cierto que estamos hablando de una de las mejores canciones compuestas en castellano en lo que va de siglo (en palabras del propio Llorente), pero es que el grupo la supo hacer suya y acertar de pleno. Tarea nada sencilla cuando estamos ante una obra maestra.

Su amigo Jorge “McFly” Martínez, que forma parte de la familia Llorente casi desde sus primeros pasos, interpretó con toda la garra posible “Para no volverte a ver”, antes de afrontar otro de sus temas más celebrados de su disco debut, “Desde el 20 de abril”, a la que le dieron más potencia que en su versión original, como pasó con todas las canciones rescatadas para la ocasión de aquel disco. “Instantes” o “Compensa” (opción que estuvo en la quiniela para titular esta canción) nos condujo con su ritmo trotón hasta “Corazón coraza”, interpretada íntegramente con la voz de Elvira López (como ya ocurriera en “Cortocircuito”), dejándonos así ver en todo su esplendor su portento. Y con la fuerza desprendida por ésta, desembocaron en la más rockera todavía “Ya está bien” (su himno de estadio), dedicada al productor del disco Cuti Vericad, con la que terminaron el grueso principal de la velada.

Aún quedaban varias balas en la recámara para los cantados bises. Los tonos acústicos abrieron el paso de la más soul “Eva Green”, otro de los platos fuertes de la noche tan solo ensombrecida en su arranque por las voces de parte del público que sigue sin entender cuándo tiene que buscar el silencio en un concierto. Con ésta ponían fin al repaso de “Libro de familia”, del que tan solo descartaron la fronteriza “Los Malos”, y terminaron con la muy demandada “Camiseta del ‘92”, precedida de los acordes iniciales del “Yesterday” de los Beatles. Finalmente fue “Aquí”, canción que apadrinó el cantautor leonés Fabián D. Cuesta, la que cerró el concierto vestida de electricidad y descaro.

Todas sus influencias se mostraron sin pudor. Toda su energía y pasión por lo que hacen se pusieron de manifiesto abiertamente. Toda su camaradería como músicos inundó el escenario y todos los presentes nos sentimos en las casi dos horas de concierto como un miembro más de esta familia. Nos volvimos por un tiempo Llorente y nos sentimos en plena armonía con estos seis músicos que están dispuestos a llenar el vacío de la canción de autor con tintes rock en esta región. El contraste entre su sólida base instrumental y la voz más frágil de su timonel, que conmueve y nos despierta, hace de este grupo algo único. Teníamos ganas de algo así en Zaragoza. De ver cómo estos músicos se consolidan paso a paso. Y queremos soñar. Con un reconocimiento mayor, con muchos conciertos y muchas más caras de felicidad entre sus asistentes. Queremos que estas canciones sean de todos y que la familia de Llorente no pare de crecer. Ojalá sea así, porque pocos músicos ponen tanto mimo en lo que hacen y porque esta colección de canciones, que ayer vistieron de largo, son un auténtico regalo para nuestros oídos y nuestro corazón. Como dice Yerai Rubio en el libro que acompaña a estas canciones en su formato físico: “Todos los libros empiezan con una chispa y todas las familias con un cortocircuito”. La noche del pasado sábado en el Rock & Blues zaragozano puedo decir, sin miedo a equivocarme, que nos electrocutamos.