Entrevista: Edi Clavo


“Este libro es una suerte de justicia poética con los grupos de los setenta que no tuvieron la suerte ni la comercialidad que tuvimos nosotros” 

Por: Javier González 

Edi Clavo ha consagrado la vida a dejar huella en los oficios a los que se ha dedicado. Golpeó durante años la batería de Gabinete Caligari con tino, pasión y una chulería innata que muchos seguimos echando de menos sobre las tablas. Acabada la función, se refugió en la facultad de geografía e historia de la universidad Complutense, convertida en una suerte de cuarteles de invierno para cursanr con notable éxito la carrera de historia del arte, cultivándose aún más, perfeccionando, entre otras cosas, un método que es muy patente en “Viva el Rollo!”, el cuarto libro que lleva su firma. 

En esta ocasión el volumen es un ajuste de cuentas sobre el estado de las cosas del rock cuyo epicentro viene marcado por el siempre trascendental año 1975; un momento marcadísimo de nuestra historia al que el bueno de Edi somete a un riguroso tercer grado en el marco de una obra intensa y repleta de información que ayudará a conocer cómo era la escena antes de su propio surgimiento. 

¿Qué tal estás, Edi? ¿Cómo te trata la vida? 

Edi: Los que hemos sobrevivido a estos dos años podemos darnos con un canto en los dientes. Estoy bien, tranquilo, dedicado a mis actividades como escritor que me resultan muy placenteras porque las puedo hacer en casa solo sin contar con nadie más. 

Vuelves a la carga con un nuevo libro, “Viva el Rollo!”. ¿Le has cogido el gusto al tema de Escribir? 

Edi: Desde 2013 aproximadamente que empecé a escribir “Electricidad Revisitada” no he parado de hacerlo. Se me da bien y consigo plasmar mis ideas en los libros que he escrito: “Electricidad Revisitada”, “Camino Soria” y ahora “Viva el Rollo!”. 

De entre “Grasa y Otros materiales Nobles”, “Electricidad Revisitada”, “Camino Soria” y este “Viva el Rollo!” parece que ahora ahondas en tu faceta como historiador. ¿Tienes esa misma percepción? 

Edi: Tienes razón, es un libro más historiográfico ya que en los anteriores eran bastante autobiográficos. Este tiene detalles que aporto por haber vivido la época, aunque era muy joven, pero es un libro de historia del rock de mitad de los años setenta. He tenido que aplicar las enseñanzas que tan bien conoces de nuestra facultad de geografía e historia. 

Te adentras en lo que casi son las catacumbas de nuestro rock, mirando atrás a un período que circula entre los años anteriores e inmediatamente posteriores a la muerte de Franco. ¿Qué te ha impulsado a escoger precisamente ese momento histórico de nuestra música? 

Edi: Me impulsó sobre todo el elemento capital que son dos festivales que se organizan ese año: El Festival de Burgos, más conocido como de la cochambre, y el Canet Rock. Son dos momentos fundamentales en el devenir de la historia del rock español. En los años sesenta estuvo el boom de los conjuntos que tocaban en discotecas y romerías, había grupos muy buenos, pero la evolución hacia el rock progresivo y la psicodelia no fue posible porque apenas había medios: casi no había conciertos y no había festivales porque no se permitían. Elegí el año 75 porque fue el primer año en que las autoridades permitieron la celebración de festivales, cuyo elenco fueron grupos españoles que estaban en las catacumbas y que salieron a la superficie a raíz de dicho momento. Personalmente denominaría al año 75 como el “big bang” del rock español en directo. 

También creo que es tu trabajo más arqueológico, sesudo, didáctico y si me lo permites denso, puesto que los no iniciados en la materia deberán leerlo muy atentamente. 

Edi: Lo he escrito con un carácter didáctico que pretende mostrar a la gente que no vivió la época lo que sucedía. Los libros de historia desentrañan un poco la historia. Tienes razón en definirlo como arqueología, es la capa freática del año 75. Es como buscar guijarros y piezas de construcción para teorizar. He buscado los discos que estaban a la venta, qué se escuchaba, las emisoras… buscaba mostrar cómo era la España del rock en un año tan concreto. 

Eran años de militancia, precariedad, juventud y escasos recursos. ¿Es un ajuste de cuentas con el relato oficial o una forma de hacer justicia poética a los precursores de la contracultura? 

Edi: Es hacer justicia a los grupos que no fueron capaces de ser absolutamente comerciales. Se podría decir que “La Movida” fue la sublimación comercial del “Rollo”, porque en el fondo es un antecedente. En el “Rollo” había grupos muy buenos, quizás “tardojipiosos” en cuanto a estilo, pero no vendían discos porque la escena no estaba desarrollada para que los grupos sobrevivieran dignamente. En la época de “La Movida” la escena estaba desarrollada, los mecanismos de la industria estaban más asentados, tuvimos la suerte de poder sobrevivir dignamente en los ochenta siendo de parte de los grupos de la época. En parte es una suerte de justicia poética con los grupos de los setenta que no tuvieron la suerte ni la comercialidad que tuvimos nosotros. 

¿Crees que durante aquellos años la contracultura era en realidad un reflejo de parte de la cultura juvenil que estaba a punto de explotar? 

Edi: Sí, sí… ese tipo de cultura estaba silenciada porque no podía sobrevivir en aquellos años. Los telediarios no hablaban como ahora de las giras de los Rolling Stones ni de Dylan. Eran informaciones marginales que se reproducían a través de los medios marginales: prensa marginal, revistas de rock y radios, comics y tebeos. Había que buscar la información porque no estaba en el mainstream como ahora pueda ocurrir. 

El libro es sesudo y milimétrico: Abarcas cómics, prensa undergound, radio y televisión. ¿De entre toda aquella amalgama que aspecto recogido en el libro ves fundamental?

Edi: Creo que es un todo. El rock articula todo, como ocurrió en los años de “La Movida”. Aquí ocurre lo mismo, es un elemento catalizador de cómics y revistas. Creo que las revistas influyeron mucho en la cultura musical, era la forma de acceder a los contenidos. Los cómics reflejaban el mundo marginal y subversivo de la juventud de entonces. Muchas de aquellas actividades estaban prohibidas, eran vistas como subversivas. Los comics eran perseguidos por ser pornográficos y de mal gusto. Se permitían las revistas que hablaban de ídolos lejanos. Las radios de FM estaban perseguidas por lo que pudieran decir. Había programas dedicados al rock al que mandaban cartas de protesta por el aspecto de los presentadores y la forma de hablar que tenían. Estaba todo un poco bajo sospecha. Había cosas interesantes, no era un páramo absoluto, pero las había de una forma subterránea y marginal. 

La famosa “Social Peligrosidad” a la que cantaban Cucharada. 

Edi: La ley de peligrosidad social se aplicaba a cualquier disidente, no solo por llevar una bandera republicana, mostrar el puño al aire o llevar panfletos del Partido Comunista. El que llevaba el pelo largo y se sospechaba que podía fumar porros era denominado como un peligroso social y se le aplicaba dicha ley para detenerle. Eran leyes antiguas utilizadas por el poder para protegerse y proteger sus privilegios. 

De entre la prensa escrita parece que hablas con especial cariño de “Star” y “Ajoblanco”. ¿Por qué? 

Edi: Eran las únicas revistas marginales que tenían posibilidades de subsistir. Había otras como “Triunfo”, “La Actualidad Económica”, pero eran revistas con tintes políticos… “Triunfo” tenía un apartado de arte y cultura. Las dos revistas más relacionadas con el rock eran “Star” y “Ajoblanco”. 

También entre los nombres citados das especial importancia a dos nombres cumbres todavía hoy en día: Jesús Ordovás y Gonzalo García Pelayo. 

Edi: Gonzalo es el factótum de la modernidad underground en España desde los años sesenta. Cine, colaboraciones en revistas y creación de Radio Popular FM, donde era la cabeza visible y la persona encargada de seleccionar los discjockeys. Como director en aquellos días andaba rodando su primer largometraje, “Manuela”. Luego fue productor del sello GONG con Movieplay donde saco a Lole y Manuel, Triana e incluso Burning. Es un personaje clave en el desarrollo de una manera distinta de ver la realidad en España desde los años sesenta. Jesús Ordovás es el periodista más personal y renombrado desde esa primera época. Fue uno de los que acuñó el término del “Rollo” y también el de “Movida Madrileña”, si lo hubiera patentado sería millonario ahora mismo. Fue de los primeros que oí decir: “hay una “movida”” refiriéndose a la música, cuando era un término que venía del mundo de la droga haciendo referencia a “trapicheo”. Él lo relacionó en el año 78 a conciertos de rock. 

Hablas de los discos que por aquel entonces no llegaban de manera fácil ni en mucha cantidad salvo contadas excepciones. A veces bajo influjo americano y de las bases de Rota, Morón de la Frontera o Torrejón. ¿Qué importancia tenían aquellos plásticos?

Edi: La primera época de escasez fue a finales de los sesenta y principios de los setenta. A partir del año 75 el flujo discográfico estaba bastante asentado, ya casi todos los lanzamientos internacionales se efectuaban en España, con alguna excepción censurada de ciertas portadas y de algún tema. En aquellos días, yo tenía 16 años y no tenía dinero para comprarme diez Lp´s al mes. Te en cuenta que a mí me pagaban 50 pesetas a la semana cuando el precio de un Lp era de unas 300 pesetas que eran muchísimo dinero para la época. Solo podía comprar un single, esa era la forma en que accedías a la música. Normalmente cuando cumplías dieciocho años o aprobabas C.O.U. te podían regalar un tocadiscos para tener una colección de Lp´s que era el estatus máximo del coleccionismo musical. Los Lp´s había que oírlos en casa de un amigo que los tenía, no como ahora que cualquier chaval puede acceder a la música a través de un click con Spotify. 

Muchos de los artistas llegaban aquí tarde y de forma descontextualizada. ¿Pesaba más el desfase o las ganas de ver a mitos aún vivientes en directo? 

Edi: A lo largo de los setenta se fue normalizando el flujo y llegada de artistas. Al principio venía poca gente, pero a partir del 74 vinieron muchos artistas. Creo que en el 75 tengo contados que vinieron más de 15 artistas internacionales, eso quiere decir más de uno al mes: Blue Öister Cult, Rory Gallagher, Genesis, Nico, Kevin Ayers, Lou Reed. Nos habíamos perdido los inicios porque no venía nadie, más tarde todo se normaliza con lo que hacían en otros países de Europa como Francia, Italia y Alemania. ¿Con cuál te quedas de todos ellos? Edi: En esa época no tenía mucho dinero para ir a conciertos, había que ser muy, muy selectivo. No pude ver a Frank Zappa en España que era a quien más me apetecía ver. Pude verlo finalmente en el año 79 en un concierto en Alemania al que viajé con un amigo. 

El Canet Rock y el festival de Burgos son dos hitos que marcan la realidad de aquellos tiempos. ¿Qué recuerdos tienes de aquel festival de la cochambre? 

Edi: Fui a Burgos, pero no entré. No tenía dinero. En esa época solo con respirar el ambiente ya te sentías satisfecho. A Canet no podía ir, estaba en Barcelona, había que coger un tren y dormir allí, pero tenía solo 16 años. Son dos hitos importantes que he podido desentrañar gracias al trabajo de hemeroteca e investigación. También tengo amigos que estuvieron dentro que me contaron las anécdotas que he reflejado en el libro. Amigos de Santander y catalanes que disfrutaron de los mismos. 

También ajustas cuentas para bien con Sevilla, rescatando “El Manifiesto de lo borde”, resaltando su labor de polo único y tercera pata del banco underground de nuestro país en esos años. 

Edi: Sí, digo que la cuna del underground español está en Sevilla. Una gente abierta, divertida y con guasa que supieron asimilar perfectamente las influencias anglosajonas de las bases de Rota y Morón, mezcladas con su cachondeo flamenco para dar como resultado a bandas como Smash, más tarde Triana, Veneno e Imán, e incluso también a Camarón. En definitiva, a todo el rock andaluz. También hubo otro foco interesante gracias a gente como Sisa, Pau Riba y Máquina!, bandas que venían del rock progresivo y del jazz rock, con influencias de gente como Weather Report y Miles Davis. Ambas ciudades fueron los focos principales de todo. En Madrid todo se empezaba a desperezar a raíz de las FM, la labor de Mariskal Romero que fue muy importante en su programa de radio centro, “Musicolandia”, así como la primera programación de discotecas como MM que empezaron a traer grupos de rock a Madrid. Fueron los tres focos más importantes del movimiento underground. 

No sé si ya andas trabajando en un próximo libro. 

Edi: Estoy trabajando en un próximo libro, sí, hay que seguir ejercitando la mente. Estoy trabajando en algo, pero no en una forma tan histórica, sí más personal. Es un libro que habla del cambio de paradigma del “Rollo” a la “Nueva Ola”, habla del final de los años setenta. Le estoy dando forma poco a poco. 

¿Se puede decir que ya andas retirado del mundillo musical activo? 

Edi: La música ha sido mi gran pasión, mis libros, casi todos, hablan de música. Como participante del mundo musical estoy semiretirado. Toco mi batería en casa, pero ya no toco con nadie. Lo tengo un poco en stand by. 

¿Andas al tanto de la actualidad musical o prefieres bucear en tu colección de discos del pasado? 

Edi: Miro casi siempre a los grandes mitos del pasado, son los que me han alimentado y los que me han dado sustento. Siempre hay que estar atento a lo que puede surgir y a lo que va surgiendo, aunque creo que prácticamente no surge nada en el mundo del rock que tenga interés para mí, por eso vuelvo a los clásicos. Últimamente me ocurre que voy picoteando, según me apetece. Desde Elvis Presley en unas sesiones de RCA del año 56, pura arqueología del rock, hasta el último que sacaron de The White Stripes. También cosas tipo Julie Driscoll, con sus discos de jazz de finales de los sesenta y cositas de música clásica. Estoy abierto a todo lo que me pueda sorprender.