Han pasado cuarenta años, casi nada. Muchas cosas han cambiado y otras parece que no tanto si echamos la vista atrás, pues cada cierto tiempo nos viene a visitar un golpe de incertidumbre y desesperanza que retrotrae al pasado. Últimamente vivimos asombrados ante la enésima crisis que se nos viene encima, mientras miramos de soslayo a una guerra que una vez más nos pone al borde del conflicto mundial y de una amenaza atómica real que nos hace recordar la mítica canción de Polansky y el Ardor. Es un hecho, las sombras negras de antaño parecen repetirse hoy día, si no en las formas, sí en el fondo. Y qué mejor forma de pensar en otros tiempos convulsos que con la reedición del primer disco de los siempre combativos y brillantes Ilegales.
Vayamos a los antecedentes… Comienzos de la década de los ochenta, los tan recurrentes y manoseados ochenta. Nuestro país salía de casi cuarenta años de oscura dictadura y comenzaba a bañarse en aires de libertad tratando de asentar una incipiente democracia que apenas unos meses antes, el 23 de Febrero de 1981, había sufrido acongojada ante televisión el intento golpista de Tejero. Pasado el susto, España saludaba a una modernidad ortopédica representada por la primera victoria socialista, acontecida en 1982, el Mundial de Naranjito, la sensación de casi sentirnos europeos y, entre un sinfín más de cosas, el dinero fresco que llenó las arcas de los ayuntamientos del cambio, con objeto de entre otras cosas asentar la muy patrocinada “Movida Madrileña”...
En ese contexto presentado de manera amplia vería la luz “Ilegales”, el primer larga duración de la homónima banda asturiana, capitaneada por Jorge Martínez, joven curtido en cientos de noches de escenario y orquesta, además de otros proyectos como Los Metálicos y Madson, donde también militaba David Alonso a los que finalmente se uniría Iñigo Ayestarán, para acabar de dar vida a la que se convertiría en una de las bandas más importantes del rock nacional no solo de los ochenta sino de la historia de la música hecha en nuestro país.
Ilegales venían de ganar el certamen rock Ciudad de Oviedo hecho que les permitió grabar un puñado de canciones: “Europa Ha Muerto”, “La Fiesta” y “Princesa Equivocada”, a las que seguirían “La Pasta en la Mano” y “Revuelta Juvenil en Mongolia”, fenomenales credenciales presentes en esta reedición que hoy nos ocupa, temas que ya nos hablan de una banda inteligente, ideológicamente comprometida, capaz de anticiparse al final de la vieja Europa, mordaz, fiestera, muy broncas y socarrona, abordando géneros diversos como el rock and roll, el twist, el pop, sin dejar nunca de lado una animal vertiente punk, emocional y aguerrida, donde cruzaban sus caminos bandas tan distintas como Code Blue, The Police y Joe Jackson, que mostraba a un solista inteligente y muy vivo a la hora de escribir letras sobre la desesperanza, el desencanto juvenil y las adicciones cuando otros aún ni sospechaban de los peligros de ciertas sustancias y solamente eran capaces de firmar textos naif o sonrojantes, todo ello envuelto en un aura callejera a la par que peligrosa que enganchó y aborreció a partes iguales, puesto que lo suyo no era dejar indiferente a nadie como han mostrado a lo largo de su trayectoria.
Cinco temazos que fueron perfecto anticipo de una obra redonda desde la portada, obra de Ouka Lele, con esa imagen icónica de un tipo con el arma apuntando a su sien, grabado bajo los auspicios de otro nombre mítico de aquellos años dorados, Paco Martín, y que ante la posterior avalancha de ventas, provocó la irrupción del no menos mítico Víctor Manuel, quien compró los derechos para Sociedad Fonográfica Asturiana, posibilitando su posterior licencia en Epic Records, quienes pusieron en el mercado un álbum repleto de poesía cruda, franqueza y urgencia, donde la violencia callejera es un elemento más, diríamos que hasta necesario, dotado de multitud de autorreferencias a la banda y su círculo de amigos más cercano y con un sonido potente, directo y afilado que encumbrará a Ilegales como una de las mejores bandas en directo de aquellos años, título que aún ostentan en 2022.
Desde la apertura con “Tiempos Nuevos, Tiempos Salvajes”, donde la crudeza lírica de Jorge Martínez se abre paso como un torrente desbocado de mensajes adictivos, “Delincuente Habitual”, retrato costumbrista de la lucha por la vida, la belleza instrumental de “Yo Soy Quien Espía los Juegos de los Niños”, con su particular collage de imágenes, “Hombre Solitario”, de aspecto menor y que es altamente estimulante en su directos todavía hoy en día; pasando por la genial “Problema Sexual”, ya míticas son aquellas imágenes soltando en directo en TVE su famoso, “Señora, si no le gusta mi careto, cambie de canal”, la fenomenal con recadito incluido para los chivatos “Me Sueltan Mañana”, su alegato anti hippie “¡Heil Hitler!”, tan socarrona que hoy en día en muchas plataformas ha sido rebautizada como “En la Noche Alemana”, algo que muestra a la claras que la música de Ilegales sigue sin ser entendida por demasiada gente y sobre todo por los adalides de la moral, incapaces de entender el mensaje crítico y subversivo del señor Martínez, totalmente alejado de cualquier apología del nazismo.
Es en la segunda parte del disco donde los años nos hacen percibir letras que parecen escritas en primera persona, desde la fenomenal “¡Hola Mamoncete!”, skatalítica composición donde la innegable sombra de Jorge se representa en esa “cabeza calva” que espera clientes, algo que también ocurre en “No Me Acaricies el Pelo”, donde compartimos la reflexión de que no, nuestro Hércules astur tiene uno de tonto. Antes de dar paso a la belleza fantasmagórica de “La Casa del Misterio”, repleta de ambientes afterpunk y con un acertadísimo solo de guitarra, en la que es inevitable pensar en el palacio de Bolgues que es propiedad de la familia Martínez, donde las presencias ancestrales han puesto ante los ojos de escépticos sucesos paranormales que nada tienen que ver con el consumo de psicotrópicos.
El final viene marcado por el anecdótico reprise de “Tiempos Nuevos, Tiempos Salvajes” y la incendiaria “Caramelos Podridos”, otro corte autobiográfico sin lugar a dudas que muestra la querencia de la banda por las noches de destrucción, en una de esas composiciones paradigmáticas sin duda, pues años después muchos tenemos la opinión que en un momento dado de esta historia Jorge se decantó más por la vida alegre y nocturna que por seguir explorando ese talento bestial del que siempre ha hecho gala.
Hasta ahí la reedición básica del álbum, a la que toca añadir los cinco cortes que no aparecieron en la edición original más arriba citados, fruto de la labor arqueológica de la banda y de la mano de Warner, poniendo a disposición del público interesado una versión ampliada, revisitada y presentada de una forma totalmente mágica en formatos de variada condición y para todos los bolsillos.
Alguna de dichas reediciones se verá completado por temas como “La Pasta en la Mano”, sobrecogedora en frases como “en el bolso escondes la chuta no quieres que lo sepa él”, “Desesperados”, otra crónica mundana y repleta de existencialismo, “Me Sueltan Mañana”, “Hombre Solitario” y “Problema Sexual”, todas ellas en versión maqueta. Y un buen puñado de himnos clásicos que demuestran la contundencia Ilegal desde sus inicios, abordando unos directos con un sonido potente y elegante, algo que era excepción en las bandas nacionales de su época a las que siempre se acusó de no saber tocar, pero cuyo principal valor es el de ponernos los dientes largos por no haber disfrutado de una banda en plena efervescencia anfetamínica.
Hiela la sangre escuchar la voz cazallera con que Jorge presenta “Europa ha Muerto”, en un directo de Bilbao datado en 1985, “Me Sueltan Mañana”, también del mismo año pero grabada en Getafe, y “Princesa Equivocada”, tomada del concierto de Lérida de 1986, es inevitable pensar en una banda con los ojos inyectados, presa de mil demonios externos aderezados, de la misma manera que es brutal escuchar “La Casa del Misterio”, con una base rítmica y un punteo que anuncia un corazón más que acelerado, pero donde Ilegales siguen mostrando que no hay sustancia capaz de hacer ensombrecer la categoría de sus directos, unos directos que por aquella época ya contaban en el seno de la banda con la figura del mítico Willy Vijande aportando su sapiencia al bajo y ese aspecto tan ilegal.
“Ilegales” encierra no solo un puñado de canciones míticas también es la fotografía de un país con unas características concretas: peligroso, atractivo, violento, hedonista y nihilista en un retrato lleno de aristas y bordes cortantes. En definitiva, un puñado de cortes que por sí mismas hubieran valido a Ilegales la condición de grupo mítico. Por suerte Jorge Martínez supo mantener por momentos el control de la dualidad cordura-locura y genialidad-gamberrismo sin perder el equilibrio en su eterno funambulismo sin red. Siguieron adelante en una década en la que tuvieron tiempo de regalarnos entre otros trabajos dos obras mayúsculas: “Agotados de Esperar el Fin” y “Todos Están Muertos”. Otras dos perlas que muchos esperamos vean la luz en similares ediciones a la que ahora celebramos en próximos años cuando las mismas cumplan también las cuatro décadas.
Si el bolsillo te lo permite, tu inteligencia y el amor al rock español hecho con letras mayúsculas harán el resto. Tus neuronas agradecerán que compres una copia de este disco imprescindible para cualquier aficionado que se precie porque bandas nacionales hemos tenido muchas, pero ninguna como Ilegales, amiguitos.