Dylan, Petty, Lou Reed, Bill Wyman, Yoko Ono, Bardem, Gassman, Julio Iglesias o McCartney. ¿Por dónde empiezo? Llevas más de media vida afrontando charlas trascendentes e intrascendentes. Lo primero y para mí obligado. Háblame de aquella tarde en casa de John Lee Hooker, con su mayordomo de piel blanca. Leí este artículo muy jovencito y resulta que tú fuiste el culpable de mi absoluta pasión por todo lo relacionado con lo negro, sobre todo la música.
Nacho Para: Bueno, todo eso me parece perteneciente a una vida anterior, aunque claro que forma parte de mí. Yo me metí a periodista con 18 años bajo el sueño de entrevistar alguna vez a un beatle. Lennon ya estaba muerto. De los otros tres, hubiera preferido a Harrison, pero finalmente hablé con Macca, aunque asistí al ‘Concert for George’ y me sentí más cerca de Harrison que de ningún otro músico en toda mi vida. También me siento muy cercano a Dylan y nunca hablé con él, aunque lo he visto en muchísimos conciertos. Pero si pienso en mí de chaval no me veo con ambiciones de ese tipo, de conocer y entrevistar a famosos. Lo que más me gustaba era canturrear mentalmente del camino al colegio. Me gustaba inventar canciones solo para amenizar el trayecto. Al final, la vida me ha llevado de vuelta justo ahí, al canturreo. De todas formas, para satisfacer tu curiosidad, te hablaré un poco de aquella tarde con John Lee Hooker en su casa de Los Ángeles. Era ya muy mayor y sus ojos estaban cansados de tanta sabiduría. Su mayordomo era blanco y jovencito, sí, y eso me pareció una gran metáfora. “Están crudas las hamburguesas, vuelve a darles una vuelta en la plancha”. Era capaz de comunicar cosas así sin hablar, solo con la mirada y un gesto con la mano. Estaba cerca de morir pero por fin tenía una medio sonrisa de triunfador. No pude entrevistar a Ali Farka Toure, se murió justo una semana antes de llegar a su casa en Niafunké, pero conocer a su hermano americano fue un punto álgido en mi impostura periodística.
John Fogerty tuvo el mismo problema que yo en su adolescencia. En sus memorias, destaca la importancia que tuvo en su vida la cruda guitarra de Pop Staples con esos coros negros góspel, lo que le permitió crearse un mundo al que no pertenecía. ¿Cómo tú en todo esto de la Americana Music?
Nacho Para: El mundo es muy grande, la imaginación es más grande todavía y me parece una tontería aferrarse como un tonto al terruño donde naces. Los nacionalismos son siempre obtusos y miopes. ¿Cuál era mi mundo? ¿Era Manolo Escobar el mundo al que me había tocado pertenecer? Lo siento, pero no… Salí pitando de las clases de guitarra porque me enseñaban el Con el vito, vito, vito, y yo lo que quería era dejarme la melena y rasgar acústicas de cuerdas metálicas como las del concierto de Bangladesh. Además, lo americano, lo anglosajón y lo guiri forma parte de mi mundo natural. Nací y me crié en la Almería de los rodajes hollywoodienses. Si ellos pudieron usar mi paisaje, yo pude usar su música. A mí me parece un intercambio de lo más lógico. En Almería siempre escuché hablar inglés, casi tanto como árabe, pues había un barco diario a Melilla y otras conexiones con Nador y Orán. Hasta John Lennon, Ringo Starr y los Pogues rodaron en Almería. Yo ese otro mundo nunca lo vi tan lejos.
¿Te parece que prescindamos de Dylan, Petty o Neil Young para no caer en las mismas obviedades que nos hacen más viejos de lo que ya somos? ¿Podemos hablar de un sonido de la Desert Town sin mirar a Louisiana, Tulsa o Memphis?
Nacho Para: El tema de las influencias siempre es un poco cansino. Es como preguntarle a Dylan continuamente por Woody Guthrie o a Eric Clapton por JJ Cale. Yo creo en la música que yo hago una mezcla de músicas americanas, sonidos british y requiebros del desierto. Almería es un desierto, yo creo que eso imprime un carácter muy similar a los nacidos en Arizona o Tumbuctú. Y me refiero al desierto en toda su amplitud metafórica: el lugar perdido, la inmensidad, la vida adusta, el calor pegajoso, la libertad, la soledad. Por encima de todo, el verdadero poder del desierto es hacer que te sientas frágil, empequeñecido, de vuelta a tu origen molecular. Te deja solo contigo mismo, sin intermediarios, sin escenarios ni público para representar un papel. Solo y sin saber cómo funciona la vida, precisamente en un lugar donde aparentemente es imposible vivir, y donde, sin embargo, la gente vive. El desierto te deja igual que a un niño al que le queda todo por aprender. Mis canciones salen de un lugar que no controlo, como tampoco puedo controlar lo que digan de ellas los demás. Yo cada vez las veo más mías. Para bien o para mal, no veo a Dylan o a Young haciendo un disco como No parking tickets in the clouds. Yo creo que tiene más mío o de Paco del Cerro que de ellos.
Vamos a por esa portada, llena de connotaciones a lo que ya no tenemos y tuvimos. Y aprovechamos a los Creedence para volver a echar de menos esas canciones que suenan como antes. Amigos en libertad absoluta y sin problemas, quizá testigos de tus primeras composiciones. ¿Es este tu primer disco un conjunto de recuerdos o reivindicaciones a momentos trascendentes de tu existencia como músico o persona?
Nacho Para: La portada fue lo primero que tuve claro. Un amigo me hizo llegar esas fotos, que yo no recordaba, y enseguida supe que esas imágenes iban a marcar el contenido del álbum. Recordaba perfectamente la excursión, pero no las fotos. Al verlas me pareció que la imagen podría remitir a las montañas de Canadá, con esa nevada al fondo y esas camisas vaqueras de pico que lucimos todos. Me gustó ese equívoco, porque en realidad se trata de la Alpujarra almeriense, año 1979, cuando yo tenía 16 años. Aparte de desierto, Almería tiene unas sierras verdes y bellísimas. Siempre viene bien romper los tópicos. También está eso que dices, el aire campestre de la Creedence y el sentido de la amistad. Nos reímos mucho aquellos días haciendo unas migas que no cuajaron y durmiendo luego en un refugio en el que se presentó de madrugada la Guardia Civil, a ver qué hacían esos niñatos con la chimenea encendida. En realidad, la portada creo que invita a un momento feliz de nuestra existencia, pero no diría que trascendente. Cuando eres un proyecto de persona hay muchas casillas sin rellenar y muchas veces tú eres responsable de cómo acaban rellenándose. Si ese momento es feliz es porque escapábamos de otras realidades menos felices: colegio de curas, fuerte influjo aún del franquismo, provincianismo galopante, etc…
¿Cuándo te decidiste a iniciar este camino en solitario, fuera de un supuesto sitio de confort como es tu amada Bantastic Fand? ¿Tiene algo que ver esa guitarra country africana de la que me has hablado en alguna ocasión en nuestros chats intempestivos?
Recuerdo escuchar muchos de los esqueletos de estas canciones y me ha sorprendido tu valentía al afrontar muchos solos con tu acústica. ¿Te ha ayudado el desierto del Sáhara a soltarte como solista espléndido?
Nacho Para: Bueno, sería osado decir que yo hago solos. La verdad es que apenas hay solos. Hay desarrollos instrumentales, fraseos, dibujos, pero pocos solos. Eso también ha sido deliberado. Desde el principio tuve claro que, musicalmente, el disco se distinguiría de Bantastic Fand poniendo mi guitarra acústica y mi voz en primer plano. Mi forma de guitarrear, medio folkie, medio blusera y medio africana, pasa desapercibida en Bantastic Fand, excepto en temas como 'One of them'. Es normal, porque teniendo alrededor a guitarristas como Fernando Rubio, Paco del Cerro o Iván Estefanía, lo mejor que puedo hacer es rellenar y estarme quitecito. Pero mi estilo, aunque tosco, es mi estilo. Tiene algo mío, de Almería, también de California, y es verdad que a veces es muy saharaui, muy maliense. Yo le llamo sonido de Almerifornia o de Malifornia. Más que a Americana, mi guitarra suena a country africano. He escuchado mucho esas músicas viajando por África. Y yo quería que estuviera visible en este álbum. Pensé que era bueno que apenas hubiera eléctrica. Quería un disco que oliera a madera.
Cuéntame algo sobre esta producción que huele a artesanía. ¿Con quién te has rodeado o compartido el látigo de Brian Wilson?
Nacho Para: (Risas) Aquí ha habido poco látigo, la verdad. El proceso ha sido bastante sosegado, sin prisa alguna. Como dicen África, la prisa mata. Primero grabé las canciones con voz, acústica y armónica. Algunas ya tenían el bajo de Chencho Vilar y batería de Paco grabada en sesiones anteriores. Luego, añadí ideas de coros y percusión. Tardé solo dos o tres semanas en hacer eso. Durante un tiempo pensé en dejarlo así, pero hablé con Paco del Cerro, Carlos Campoy e Iván Estefanía y fuimos añadiendo arreglos suaves, como los colores de la portada. Paralelamente, hablé con Jorge Navarro para hacer la producción y mezclas en su home studio de Elda. A veces conoces a una persona nueva y sabes que va a ir bien sin hacer ninguna prueba previa. Jorge le grabó a Paco las baterías que faltaban y el disco cogió su tono definitivo. Con él todo ha sido fácil y fluido. Creo que se nota mucho su mano en el disco.
“El ruido corre muy adentro, las noticias perturban mi mente” dices al final de “Only See My Face”, tema que abre un disco lleno de música bien contenida, dentro de una apuesta tan arriesgada como el dotar a las canciones de vida y ambientes propios. Y encima en inglés. No concibo tus canciones en castellano. ¿Tengo un problema?
Nacho Para: Quizá el problema lo tenga yo, pero bueno, es lo que hay. Me gusta el inglés para la música que hago. La fonética inglesa es como un instrumento más, al menos en mi imaginario… Tampoco me imagino a un nipón cantando flamenco en japonés… En fin, ojalá pueda superarlo algún día, porque el castellano lo domino mejor para hablar o escribir, pero no para cantar. ¿Por qué? A lo mejor la culpa es de Bisbal o de Manolo Escobar. En cuanto al inglés, tengo una ayuda impagable con Isabel Márquez y Pablo Vizcaíno, que son jóvenes pero dominan mucho mejor que yo ese idioma. Only seen my face, por ejemplo, está escrita con Isabel, y es ella la protagonista del videoclip con imágenes que se grabó a sí misma durante el confinamiento en Madrid. Ahora me he comprometido también a escribir una canción en castellano, antes del verano, para un proyecto solidario con el pueblo saharaui que saldrá en forma de triple CD. A ver cómo me sale...
En “Leaving You My Soul”, segundo corte de tu disco, te imagino en tu porche de Almería con los violines y banjos de Paco del Cerro y el Hammond tortuoso de Carlos Campoy. Como bien cantas, ¿“En la risa de un amigo, allí estarás”? ¿Cómo de importante son los mensajes de tus canciones? ¿Nacen antes, durante o después?
Nacho Para: Esa canción la escribí en los 90 en la Isleta del Moro, en una casa alquilada a unos pescadores. No tenía letra muy definida y Pablo Vizcaíno dio con la tecla. “Te dejo mi alma” fue durante algún tiempo el título provisional del disco. Aparte del Hammond, Campoy mete ahí un piano eléctrico muy distintivo, tanto como esos violines de Paco. Los mensajes tienen que acompañar a los sonidos. Casi nunca hago canciones con historias cerradas; prefiero ráfagas de imágenes. En este caso, creo que es el tema que más conecta con la portada. Es un canto a la amistad, a la infancia y a lo fugaz de la vida. Estamos de paso y es mejor no aferrarse. Intentar vivir con espíritu ligero, con la menor pesadumbre posible, y dejar a tus seres queridos buenas vibraciones y recuerdos inspiradores.
“No tienes tiempo, pero sigues haciendo todo lo que quieren que hagas”. Parece un mensaje sacado del mismo “Exodus” de Bob Marley. ¿Son quizás tus valientes aportaciones acústicas, verdadero valor de la esencia de este disco, a lo que oyes en tus sueños? Tu guitarra me suena al cantar de esos pájaros que dices no tuviste en tu niñez, pero ahora sí, ya que vives en el campo.
Nacho Para: Bueno, quien no tuvo pájaros en su niñez es el personaje de la canción, que no soy yo. Más bien es una reflexión sobre la gente que se deja atrapar en una vida dirigida por otros. Antes se decía eso de que si no persigues tus sueños acabarás trabajando para los sueños de otro. Yo siempre me he rebelado bastante. No sé vivir sin pasión por lo que hago. Sería, desde luego, un mal funcionario, aunque seguro que hay funcionarios que aman lo que hacen. Quiero decir que soy muy malo para quedarme en lo que me dé mucha seguridad y poca satisfacción. Antes mi madre se desesperaba, pero creo que ahora me entiende. Dejé el periodismo cuando dejó de satisfacerme. “¡Qué valiente abandonando tu fulgurante carrera!”, me decían muchos. Lo valiente hubiera sido continuar en su lugar que ya no me daba satisfacción solo por recibir una buena paga a fin de mes. No juzgo ni critico a quien lo hace, porque hay muchas razones para hacerlo. Pero yo no soy capaz. Yo sin pasión por lo que hago me moriría. Ahora mi pasión son las canciones. Hacerlas y viajar para tocarlas. Visitar ciudades con las canciones. Y mientras, sí, vivir en el campo. Los pájaros me despiertan cada mañana.
¿Esos pájaros son los que cantan “Ready, ready” o “Uh Uhhhhh Uhhhh”? ¿Son esas ventanas a las que miras cuando sueñas lindezas como “In The Afternoon” o “Hurry Up”?
Nacho Para: "Hurry up" es una canción clave en el disco. Además de contener el título en el estribillo ("No parking tickets in the clouds") tiene un aire de country africano que me representa. Las guitarras son cartagenero-malienses y el viejo piano de pared que toca Paco le da mucha personalidad. ¿Los uhhhhhh son pájaros? No lo había pensado, pero dado que se habla de un refugio en las nubes es bastante probable. El “ready, ready” sería más bien un lagarto o una culebra, porque esa canción habla de alguien que sale de una prisión saharaui y huye de todo con la intención de rehacerse. Cuando parece que el día se está acabando, siempre puedes rebelarte e intentar algo nuevo. Es un poco Not dark yet, y puede tener algo que ver con mi huida del periodismo… Pero, cuando la canto, pienso más en un soldado marroquí que conocí en Tindouf. Estuvo preso 20 años y cuando fue liberado se negó a volver a Marruecos por temor a ser repudiado (cosa habitual en la dictadura marroquí: no reconocer a sus combatientes para ahorrarse pagas). Se quedó en los campamentos de refugiados y me hablaba todo el rato de su amada en Marruecos, de la que nunca volvió a saber nada.
Nacho Para: Suena tan rasta como las fotos de George Harrison con Bob Marley… Esa canción tiene para mí un enorme halo de inocencia. Fue de las primeras canciones que escribí en mi vida, o al menos de las primeras que puede grabar, a primeros de los años 80, en una grabadora de cuatro pistas. Hablo de los tiempos antes de los Rivertones, cuando empecé a estudiar periodismo en Madrid. Aún conservo una grabación de entonces. Quise grabarla respetando el espíritu original de una versión que hicimos en directo en la radio a finales de los 90. Armónica, acústica, hammond, mandolina y slide. El slide tenía que ser el de Fernando.
Acertadamente, has situado “Rain or Shine” en la mitad del disco. No me preguntes por qué, pero me lleva nuevamente a ese sonido Creedence, con tu púa humeante en la acústica en claro homenaje a Looking Out My Back Door, aquella canción que aporreaba El Nota en el capó de un coche en Big Lebowski, mientras se fumaba un joint. ¿Eres consciente del poder de canciones como ésta y el lugar que tú estás ocupando en puretas de 50 años como yo?
Nacho Para: Fíjate si soy poco consciente, o directamente inconsciente, que esa canción se grabó con banda a tope, pero el resultado no me acaba de encajar… Era una versión un poco Django Reinhardt, con un aire que recordaba demasiado al You de Bantastic Fand. Le di muchas vueltas y no estaba a gusto con el resultado, así que una tarde, cuando ya el disco estaba casi para entrar en fábrica, me subí a la buhardilla y grabé en un momento la versión cruda que final sale en el disco. Se la envié a Joserra y me dijo que la usara sin dudar. Le dije si alteraba el orden, al quedar tan espartana, y me dijo que la dejara ahí, principio de la cara B, a nuestra forma viejuna de pensar. Así que el acierto es suyo. Si ves ahí algo de la Creedence, me halaga. Yo veo un poco el espíritu de los discos acústicos de Dylan en los 90.
La niebla de la que hablas en “Fog In The Air” ¿es sobre el futuro que no podemos ver? La guitarra acústica de Iván Estefanía se aproxima a aires irlandeses con aromas de Blues que sólo Rory Gallagher podría afrontar. ¿Te sientes identificado?
Nacho Para: Sí, Fog in the air habla de la espesa niebla de estos tiempos confusos. También hay cierta belleza en la incertidumbre, porque las certezas suelen ser aburridas. La niebla es misterio. Grabé la canción con dos acústicas abiertas haciendo fingerpicking y le pedí a Iván una tercera como contrapunto, especialmente en la parte del solo. Él es heredero y devoto del estilo de JJ Cale, pero estoy seguro que le hará feliz que le saquen un aire Gallagher. Su trabajo en este disco es muy brillante. Pienso especialmente en la mandolina de In the afternoon y en el dobro de Move Around.
Perdona que insista, pero “Into The Light” respira aires irlandeses hasta donde no te habías dado cuenta. “Why Must Always Explain” de Van Morrison suena en tu disco como algo fresco, sin pretensión de copiar sino de aportar. ¿Fuiste consciente de esta similitud que igual yo solo percibo o es tan sólo el poder y la coincidencia de las canciones?
Nacho Para: Aire irlandés o directamente referencias a Van Morrison las encuentro en Great creation e Into the light. Es una forma de hacer canciones y frasear que no he explorado demasiadas veces, pero cuando lo he hecho me gusta el resultado. Me hablas de Why must always explain y he tenido que buscarla porque no me acordaba de ella. Escuchándola ahora tampoco veo tan clara la relación, aunque entiendo que sí es el mismo universo, quizá marcado por el acordeón y el hammond. Pero en Into the light hay pedal steel y vientos. Sea como sea, es una canción que no encontró su lugar en ningún disco de Bantastic Fand, pero no veo otra mejor como cierre de No parking tickets in the clouds.
Por último, no quería dejar pasar tu “Rowdy Boy”. Me suena a Nobel y no a lo que te quieren siempre encasillar. ¿El último de Zeus Dylan ha sido determinante para decidirte a regalarnos a tu primera criatura? ¿Eres ese “Alguien que ha sido visto en las calles; Al final de la noche. De pie todavía?”
Nacho Para: Rowdy boy es una canción de 2007 y ya se llamaba así. Por tanto, no hay una influencia del Rough and rowdy ways de Dylan, ni en el fondo ni en la forma. A ver, Zeus es inalcanzable y hay que dejarlo tranquilo. Aquí estamos hablando de cosas de mortales. Y como mortal te digo que, puestos a comparar y para que nos entendamos, Rowdy boy tiene más de Beatles que de Dylan, más de The long and winding road que de I contain multitudes. De nuevo, el Rowdy boy no soy yo. En esta canción se habla de amigos que todos tenemos o hemos tenido que no encuentran su camino en la vida, se pierden y ya nunca regresan, por mucho que les digas o intentes rescatarlos. Es sobre la impotencia de no poder ayudar a gente que no quiere o se resiste a ser ayudada.