Por: Javier González
Fotos: Estefanía Romero Quiñones
Ayer Eduardo Benavente hubiera cumplido sesenta años, ayer la calle Jardines bullía en un sentimiento de pura emoción, recordando al mito y a su eterna figura ausente. Ayer un puñado de gente sabia, entre las que sobresalían las crestas punk y los ropajes oscuros, una nutrida audiencia poblada de rancio abolengo en la aristocracia rockera, compuesta por coetáneos, amigos y amigas, familia y un buen puñado de acólitos “old school” nos acercamos hasta la mejor sala de Madrid para homenajear su figura, para decir que ni mucho menos le hemos olvidado y, sobre todo, para agradecer su consistente legado y lo que su persona representa para algunos de nosotros.
La excusa era idónea: Conmemoración de su nacimiento, presentación de “El Genio detrás de la Cortina”, la biografía milimétrica que Aníbal J Clar y Pedro Munster han escrito, aderezada por el sustento fotográfico y vital del propio Pedro; prologada por otro mito, por favor, pónganse en pie, Edi Clavo, y de remate la actuación de Txarly Usher y Los Ejemplares, readaptando su repertorio para atacar parte del cancionero más popular de Parálisis Permanente en el marco de una noche que tuvo muchísimo de emotiva.
Desde la tensa espera a las puertas de “El Sol” se vislumbraba un ambiente distinto, lleno de sentimiento, para una cita a la que no faltaron figuras señeras de nuestra música como Alaska, Patacho de Glutamato Ye-yé, el sin par Paco Clavel, Miguel Ángel Arenas “Capi”, el ya mencionado Edi Clavo, elegante en su trato y estética como acostumbra siempre, y Fernando Martín, con el cual pudimos departir amistosamente, entre otros muchos, demostrando que lo de anoche no era un homenaje más, ni la presentación de otro libro musical al uso, sino la reivindicación de una estrella fugaz de enorme peso, hondo calado y cuya trayectoria, desgraciadamente truncada, hubiera seguido dando que hablar mucho hasta nuestros días.
En esa línea se movió el pequeño coloquio que mantuvieron sobre el escenario los autores del libro, Aníbal y Pedro, quienes no dudaron en contar en qué momento comenzó a gestarse la obra, su desarrollo, así como pequeñas curiosidades que la misma incluye, donde se atiende a detalles tan íntimos como necesarios para conocer la personalidad de Eduardo, rematando con una reivindicación del legado y la vigencia del artista madrileño, que sirvió como prólogo a la breve presentación que harían de los otros protagonistas de la noche, Txarly Usher y Los Ejemplares, antes de abandonar el escenario y cederles su lugar.
La incidencia de la luz sobre el escenario descendió mientras aparecían sobre el mismo, Orkatz, acertadísimo toda la noche, Andrés, a la batería, Javi, encargado de los teclados, Rafa Balmaseda, un mito, ex-componente de la banda homenajeada, y Txarly Usher, ejerciendo de chamán, a la par que se lanzaba una intro en directo de Parálisis con la voz de Eduardo en “Quiero Ser Santa”, cortada abruptamente y sustituida por el bajo de Rafa anunciando la misma canción; arrancando un set repleto de fuerza y dramatismo, rabia y nostalgia con el que el personal disfrutó de la crudeza con “Adictos a la Lujuria” y “Yo No”; la eterna “Quiero Ser tu Perro” y las incontestables “Sangre”, una de las favoritas de quien suscribe, “Unidos” y “Tengo un Pasajero”; también de la reivindicación personal que es la gloriosa “Autosuficiencia”; la dramática “Nacidos para Dominar”, el que fuera siguiente single de Parálisis tras la muerte de Eduardo, y la siempre abrasiva “Un Día en Texas”, entre otras en una actuación donde comprobamos la consistencia de una banda con muchas calidad, tablas, potencia y matices, a la que la incontestable personalidad escénica y el dramatismo de Txarly -impresionante toda la noche en su labor de “Medium” para convocar el espíritu de Eduardo- y su saber hacer les hacen altamente disfrutables, pues supone poner a la audiencia a tono, como demuestran la fiereza de algunos pogos y que no dudaron en pasear al músico vasco en volandas cuando este decidió lanzarse en brazos de la masa al término de la última canción.
Terminado el set list dedicado al homenaje, los miembros de Ejemplares abandonaron el escenario para refrescarse, quedándose únicamente Txarly en el mismo, antes de afrontar, arropado de nuevo por toda la banda, la parte del repertorio que presentó a la audiencia las canciones que conforman “Dentro de Nuestras Tinieblas”, segundo largo del conjunto vizcaíno, arrancando con el “Tanto postureo me pilla un poco viejo” que cantan en “Letras Tristes”, con la que abrieron una actuación en que demostraron su gran capacidad para elaborar auténticos trallazos de afterpunk contemporáneo.
Una noche memorable, sincera en su homenaje y repleta de guiños que hicieron emocionar al más pintando. Un recordatorio de la grandeza que ostentaba Eduardo Benavente al que cuarenta años más tarde todavía se le recuerda con cariño, admiración y respeto. Una velada que vino a demostrar que la figura de Eduardo es permanente en nuestra memoria. Y eso está a la altura de muy pocos. Va por ti, amigo desconocido, allá donde estés.