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The Afghan Whigs: "How Do You Burn?"


Por: Pepe Nave

A estas alturas uno está preparado para la descarga de intenso rock cuando se acerca a un nuevo disco de The Afghan Whigs, pero aun así sorprende la determinación y la aceleración a fondo de su apertura, "I’ll Make You See God", que como ya imaginareis no va de religión. Todo un “deja lo que estés haciendo que allá vamos”. 

Ya con toda nuestra atención tras su desahogo inicial, "The Getaway" trae la calma y muestra por dónde irán los tiros a nivel de sonido, un mayor protagonismo de las cuerdas y los teclados, excelso en la tarea Rick Nelson. Las guitarras, salvo en momentos puntuales, están un poco más contenidas y diluidas de lo habitual. En ese sentido sería una evolución natural tras un álbum de retorno con guitarras afiladas y crepitantes como "Do The Beast" (2014) y otro a medio camino como "In Spades" (2017). En cierto sentido es como si fuese una señal de duelo por el fallecimiento de uno de los guitarras de ambos trabajos, Dave Rosser, una gran pérdida. Lo sustituye Christopher Thorn (ex Blind Melon), que además produce, y continúan a las seis cuerdas Jon Skibic (aunque éste no forma parte de la actual gira) y el líder Greg Dulli.

Desgraciadamente no es la única pérdida reciente de la banda, uno de los más conocidos colegas de Dulli, el cantante Mark Lanegan, nos dejó hace unos meses, cuando todas las canciones del disco ya estaban terminadas. Tanto es así que colaboró con voces, en la citada "The Getaway" y en "Jyja", pero hay que afinar el oído porque están muy bajas en la mezcla. También cedió una frase suya para titular el álbum, ese "How Do You Burn?" cuya traducción literal sería ¿cómo ardes? pero que él empleaba en el sentido de ¿qué te pone?, ¿qué te apasiona? A Greg Dulli por lo que desprenden las letras le sigue apasionando el sexo, el tira y afloja de la seducción, las relaciones tortuosas, el amor-odio, todo sin paños calientes, en carne viva.

Si bien "The Getaway" marca el rumbo en cuanto a instrumentación, no lo hace en el tono, a ese remanso le van a seguir repetidos picos de intensidad marca de la casa, en un tono más soul y rythm and blues que roquero. La amenazante, no solo desde el título, "Catch a Colt", se desata en un estribillo inflamado por los violines y los coros de la soulera voz de Susan Marshall, colaboradora habitual de la banda. El bajo del otro miembro perenne del grupo, John Curley , mantiene la señal de peligro durante la tensa "Jyja", que cuenta con los agudos de la voz del cantante R&B Van Hunt a los coros. Tras su imagen de bala pérdida, Greg Dulli es un tipo minucioso en cuanto al sonido de su banda, ya que le gusta contar con colaboradores externos, pero como refuerzo o como subrayado de detalles que aportan algo más a la canción sin estar en primer plano, excepto en muy contadas ocasiones.

Con un baladón de esos en los que el líder se sienta al piano, "Please, Baby Please", se cierra la primera cara. Una guitarra sincopada abre un medio tiempo vibrante de esos que hace unos años diríamos que “huele a single radiofónico”, "A Line Of Shots", antesala de la majestuosa "Domino and Jimmy", una puesta al día de los personajes de la letra de "My Curse", de su álbum "Gentleman" (1993), hasta el punto de contar con la misma protagonista, su amiga Marcy Mays, que se adueña de la primera mitad justo hasta dejarle el turno de réplica a Dulli que está igualmente portentoso a la voz, asentada sobre los teclados y las cuerdas que hacen de alfombra voladora.

Tras el romanticismo del no pudo ser, "Take Me There" los retorna pantanosos con esos coros tribales a modo de advertencia, llévame contigo de una vez, a qué esperas. Es la última muestra de uñas afiladas antes de la vaporosa  y casi susurrada "The Concealer" y del cierre con "In Flames", más reconocible en ellos, un número lento con un piano muy al estilo New Orleans, que va creciendo en intensidad hasta terminar como dice el título en llamas, con la voz de Dulli en los tonos altos y las guitarras en uno de los pocos momentos en que suenan desatadas; todo confluye para terminar por todo lo alto, como si asistiésemos a uno de sus conciertos en lugar de al final de un disco.

En resumen, después de tantos años y con un buen nutrido número de fans, algunos quizás habrán echado de menos esos diálogos entre guitarras afiladas, el característico wah-wah, esos riffs electrizantes, y los prefieran al muro de sonido de cuerdas, órganos y pianos, pero nadie podrá decir que los Whigs no siguen pisando las incandescentes brasas en sus canciones.