Por: Kepa Arbizu
Hace ya más de treinta años que la Unión Soviética se desgajaba como entidad, dando paso por extensión al final de una lucha entre bloques que dejaba el terreno libre a la expansión e imposición casi absoluta del capitalismo como único motor ideológico existente. Años antes, en plena década de los setenta, surgía un movimiento musical, pero también social, llamado punk, un género que desde su inicio nació sin ninguna pretensión de pervivir y extenderse a lo largo del tiempo. Ahora, con dicho término malviviendo en pequeños nichos y siendo utilizado con total impunidad para definir casi cualquier manifestación juvenil, sea cual sea su esencia, y la U.R.S.S convertida en poco más que un ejercicio de memorabilia para nostálgicos, existe sin embargo desde hace más de quince años en Granada una banda que, bautizada con las siglas de aquel extinto país, conecta ambos conceptos, considerados mayoritariamente como demodés, para construir una carrera no solo de naturaleza musicalmente tensa e incendiaria sino un certero y diseccionador retrato de nuestras sociedad y sus innumerables taras, algunas vendidas bajo el sino del éxito y el progreso.
Haciendo de su música siempre un vehículo discursivo, el cuarteto efectúa en su actual disco, de iconográfico título, “+”, una pirueta de excelente ejecución al extraer del signo de la cruz su concepto matemático de la suma y el simbolismo religioso, dos acepciones que cohabitan aquí para dar como resultado el reflejo de la fe depositada en el dogma neoliberal por excelencia, la acumulación. Un repertorio de potente calado ideológico que encuentra en sus doce inspirados alegatos el dibujo de todo un mapa de realidades asumidas con la misma devoción que se imploran los ritos religiosos. Un modelo de vida convertido en una cuestión de fe que a pesar del desmoronamiento que conlleva sigue siendo venerado al llegar cada nuevo día.
Con la atinada idea de trasladar ese intangible, o líquido si se prefiere, escenario al espacio musical, la banda escoge esconder sus garras, formalmente hablando, y disimular su agresividad para construir un ambiente que, sin alejarse de sus máximas, se sostiene sobre un incremento en el carácter evocador, lo que les sitúa en espacios configurados por influencias más ochenteras y/o sombrías, haciendo de la fuerza bruta de pretéritos trabajos un ejercicio más sutil pero salvaguardando una idéntica intensidad. Un libro de ruta estilístico que acabó de fraguarse en esos estudios de grabación convertidos en un bazar de los milagro llamados la Mina, donde el derroche de aptitudes a la hora de conocer las teclas que presionar por parte de Raül Jiménez, confiere a todo el conjunto su particular clima sonoro como envoltorio al siempre afiladísimo y nada acomodado compromiso del grupo.
El llamativo y novedoso uso de sintetizadores, y las baterías electrónicos presentes desde la inaugural “Euroorden”, sirven de perfecto aviso de las renovadas intenciones, lo que no oculta ni mucho menos las cortantes guitarras que siguen cargadas con el ADN de Gang of Four o Minutemen, ingredientes lanzados como azote contra la homogenización escondida entre anuncios de una falsa diversidad. Horadando todavía más ese siniestra naturaleza musical, “Euforia” sigue inclinándose por acercarse al afterpunk y/o post-punk para diagnosticar el empacho por acaparación al que estamos sometidos. La presencia de esos sonidos más atmosféricos, sin relegar su naturaleza orgánica, se desenvuelven con tintes más pop, prácticamente a lo Décima Víctima, en una “Armonía” regida por esos algoritmos con que se delinea la silueta del Gran Hermano en la actualidad o la nostalgia melódica que rememora a unos iniciáticos The Cure en “A distancia”.
El evidente ánimo que acumula este disco por liberarse de posibles ataduras estilísticas, bajo ningún concepto se convierte en sinónimo de alterar las constantes de la banda, de hecho sigue habiendo un espacio más que significativo para desfogar su rabia. Puede que incluso en sus momentos más intensos no persigan ese atronador envite de pasadas grabaciones, pero la épica chillona de “Mas allá del futuro”, decorado con estribillo de naturaleza clerical, o la vertiginosa batería encargada de trazar una coreable “Apocalipsis neutro” les hacen tender lazos con sus paisanos y camaradas Biznaga. Unos puentes que se alargarán en el calendario para hermanarles con formaciones menos contemporáneas como Desechables o Las Vulpes en la airada y cortante “Fe”· o aglutinar en un mismo recinto a los Parálisis Permanente junto a fraseos afines al Rock Radikal Vasco en las viñetas consumistas que contiene “Técnicas privadas de dominación”.
Rendidos a un sano ataque de heterodoxia, el trabajo emerge sobre ritmos, cadencias y melodías de novedosa factura, que aunque se puedan entender a priori como alejadas de la idiosincrasia de la banda, son capaces de destilar las mayores cotas de rabia y espíritu agitador. Así sucede con los arranques flamencos de “En verdad”, presentada como una turbulenta saeta que deriva en turbio aspecto, o el final escrito con un “Post” que delata la orfandad de grandes relatos a través de unos redobles marciales que nos trasladan hacia el paso de alguna cofradía al mismo tiempo que encierra una visceralidad, propia de otros consumados irredentos como Ídolos del Extraradio, sazonada con riffs a lo The Clash.
Un análisis sin demasiada profundidad y reduccionista en cuanto a referirse a los detalles instrumentales de la banda podrían definir a este disco como el menos punk de La URSS, como si esa categorización sirviera para algo productivo. La realidad es que el cuarteto simplemente se ha desmarcado, que no alejado, de sus constantes más representativas y furibundas para configurar un sonido menos acelerado pero con las capacidades intactas para dirigir unos dardos que pueden haber modificado su morfología pero que mantienen su certera puntería. El irreverente e intelectualmente armado contenido de “+” señala la sombra producida por ese gran emblema en forma de cruz, efigie que representa la codicia y la acumulación como intocable credo capitalista y al mismo tiempo el símbolo llamado a coronar la tumba de nuestra sociedad.