Páginas

Vive Latino: Trazando puentes


Espacio Expo, Zaragoza. Viernes y sábado, 2 y 3 de Septiembre de 2022 

Texto y fotografías: Javier Capapé 

¿Éxito rotundo? No sé si atreverme a responder de forma contundente a esta pregunta, pero lo que sí que es seguro es que será muy difícil volver a tener un cartel con artistas de esta talla reunidos en un mismo festival en Zaragoza. Lo vivido el pasado viernes 2 y sábado 3 de septiembre en la primera edición del Festival Vive Latino en nuestras fronteras ha sido irrepetible. Difícil de igualar. Aunque como todo evento de estas características tuvo sus luces y sus sombras.

El Vive Latino es conocido como el festival iberoamericano de cultura musical desde su origen en tierras mexicanas. Sin embargo, en su primera edición española se ha transformado más bien en un festival donde la música bañada por el Mediterráneo se ha impuesto al resto de propuestas latinas, de ahí que éste sea el primer aspecto mejorable. Algunos artistas como Vetusta Morla o Leiva nos recordaron a todos los asistentes que este festival venía exportado del otro lado del charco, que diéramos una oportunidad a esos artistas menos conocidos en nuestra piel de toro que se disponían principalmente en el escenario más pequeño del recinto (y también el más alejado del meollo, lo que difícilmente atraía a la mayoría). Pero definitivamente la balanza se inclinó del lado los viejos conocidos. Eso no significa que nos dejáramos en el tintero algunas gratas sorpresas entre el amplio cartel de las dos noches zaragozanas, pero conviene tenerlo en cuenta para otorgarles más peso a estos artistas menores en los escenarios principales si tenemos la suerte de poder seguir viendo rodar a este festival en la capital aragonesa.

Otro de los hándicaps de este tipo de festivales es la duración de los conciertos, algo ajustada para aquellos artistas que deseamos ver con ansia, pero totalmente eficaz si queremos hacernos una buena idea del repertorio más selecto de los mismos. Por lo que con este tema se puede tener una doble sensación. La más gratificante, para los que ven comprimido el repertorio más potente o efectivo de aquellos artistas a los que siguen con más o menos interés en su día a día, frente a cierta sensación de vacío para los que quieren un concierto completo de sus ídolos. Pero esto es algo imposible de cambiar si queremos reunir a más de quince artistas por día entre las cinco de la tarde y las tres de la madrugada, por lo que aquellos que quieran ver la versión integra de los conciertos de sus músicos de cabecera que no se olviden de recurrir a las salas, algo que no nos cansaremos de reivindicar.

Superadas estas premisas festivaleras se da también el hecho de que no todo tiene que gustarnos en el cartel del evento y si además añadimos que entre las muchas horas de conciertos necesitamos parar a descansar (si queremos aguantar hasta el final) o a alimentar el estómago (que no solo de música vive el ser humano) no nos queda otra que seleccionar aquello que no nos queremos perder y lo que es más prescindible.

Así pues, me dispuse a adentrarme en este esperadísimo festival (tras dos años de retraso, pandemia mediante) con toda la energía posible. El viernes 2 comenzó puntualmente a las 17.00 con el colorido y la iconografía japonesa que nos ofrecen Miss Caffeina en su más reciente etapa. Aunque empezaron algo más estáticos, quizá condicionados por el calor sofocante que teníamos a esas horas tan tempranas sobre el escenario del anfiteatro de la antigua Expo 2008 (con todo el público plenamente al sol), terminaron más enérgicos con la vitalista "Oh Long Johnson" o su himno imperecedero "Mira cómo vuelo", no sin antes tener momento para la reflexión con el minimalismo de "Reina". Cuarenta minutos al trote para dar paso a Sidonie en el escenario principal (se agradece que estuviera bastante cerca del anterior citado para evitar así carreras en exceso). Crecidos y agradecidos a los muchos seguidores que se iban congregando a su vera a pesar de lo temprano del concierto. Así derrocharon su infalible directo (uno de los más provocadores y enérgicos de nuestra escena) con algunas de sus principales armas como "Fascinado", "El Incendio" o "Un día de mierda", dándose el lujo además de presentar una canción nueva ante un público atónito por ese pequeño riesgo añadido siendo que los catalanes van sobrados de grandes canciones para corear en masa.

Babasónicos le dieron un pequeño respiro al programa ya que supusieron mi primer parón, aunque pude apreciar su deje psicodélico entre la maraña de sonido, dejando la voz de Adrián Dárgelos algo apagada. Coque Malla se presentó con una gran pantalla en la que proyectar algunos sugerentes vídeos y dar así color a su repertorio, aunque lo que mejor le sentó al particular repaso a su carrera (desde los lejanos tiempos de los Ronaldos) fue la sección de vientos, capitaneados por su hermano Miguel, que le acompañaron magistralmente en temas como "Escúchame", "Me dejó marchar" o en el cierre negroide de "Un lazo rojo, un agujero", en la que se produjo una de esas sorpresas que se prodigan más fácilmente en estos casos en los que coinciden multitud de artistas. Kase O, como ya ocurriera en la versión original de este tema, se unió a su queridísimo Coque y nos regalaron un momento de esos que hacen grande a un festival como éste.

De nuevo carrera hasta el escenario del anfiteatro para escuchar a la chilena Mon Laferte. Su voz no lució tanto como esperábamos en los primeros compases del concierto, pero fue creciendo poco a poco mezclando con suavidad pop y boleros hasta que explotó con su ya clásico "Tu falta de querer". El problema vino cuando por razones de timing no le dejaron terminar la última canción de su setlist. Cuando Taburete iban a comenzar en el escenario contiguo, el volumen de la mesa principal que sonorizaba a Laferte y su banda bajó poco a poco y, a pesar de los abucheos para que volviera el sonido, la artista tuvo que terminar coreando su canción de despedida a capella con su público. Una de las sombras que más dolió de lo vivido en el festival, pues dos minutos de cortesía hubieran bastado para cerrar su concierto por todo lo alto y no de la forma más abrupta posible. Porque además, lo que nos venían a ofrecer Taburete distaba mucho de la elegancia de Mon Laferte.

Otra tarea que no fue sencilla (o prácticamente imposible, mejor dicho) fue intentar cenar en el recinto. Algo a mejorar en futuras ediciones. Porque la oferta gastronómica era muy variada, pero imposible de afrontar por sus larguísimas filas, que hacían que tuvieras que optar entre comer algo o perderte al menos a dos de los grupos del cartel. Hay que replantearse esto si se quiere dar servicio a todos, porque no nos olvidemos que aquí venimos a escuchar música por encima de otras modas, así que debería de ser en estos casos cuando más tiene que funcionar el concepto de "comida rápida" para centrarnos en lo que verdaderamente nos importa.

León Benavente se presentaron más agresivos que nunca. Difíciles de escuchar por su actitud desmedida, que hizo empañar algunos de sus temas más brillantes, los cuales en lugar de destacar por su profundidad y mensaje se perdieron como lágrimas en la lluvia. Si lo que querían era provocar lo consiguieron con creces, pero muchos se asustaron de su propuesta y los "leones" perdieron así a un público que bien hubiera podido engrosar futuros conciertos del cuarteto. Quizá el motivo principal de esta contundencia desmedida estaba en ser relevo de los más ligeros Taburete, o simplemente quisieron sonar más rotundos que nunca. En mi humilde opinión, excesivos.

Llegamos así a uno de los platos fuertes de la jornada. Love of Lesbian mutaron su "viaje épico hacia la nada" en un acertado grandes éxitos donde dieron más cabida a los potentes singles de su disco "1999" que a sus mayores aciertos de madurez, aunque no faltaron la emocionante "Noches reversibles", la bailable "Belice" o la magia de "Planeador" para cerrar setenta minutos de una intensidad y una épica encomiable (solo lastrada por algunos problemas técnicos con las torres de sonido que iban y venían en momentos puntuales).

Los mexicanos Molotov nos recordaron que también fuimos más rebeldes de la cuenta tiempo atrás, para seguidamente deslumbrarnos con el espectáculo de Vetusta Morla, que como el resto de los artistas principales del cartel, trajeron los montajes de sus giras más recientes al completo, con toda la iluminación, pantallas y efectos requeridos por cada cual. Un detalle nada simple (que requiere de una gran coordinación logística) que permitió al público disfrutar de cada espectáculo individual como fue concebido en origen por cada artista (sin duda otro gran acierto de la organización al no limitarse a compartir entre artistas escenarios sobrios e impersonales). Los de Tres Cantos sólo se dejaron en tierra a los artistas folclóricos que les acompañaban en su espectáculo completo no pensado para festivales. Las agrupaciones El Naán y Aliboira no estuvieron en Zaragoza para vestir con otros colores "Maldita dulzura" o "El hombre del saco", pero el sexteto siguió sonando tan equilibrado, contundente, preciso y vanguardista como siempre. Nadie pone en duda que es una de las bandas más completas de nuestro panorama y también de las más queridas y respetadas. Y es que se lo han ganado a pulso con fantásticos temas (que son a la vez potentísimas bombas en directo) como "Copenhague", "Sálvese quien pueda" o la inigualable "Los días raros". Las palabras de Pucho emocionaron a más de uno al reivindicar el puente con Latinoamérica como germen del festival en sí mismo, teniendo de fondo al famoso "Pabellón puente" de la Expo zaragozana, y nos hizo caer en la cuenta a todos de la suerte de compartir en ese preciso instante amor, amistad y música tras estos dos años para olvidar.

No quedaban fuerzas para más tras el éxtasis continuado vivido con Love of Lesbian y Vetusta Morla. Tanto es así, que tuve que quedarme sin escuchar a nuestro rapero local So-Hai. Pero la jornada había sido muy intensa, con momentos vibrantes, otros nostálgicos, algunos (como los ya descritos) no tan apropiados, aunque ganando por goleada la emoción de sentirnos en un acontecimiento único en lo que a cultura musical se refiere para esta ciudad acuñada por el viento y el sol. Lástima no tener más tiempo para dejarme caer por el escenario íntegramente dedicado a figuras mal entendidas como "menores" como Silvana Estrada, Centaurvs o Aterciopelados, pero como todo en esta vida es cuestión de elección y prioridades. Lo mejor era pensar que esto no había acabado aquí, algo así como ese saber popular que defiende el placer de disfrutar de todo lo que vives intensamente mientras dure.

Así, con la certeza de que aún quedaba mucho por disfrutar comenzó la segunda jornada del Vive Latino. Gracias a la cancelación de Bebe pude recorrer todos los espacios de restauración para comprobar que en este festival los sabores iberoamericanos se imponen con naturalidad junto a la decoración con motivos mexicanos que nos podía hacer olvidar por un segundo que estábamos cerca de la estepa monegrina. La jienense María Guadaña fue la primera artista que nos deleitó con su rabia en el escenario más modesto y, a pesar de su actuación temprana, fue capaz de captar la atención de muchos de los que se iban incorporando a la nueva jornada festivalera. Con una clara asistencia más numerosa desde los primeros compases de la tarde que en el día anterior, el sábado estuvo dominado por los artistas hispanos, que coparon los dos escenarios de mayor capacidad con la única excepción de los mexicanos Café Tacvba. 

Amaral y Leiva eran los mayores reclamos de la jornada, pero igualmente consiguieron una asistencia más que destacable el tropicalismo de Carlos Sadness o el rock más callejero de Rulo y la Contrabanda, aunque muy por encima de los nombrados, por convicción y carisma, llegó Mikel Erentxun para deslumbrarnos desde sus primeros compases. Su concierto, también marcado por el intenso calor, arrancó sutilmente con "Llamas de hielo", pero se transformó en muy poco tiempo en un karaoke colectivo bien armado donde tuvieron cabida desde sus clásicos en solitario más sonados, como "Mañana" o "A un minuto de ti", a las más atemporales y siempre certeras composiciones de Duncan Dhu. Todas ellas coreadas al unísono por todos los presentes, desde "Una calle de París" a "Cien Gaviotas" o "En algún lugar". Un Erentxun exultante y un concierto memorable por la acertada elección y equilibrio en su repertorio.

Carlos Sadness fue muy cercano en sus discursos con el público que reunió en su actuación, entre el que se encontraban algunos de sus familiares oscenses, pero dio la sensación de que el escenario se le hacía grande. Quizá su rítmica sea más apropiada para salas donde el ambiente propicie más el baile acompasado que en festivales donde se tiende más a saltar con el puño en alto, descuidando los pasos.

Escuché decir una vez que un festival no se calienta de veras hasta que Iván Ferreiro no salta a escena y eso es precisamente lo que sentimos con su actuación. El gallego se metió a todo el público en el bolsillo gracias al gancho de canciones como "Toda la verdad" o "Como conocí a vuestra madre" (sin olvidarnos de su intenso carisma) y al regalo que supone cada vez que escuchamos auténticas gemas sonoras difíciles de igualar como "El equilibrio es imposible", "Años 80" o "Turnedo", absolutamente imprescindibles si lo nuestro es cantar con toda el alma, en plena comunión con el resto del público, como si nos fuera la vida en ello.

Uno de los grupos más esperados de la noche, en la que sería su única actuación en directo de este 2022, no se hizo esperar. Con su gira "Salto al color" finiquitada hace más de nueve meses, el dúo maño Amaral desempolvó su telón de cristales quebrados que presidía su escenario en la citada gira y lo recuperó para este concierto tan significativo. Jugaban en casa, pero su incorporación fue la última anunciada para este Vive Latino, poco después de que su paisano Enrique Bunbury cancelara todas las fechas que restaban de su gira, anunciando su retirada de los escenarios el pasado mes de mayo. Aunque la organización del festival apostó sobre seguro con Amaral era todo un reto para ellos sustituir a uno de nuestros artistas más queridos y reivindicados a ambos lados del Atlántico. Por eso mismo Eva Amaral tuvo unas palabras para él al poco de empezar su actuación. Dejó muy claro que era Bunbury quien tenía que haber estado ahí y que era un honor para ellos tomar ese testigo, dedicándole a continuación el concierto completo. "El universo sobre mí", "Resurrección" o "Hacia lo salvaje" se mostraron musculosas e intensas, mientras que en "Cómo hablar" o "Cuando suba la marea" se impuso la nostalgia, terminando con el aire electrónico que desprende "Entre la multitud", el perfecto broche de oro para la resurrección puntual de una de sus giras más exitosas.
Mientras la mayoría del público esperábamos que Leiva asaltase el escenario principal, Café Tacvba entonaban su particular rock azteca, pero con menos afluencia de la esperada, pues el madrileño era quien copaba gran parte de la atención de la jornada. Una cuenta atrás iluminó la gran pantalla horizontal del escenario mientras el ambiente se caldeaba. Leiva y su banda llegaron, desplegaron sus mejores cartas, fieles a su rock setentero y rugoso, y triunfaron por todo lo alto. No creo que ninguno de los presentes quedase decepcionado ante la apisonadora de la Leiband, que da cuerpo y entereza a nuestro querido "flaco", iluminando trallazos como "Breaking bad", "Como si fueras a morir mañana" o "Sincericidio". No se olvidó de Pereza ni de su pose canalla al afrontar temas como "Estrella Polar" o su mítico cierre con "Lady Madrid", y se puso más trascendente al entonar "La llamada" o "Histéricos", en la que invitó a su amiga mexicana Ximena Sariñana, que minutos más tarde comenzaba su concierto en el escenario menor del complejo. Una actuación que intenté seguir mientras le daba un descanso a mi cuerpo, agotado de dos días intensos, y que intenté combinar (no con demasiado atino, todo sea dicho) con el rock de calle de Rulo y la Contrabanda.

Mi experiencia en el Vive Latino terminó con otro músico local muy querido. Infalible en su discurso (más que en su entonación) y feliz de jugar en casa. Kase O. se mostró provocador a la par que cercano, con su particular verso suelto lanzado a bocajarro y su fantástica banda que entronca más con el jazz o el funky que con el rap al uso. Una buena manera de decir adiós a las más de treinta actuaciones reunidas en el Espacio Expo de Zaragoza. Con su tono sincero y familiar nos hizo sentirnos más afortunados si cabe al saber que estábamos en casa y que este festival podía ser el principio de la construcción real de un puente que uniera culturas a ambos lados del Atlántico. Un puente que trazase el camino de unión entre España y México, entre lo hispano y lo latinoamericano, entre estas músicas hermanas que derrochan alma. Un puente que esperemos no se quede en un proyecto quebrado. Queremos más Vive Latino en casa. Queremos hacer de éste el nuevo hogar de nuestro festival hermano que ojalá eche raíces a orillas del Ebro.